Auge y caída de los jóvenes del ‘pinyol’ convergente
Jordi Sànchez, Joaquim Forn, Josep Rull o Oleguer Pujol reivindicaban en los Juegos Olímpicos de 1992 el ‘Freedom for Catalonia’, lo mismo ahora, tras pasar por la cárcel
11 julio, 2021 00:00El relato de lo que ha ocurrido en los últimos dos decenios nos les favorece. Eran los jóvenes turcos de Convergència, el llamado ‘pinyol’ convergente, que iba a tener en Oriol Pujol Ferrusola a su líder una vez se retirara su padre, Jordi Pujol y cumpliera Artur Mas el expediente que se le había asignado. ¿Dónde están ahora?
Lo señala el politólogo Juan Rodríguez Teruel, al ser preguntado por la interpretación de un icono: de la campaña ‘Freedom for Catalonia’ impulsada en los Juegos Olímpicos de 1992, para boicotear el exitoso proyecto del Estado español en Cataluña, se ha pasado a la exhibición de la misma pancarta casi treinta años después, al salir de la cárcel de Lledoners: "El rendimiento político de esa generación no es muy exitoso: perdieron el partido, perdieron el predominio entre el electorado nacionalista, llegaron a perder por algún momento hasta la autonomía catalana, y han perdido el protagonismo que Jordi Pujol construyó fuera de Cataluña: como actor indispensable para formar mayorías de gobierno, y como representante internacional de la autonomía catalana fuera de España”, apunta Rodríguez Teruel.
Dinero para la agitación 'indepe'
Son aseveraciones contundentes, que reflejan la actuación de una generación que acaba de pasar de los cincuenta años y que están en la intemperie, sin haber logrado nada de lo que se propusieron, provocando una división enorme en la sociedad catalana y con un Govern de la Generalitat que ya no es ningún modelo para el resto de España. En la fotografía de Lledoners, tras recibir el indulto por parte del Gobierno de Pedro Sánchez, aparecen Raül Romeva, Jordi Turull, Jordi Cuixat, Joaquim Forn y Jordi Sànchez. Todos ellos, en su juventud, junto a muchos otros cachorros convergentes, quisieron romper la imagen de España como un estado moderno que invertía una ingente cantidad de recursos en Cataluña para proyectar la Barcelona Olímpica. El dinero para la agitación política lo proporcionaba Lluís Prenafeta, desde la Generalitat.
La mano derecha de Jordi Pujol buscaba la exaltación independentista, mientras el presidente de la Generalitat hacia ver que colaboraba con el Gobierno de Felipe González. Su hijo, Marc Prenafeta, participó junto a los hijos de Jordi Pujol, como Jordi Pujol Ferrusola, Oleguer Pujol u Oriol Pujol Ferrusola.
Los jóvenes, alejados del movimiento
La idea de que Pujol colaboró con Felipe González la rechaza el que fuera en ese momento vicepresidente del Gobierno, y exalcalde de Barcelona, Narcís Serra, quien señala que la aportación de la Generalitat "fue mínima", y que la administración autonómica arrastró los pies en un proyecto en el que España se volcó como una política de Estado para proyectarse en el exterior y 'vender' la democracia española al mundo. Lo advirtió Serra en un debate junto al historiador Jordi Canal, autor del libro 25 de julio de 1992 (Taurus) sobre la época olímpica. Canal mantiene que esas dos instantáneas, con el ‘Freedom for Catalonia’ pueden entenderse ahora “como un fracaso”, pero también como un “factor de continuidad”. Es decir, toda una generación, con los cincuenta años cumplidos, persiste en un proyecto, con el deseo de mantenerlo y potenciarlo con nuevos instrumentos, como Junts per Catalunya. Los más activos entonces pertenecían a esa familia política, aunque también figuraban las juventudes de ERC. Entonces se trataba de la JNC –juventudes de CDC--; la Federació Nacional d’Estudiants de Catalunya (FNEC), donde se inscribía David Madí; Òmnium Cultural o la Crida a la Solidaritat, donde militaba Jordi Sànchez, ahora secretario general de JxCat.
El politólogo Gabriel Colomé ve “claramente un fracaso generacional”, al entender que las generaciones más jóvenes no estarán ahora a favor del proyecto independentista. Lo ha demostrado un estudio del ICPS, adscrito a la UAB. Los más jóvenes rechazan la independencia, que gana adeptos en generaciones intermedias, con un aumento del rechazo en generaciones más mayores. Han sido las generaciones más maduras las que han mantenido la llama independentista en los últimos años, lo que descartaría la idea de que ha habido un adoctrinamiento entre los más jóvenes.
Frustrados por no gobernar
El hecho es que, tras la salida de la cárcel, políticos como Jordi Turull o Josep Rull, --éste último proviene de la JNC—buscan un nuevo acomodo que no les será fácil. Tampoco para Joaquim Forn, que sigue interesado en la política municipal, en Barcelona, y que querrá influir en el proyecto que lidera Elsa Artadi, al frente de JxCat. Son exdirigentes que han visto cómo aquel ‘Freedom for Catalonia’ ha quedado en nada, y que ha comportado, con los hechos de octubre de 2017, penas de cárcel, algo que nunca hubieran imaginado.
Canal mantiene una doble interpretación. La primera es que Jordi Pujol “intensifica su plan de nacionalización justo a partir de los Juegos Olímpicos de 1992, cuando se da cuenta de que hay una Cataluña posible, que colabora y se siente a gusto con España”. Y la segunda es que todos aquellos cachorros convergentes se sintieron frustrados cuando creen que les toca gobernar, “porque la Generalitat les pertenecía”, como llegó a asegurar Marta Ferrusola, y Artur Mas no puede ser presidente tras el pacto del tripartito que lleva a Pasqual Maragall a presidir el Govern tras las elecciones de 2003.
Aquella frustración deriva en la aceleración del proyecto independentista que se apuntaba en la campaña de boicot a los Juegos Olímpicos de 1992, tras la Diada de 2010, pero también antes, a partir de un artículo de Francesc Homs en el diario Avui en 2007 que, por primera vez, menciona el “derecho a decidir”.
Los que se fueron antes del descalabro
Juan Rodríguez Teruel abunda en un hecho: los que se quedaron por el camino, los convergentes que querían una relación de colaboración con el Estado y mantener una autonomía fuerte, sin pretender caminos rupturistas. “La foto, la de 1992 y la de Lledoners, nos indica pensar en quienes no están; muchos dirigentes, menos conocidos, con posiciones políticas más pragmáticas, que se fueron quedando por el camino durante los años previos del proceso”. Uno de ellos, ilustrativo por su propia condición familiar, fue Ignasi Guardans, que había sido eurodiputado con CDC. Se marchó cuando vio la deriva. Pero quien marcó la frontera había sido Miquel Roca, que se distancia de Jordi Pujol. Y, justo antes del naufragio, muchos otros, que podrían tener como rostro representativo el de Jordi Baiget, el exconsejero de Empresa, que dejó el Govern meses antes de los hechos de octubre de 2017.
Ahora queda esa vieja pancarta del ‘Freedom for Catalonia’, como un trapo que ilusionó a una generación que no sabe ahora qué camino seguir. Y que demuestra, ya en 1992, la “deslealtad” del Govern de la Generalitat al Gobierno de España, como apunta Jordi Canal.