Salvador Illa (La Roca del Vallès, 1966) está convencido de que Cataluña afronta una nueva etapa donde el diálogo es la única forma de reconciliación. Sin embargo, el futuro líder del PSC advierte, en una entrevista con Crónica Global, del riesgo de que a los catalanes “solo nos una un fracaso colectivo”
--PREGUNTA: Qué balance hace de los 100 días de gobierno de Pere Aragonès.
--RESPUESTA: En los tres discursos de investidura de Aragonès, el primer presidente de la Generalitat desde la recuperación de la misma que ha tenido que someterse a tres debates de investidura antes de conseguir la confianza de la cámara, puso mucho empeño en que se abría un tiempo nuevo. Me pareció que tenia la voluntad, pero siempre pensé que era muy difícil con un esquema de gobierno idéntico al que hemos tenido en los últimos cinco años y muy similar al de los últimos diez años, con un bipartito apoyado por la CUP desde fuera, condicionando sobremanera la acción de gobierno. Esto apuntaba a una repetición, a un más de lo mismo, no a cambiar. Y estos 100 días lo confirman. Aragonès no es Torra, pero fíjate, Torra abrió un diálogo entre los partidos catalanes, que Aragonès no ha hecho. Es un profesional de la política, lo digo en sentido positivo, pero cosas que Torra había hecho, como abrir un diálogo dentro de Cataluña, Aragonès no lo ha hecho. Lo que me ha sorprendido es la poca energía del Govern, el poco empuje en un momento tan delicado.
--¿A qué atribuye eso?
--Los gobiernos tienen la obligación de trabajar mucho y de hacer cosas, aunque se comentan errores. En pandemia, nosotros hemos ofrecido un pacto, pero estoy disgustado porque en las últimas semanas no ha habido flujo de información, me ha extrañado algún cambio de criterio. Digamos que hay un campo de mejora. En materia económica, no tenemos presupuestos de la Generalitat para 2021. Se pretende darle normalidad a esto por parte de algunos partidos y opinadores, como si los presupuestos fuera un trámite administrativo, pero es la ley más importante que aprueba el Parlament cada año. Pone negro sobre blanco las prioridades del Govern y permite ampliar recursos. Tenemos unos presupuestos prepandemia, ¿qué dirían si el Gobierno español de Pedro Sánchez no hubiera aprobado unos presupuestos postpandemia?.
--Aragonès no quiere pactar los presupuestos con el PSC...
--Yo me ofrecí para echar una mano y tener presupuestos y no los tenemos, veremos qué pasa con los de 2022. Y sobre los fondos Next Generation, en el que también ofrecimos ayuda, creo francamente que Cataluña podría hacerlo mejor. Y la tercera prioridad, para mi clave, que es que nadie se quede atrás. Nuestro “gobierno alternativo” ha aprobado un plan de choque social por valor de 1.500 millones en ámbitos se servicios sociales, salud, laboral etc, y tampoco vemos que el Govern haya aprobado nada. Solo algunas medidas, pero no ha habido un enfoque integral. Yo me he reunido durante estos 100 días con los presidentes de la Comunidad Valenciana, País Vasco, Baleares y Aragón, y también he estado en Extremadura. Esperaba más actividad con el nuevo Govern. Y en diálogo, la medida más importante han sido los indultos, aprobados en consejo de ministros. El diálogo nace cojo. Es importante el diálogo entre el Gobierno de Cataluña y el Gobierno español, celebro la reunión de la Comisión Bilateral, pero debe haber un diálogo en Cataluña. Veo con preocupación y disgusto que un sector de los independentistas aspiran solo a dialogar con el Gobierno e ignoran que en Cataluña hay muchos que pensamos diferente a ellos y que somos tan catalanes como ellos. Nuestras opiniones son tan válidas como las suyas. Pido que nos sentemos y hablemos, que ese diálogo lo lidere Aragonès. Torra lo hizo, pero Aragonès se niega a hacerlo. Hay que trabajar a favor de la unidad.
--¿Y cómo hacerlo?
--Yo planteo cuatro reglas. Decir la verdad, no generar falsas expectativas como la independencia, la autodeterminación o la amnistía, que no tienen encaje en el ámbito en el que estamos y debemos seguir estando que es Europa. Trabajar para unir, y no para dividir. Un referéndum de autodeterminación divide, fragmenta más todavía a la sociedad. La independencia no es un punto de consenso, tampoco el mantenimiento del status quo. Yo creo que el término medio está en la mejora del autogobierno. Diálogo con el Gobierno, y también dentro de Cataluña. Y la línea roja es el respeto al Estado de Derecho, descartar todo planteamiento unilateral, que hemos visto que tiene nefastas consecuencias. Por tanto, el balance de estos cien días es muy malo, me ha decepcionado.
--¿Cabría un referéndum para esa mejora del autogobierno?
--Yo creo que el consenso va a estar por aquí, creo que el consenso estará en esa línea del autogobierno. No independencia, no status quo. Es la línea que hay que explorar más. Nosotros estamos de acuerdo en votar un acuerdo, no en votar una ruptura. El referéndum es un mecanismo no solo aconsejable, incluso necesario para que, una vez mediante el diálogo y la negociación, lleguemos a un acuerdo, sea el que sea, quizá la reforma de algunas leyes que definen el marco de nuestra convivencia, sea sometido a la consideración de la ciudadanía. Creo que es obligado en un régimen democrático.
--¿La ciudadanía catalana solo, o también la española?
--Depende del acuerdo. Si solo concierne al marco de convivencia de los catalanes, como el Estatut, pues solo los catalanes. Si afecta al marco de convivencia de los españoles, pues deberían votar los españoles.
--Es evidente que la Mesa de Diálogo enfrenta a JxCat y ERC. ¿Eso preconiza un nuevo adelanto electoral? Y en ese caso ¿el PSC sale de nuevo a ganar?
--Te podrá parecer paradójico, pero lo que necesitamos ahora no son elecciones, sino un gobierno que gobierne. Había fórmulas alternativas a las que se han escogido. En el Parlament había y hay una mayoría de izquierdas, pero se optó por parte de ERC por un cordón sanitario contra el PSC, es oportuno recordar. Lo que tiene que hacer ahora es gobernar. Yo creo que la ciudadanía reclama que el gobierno ejerza. De ahí la decepción de estos cien días, porque no acaba de arrancar, de hacer cosas. Sobre las discrepancias, la verdad es que no me ha sorprendido. Si alguien repasa los discursos de investidura de los socios, verás que no había consenso. En materia de diálogo, lo equivocado es poner límites, deadlines, dos años. Y si no sale lo que yo quiero, me levanto y me voy. Esto no es dialogar.
--¿Por qué se ha aplazado la reforma del delito de sedición?
--Es un compromiso que adquirió el presidente Sánchez para toda la legislatura, y le quedan dos años. Incluso quienes reclaman esa reforma entienden que la primera parte de la legislatura vino trastocada por la mayor pandemia que hemos vivido en cien años. El Gobierno ha marcado sus prioridades legislativas, que pasan por la recuperación económica, eso no significa que el presidente Sánchez incumpla su compromiso. Yo insisto, lo que me parece fundamental en el eje Cataluña-España es el diálogo dentro de Cataluña. Si esto no lo lidera Aragonès, tendremos que tomar decisiones. Nos tenemos que reencontrar los catalanes.
--¿Tomar medidas significa por ejemplo una moción de censura?
-No, me refiero a medidas constructivas. Pienso en que, si quien debe liderar ese diálogo no lo hace, deberemos pensar como se articula. Es muy frustrante y sobre todo equivocado, que se quiera reunir solo con quienes piensan como él. Esto no va así. El 25 de junio tomé un café informal con un político español, con amplísima experiencia internacional, que ya no está en activo. Me dijo que a los americanos les une tres cosas, la bandera, el cementerio de Arlington y el miedo a China. No les une la prestación de la sanidad universal, el aborto, la política económica y monetaria, o la regulación de armas de fuego. Pero les une esas tres cosas, tanto a republicanos como demócratas. Debates parlamentarios en Cataluña me hicieron evocar ese planteamiento y pensar qué nos une a los catalanes. La bandera no, ha sido objeto de confrontación. La senyera, que sentían como suya un ciudadano de Santa Coloma de Gramenet y uno de Prats de Lluçanès, ahora no nos representa a todos. El Fossar de las Moreres o la Diada, tampoco. Son símbolos que algunas se han apropiado. La Diada también ha sido motivo de confrontación. Eso me tiene preocupado. Corremos un riesgo. Compartí esta reflexión con Miquel Iceta. El riesgo que lo que nos acabe uniendo será un sentimiento de fracaso colectivo. Por ver cómo otras comunidades autónomas nos pasan por delante, cómo hemos retrocedido a nivel de convivencia. Debemos encontrar puntos de acuerdo, como ampliar infraestructuras, los Juegos de Invierno, la recuperación económica, la mejora de autogobierno… Yo no pido a nadie que renuncie a sus planteamientos políticos, pero me preocupa que no quieran sentarse y reconozcan que hay una parte muy importante de Cataluña que no comparte sus planteamientos. En eso vamos a poner nuestro empeño.
--¿Estamos a tiempo? Hay quien cree que el 'procés' ha provocado efectos irreversibles.
--Creo que sí. la realidad nos hace recordar los límites posibles de la acción política. Aprecio un cambio en la sociedad catalana. La pandemia, todo lo que ha supuesto, implica en todo el mundo, también en Cataluña, cambios de fondo. Quién va a discutir hoy que el proceso de vacunación, que ha sido clave, está siendo un éxito en Europa porque hemos actuado juntos. Más de 450 millones de ciudadanos, con un nivel de riqueza superior a otros lugares, nos hemos puesto de acuerdo en desarrollar algunas vacunas. A pesar de un ritmo lento inicial, gracias a un sistema sanitario universal, público y gratuito, hemos logrado llegar juntos a un porcentaje de vacunación que nadie puede superar hoy en el mundo. Y juntos, en España hemos participando en los organismos decisores, eso es la cogobernanza. La gente ha visto eso. No podemos mantener ese nivel de bienestar si quedamos fuera de eso. Me he movido bastante por Cataluña estos 100 días y detecto que el camino es ese. Cataluña está abriendo una nueva etapa política y eso se está viendo en las instituciones.