Juan Milián cree que la concesión de los indultos a los presos independentistas "es tremendamente perverso para Cataluña" porque, a su juicio, supone premiar a quienes han dividido a la sociedad. El coordinador de Estrategia Política y Comunicación del PP catalán apuesta por un acuerdo estratégico de los partidos constitucionalistas para desbancar al secesionismo.
Milián (Morella, 1981) acaba de publicar el libro El proceso español (Deusto), donde advierte de la catalanización de la política española y el desmantelamiento de la España de la Transición, y arremete contra el "populismo de los narcisos".
--Pregunta: En el libro compara el procés de 2017 con el Gobierno de España, que no ha incumplido la legalidad, no ha dado ningún golpe al Estado.
--Respuesta: La tesis del libro es que el Gobierno de Sánchez está replicando uno de los elementos más perniciosos del procés, me refiero a sacrificar la verdad en beneficio de la propaganda. Hacer mal uso de las instituciones públicas, un discurso que busca la división social más que la concordia o la convivencia. Es evidente que Sánchez no ha dado ningún golpe a la democracia como en 2017. Hay una ruptura de los consensos de la Transición que no empieza con Sánchez, empieza con Zapatero.
--Pablo Iglesias ya no está en el Gobierno. ¿Cree que las cosas van a cambiar?
--Iglesias hizo una campaña en las elecciones madrileñas basada en enfrentar el fascismo con la democracia, algo que hemos visto en Cataluña, donde o eres independentista o eres fascista. Quien no es independentista no es demócrata, cuando es lo contrario, el independentismo expulsa a una parte de la población. Es cierto que Iglesias ya no está en el Gobierno, pero Podemos continúa y eso empaña mucho la imagen de España. Hemos visto a Pedro Sánchez y Joe Biden, mientras Podemos desprecia a Estados Unidos y tiene vínculos con Venezuela, lo cual no ayuda nada. Con Pablo Iglesias y el cambio que ha habido en el PSOE, recuerda el cambio que hubo en CDC cuando apostó por la independencia y fue a por todas. El PSOE rompe su tradición más socialdemócrata y trabajadora, y se suma a políticas de identidad de Podemos. Eso provoca un cambio cultural.
--¿Una política más ideologizada?
--En el libro hablo del populismo de los narcisos, que muchos pueden identificar con Artur Mas, Pedro Sánchez o Pablo Iglesias, no solo por su ambición, sino por su ego desmedido, que está por encima de sus capacidades. Me refiero a una forma de hacer política en la que se masajea a una parte de la sociedad. En el caso de Cataluña, la pertenencia al independentismo te hacer se una especie de ser superior. Con el feminismo también pasa algo parecido. Con la pertenencia ya no se busca la igualdad, sino una cierta superioridad moral. En España está pasando, la izquierda en los últimos años busca la identidad a través de la pertenencia, con la advertencia de que puedes ser víctima de un agresor tercero, en el caso de Cataluña.
--Pero el 14F volvió a ganar el independentismo y en España, la coalición PSOE-Podemos. Se puede alegar que partidos como al que usted pertenece, el PP, no ofrecen una propuesta alternativa que seduzca a esos votantes.
--Hemos visto en las elecciones madrileñas que sí hay una alternativa abierta, cosmopolita, no identitaria. El problema quizá está en Cataluña, cómo se reconstruye el espacio del constitucionalismo. El independentismo bajó más de 600.000 votos, pero el constitucionalismo no se movilizó. El problema es que tienes una Generalitat con recursos y medios de comunicación al servicio de la causa muy potentes frente a un constitucionalismo prácticamente raquítico. Y frente a esa Generalitat hostil, tienes un Gobierno de España que la ampara. Eso supone un reto enorme. La única solución es que el constitucionalismo obtenga mayorías suficientes para gobernar la Generalitat. Para eso es necesario que los partidos constitucionalistas se tomen esto en serio, con un acuerdo estratégico. Quizá ahora baje el tono con los indultos, pero dentro de dos o tres años, lo volverán a hacer.
--¿Cree entonces que la apuesta tan fuerte de Pedro Sánchez, incluso personal, por los indultos es solo una tregua, volverá a darse un desafío como el de 2017?
--El Gobierno español está transmitiendo muchas falacias. Por ejemplo que los indultos servirán para desinflamar o bajar la tensión. En los últimos tres años y medio, el independentismo ha perdido fuerza, más de 600.000 votos. Los lazos amarillos se han caído y las estelades han sido descolgadas. Pero la ha perdido desde que se aplicó la ley. Hace cuatro años, no podía haber relaciones entre un independentista y un no independentista. Hoy eso ha ido desapareciendo, pero no gracias a los indultos, que lo único que hacen es crear unos incentivos tremendamente negativos. Crean la imagen de que si vuelves a incumplir las leyes, debes estar tranquilo porque te volverán a indultar. Sin embargo, la Cataluña cívica, la que no se salta las leyes, queda abandonada y desamparada. Muchos catalanes se han ido de Cataluña porque no querían ser nacionalistas. La concesión de los indultos es tremendamente perversa para Cataluña. Esto es una parte muy pequeña de lo que va a venir en los próximos meses. Se hablará del referéndum, pues el PSC también ha entrado en ese tema. Ya sé que estamos muy agotados después de diez años de procés, pero ahora viene un segundo procés.
--Que Junqueras rechace la vía unilateral, ¿es positivo?
--Creo que Pedro Sánchez está intentando engañar a los españoles y Oriol Junqueras engañará a Pedro Sánchez. Como siempre hace. Ha habido un acuerdo de gobierno entre ERC y Junts per Catalunya que sí contemplaba la vía unilateral. Es un juego de trileros. Al final, el discurso que seguiremos oyendo después de los indultos será el del referéndum o el de la república impuesta de forma unilateral. No abandonarán esa vía. Antes de 2017, pudimos pensar que lo único que querían era el pacto fiscal, más competencias, no la independencia. Pero a partir de ese año vimos que sí. Tampoco ha habido un reconocimiento del daño en la carta de Junqueras, que casi nos perdona la vida a los no independentistas. Tiende la mano, pero para ensanchar la base, ser más fuertes y volver a intentarlo. Quieren coger fuerzas para repetir el golpe y no cometer los errores de 2017.
--¿Cree que Mariano Rajoy debió aplicar el artículo 155 de la Constitución antes, tras la aprobación de las leyes de ruptura los días 6 y 7 de septiembre de 2017?
--Visto a posteriori es fácil, pero nunca se había llegado a extremos así, nunca se había aplicado el 155. Seguramente debió aplicarse antes, cuando se aprobó la ley de desconexión vulnerando los derechos de todos los diputados, pues ya había motivos. Pero se necesitaba el apoyo de PSOE y Ciudadanos, que en ese momento no estaban por la labor. Seguramente nos habríamos ahorrado muchos problemas. Lo cierto es que el independentismo no tuvo la fuerza que dijo que tenía, ningún apoyo internacional ni estructuras de Estado. Y aquello cayó como un castillo de naipes.
--Da la sensación de que, desde el PP nacional, no se hizo caso de las advertencias del PP catalán, nunca se creyó que se iba a celebrar un referéndum. ¿Esa es la lucha del PPC?
--Cuando comenzó el procés, en 2012, y Artur Mas se declara abiertamente independentista, en España hay una crisis económica brutal. Y había un objetivo de evitar el populismo de extrema izquierda. Es verdad que, sobre el terreno, ves las cosas diferentes. En el Parlament, intentabas hablar de sanidad o economía, y ellos volvían a hablar de independentismo. Pero también dentro del independentismo había división. Unos decían que Carles Puigdemont les iba a llevar al abismo, otros que nos pasarían por encima y que tras la declaración unilateral de independencia (DUI) tendrían el reconocimiento internacional en tres meses, como en Eslovenia. No se sabía qué iba a pasar. Tuvimos la DUI de los 8 segundos y gente que iba al Parlament a esperar la independencia. La división y la competencia entre los partidos provoca que el nacionalismo moderado sea imposible en Cataluña. A diferencia de Escocia, donde hay un partido único y sólido, aquí hay división al 50 por ciento y eso lleva a posturas más radicales.
--Habla de división independentista, pero comenta en el libro que el constitucionalismo también está desestructurado. Lo hemos visto en el acto en la plaza Colón.
--El constitucionalismo catalán no está estructurado y, de alguna manera, hemos defraudado a nuestro electorado. De alguna manera, los partidos constitucionalistas hemos defraudado a nuestros votantes. Cuando el PSC logró el poder con los tripartitos, acabó haciendo un poco lo mismo. El votante del PP se sintió desamparado. Con Ciudadanos pasó algo parecido, aunque en su caso logró una gran victoria en 2017 que nunca se tradujo en una gran alternativa al nacionalismo y sus dirigentes se fueron de Cataluña, lo que humanamente sea comprensible. El constitucionalismo debe volver a reconstruirse y ofrecer un proyecto sólido, para que el votante se sienta protegido, valorado, empoderado, como se dice ahora. Que sienta que apoyar la Constitución, defender la unidad y la convivencia no te lleva a la muerte civil. Ese es el gran problema: ser nacionalista en Cataluña tiene premio, pero ser constitucionalista te lleva a la muerte civil o al ostracismo. Esto no puede pasar. Porque, si no, esa mancha se extenderá y llegará a Baleares y Valencia. Este mal comportamiento no puede ser incentivado. El error por parte de todos ha sido que cuando se mira a Cataluña, se enfoca el debate pensando solo en los partidos nacionalistas, cuál es el más duro o cuál es el más blando. Pero si en la ecuación solo salen los partidos independentistas, el resultado siempre será una incógnita. Hay que tener un proyecto para fortalecer al constitucionalismo cívico, económico y social.
--No me ha contestado sobre el acto en Colón.
--Los partidos constitucionalistas necesitan un mínimo de coordinación estratégica. No digo que tengamos que ir unidos a las elecciones, porque en ocasiones eso resta más que suma, como ocurrió con Junts pel Sí --CDC y ERC--. Lo importante es que en Cataluña haya una izquierda fuerte que defienda la Constitución, una derecha fuerte que también defienda eso. El constitucionalismo es mayoritario en Cataluña, el problema es que somos una mayoría blanda, que no se moviliza. Mientras que el independentismo tiene una militancia dura.
--¿Incluye en esa estrategia a Vox? Lo digo porque es ese partido el que alteró el acto de Colón al intentar apropiarse del mismo.
--Vox puede tener un diagnóstico más o menos acertado de la realidad, pero ofrece un mal remedio, una mala solución. La respuesta al nacionalismo no puede ser un nacionalismo simétrico, porque alimentas los extremos, no puedes responder con políticas beligerantes. No puedes obviar que existe el independentismo. PP y Vox pueden tener puntos en común, pero somos totalmente diferentes, porque nosotros somos autonomistas y europeístas. Vox ofrece en campaña muchas ideas para la Generalitat y luego dice que quiere eliminar las autonomías. Frente al populismo, poner más populismo no ayuda. Hay que ofrecer políticas serias, de proyectos creíbles. Si alimentas las bajas pasiones quizá logres que te voten, pero nadie quiere vivir en una sociedad así.
--¿Hay esperanza, pues, de que en Cataluña se puedan restablecer los consensos?
--Ahora sufrimos una fractura sobre la fractura. El independentismo te dice que la fractura no existe, te niegan tu sufrimiento, que has perdido amigos, que has tenido conflicto con compañeros de trabajo por este monotema. Soy optimista, pero en condicional. Si se hacen las cosas razonablemente bien, se puede salir de esta situación. Los jóvenes se están cansando de los tópicos del independentismo, sobre todo en zonas urbanas y metropolitanas lo ven como algo carca, propio de padres que ven TV3, se cansan de los movimientos populistas. La gente es escéptica, porque les prometieron que vivirían mejor, pero las inversiones no llegan y las empresas se van. Los discursos ya no son creíbles. Los constitucionalistas tenemos el reto de convertir el escepticismo en un proyecto ilusionante. El de la recuperación económica y social.