Será una legislatura menos convulsa que la anterior, sin hoja de ruta para el independentismo, pero no exenta de soflamas soberanistas. De ahí que el compromiso de Pedro Sánchez con la concesión de los indultos a los presos del procés no impida que el separatismo arremeta contra el Tribunal Supremo por rechazar la medida de gracia. Incluso ERC, defensora de un diálogo que comienza a dar sus frutos, ha marcado distancias con el Estado. ¿Bandazos discursivos? ¿Ensanchar la base? Los republicanos no se pueden permitir perder el pulso con su rival electoral, aunque luego pretendan hacer pinza con el PSOE para contener a Junts per Catalunya (JxCat)
La dureza verbal mostrada ayer contra el Gobierno de Sánchez por Elsa Artadi, hasta hace poco identificada con el sector más moderado de JxCat, denota hasta qué punto el equipo de Carles Puigdemont calienta en la banda a la espera de dar un golpe de timón en el partido, tras un acuerdo de Govern que no les satisface, pues implica renunciar a la confrontación. Una estrategia, la del choque directo contra el Estado, que los indultos desautorizan.
El fugado en Waterloo lo sabe, de ahí que fuentes soberanistas preconicen el traslado de la conflictividad, hasta ahora promovida por el Govern, al Parlament, donde Artadi está llamada a tener un papel protagónico. Suena como portavoz de un grupo parlamentario de JxCat que era partidario de repetir elecciones con Borràs como candidata.
Aragonès ve al TS en su "línea represiva" al oponerse los indultos / EP
Divididos en el Congreso
Dicho de otra manera, tras haber dado el plácet, aunque a regañadientes, a un pacto entre ERC y JxCat basado en el diálogo con el Gobierno español que está dando sus primeros frutos --ahora los indultos, la reforma del delito de sedición después--, el único escenario donde los neoconvergentes pueden mantener vivo el conflicto es el Parlament. Poco ruido puede hacer el enlace de Puigdemont en el Congreso, Míriam Nogueras, ya que su grupo está dividido --cuatro diputados del PDECat conviven con cuatro de JxCat sin necesidad de unificar el voto--. De ahí que el espacio donde mejor puede expresarse esa confrontación democrática es la Cámara catalana. Con permiso de Laura Borràs, presidenta del Parlament a la fuerza y que tampoco está de acuerdo con un pacto planteado identitariamente de menos a más para no frustrar de nuevo las expectativas.
Borràs forma parte de otra familia neoconvergente, tan purista en secesionismo como Puigdemont, pero rival a fin de cuentas. Pero tienen un enemigo en común: Jordi Sànchez, secretario general de JxCat, quien negoció con Aragonès un nuevo gobierno de coalición, errático en su composición y que ya ha asistido a sus primeras crisis.
Duras críticas de Artadi
Artadi fue la primera en disparar contra la línea de flotación del Govern al descartarse como vicepresidenta. Lo hizo un día antes de que Aragonès tomara posesión como presidente. El candidato confiaba en su perfil profesional para ser la número dos del Consell Executiu. Pero fuentes republicanas confiesan ahora un cierto alivio, dada la radicalidad exhibida por la política, quien ayer, en esta ocasión en vísperas de la toma de la constitución oficial del Govern, arremetió contra el abrazo del ministro Miquel Iceta y el preso Jordi Cuixart. “A mí me genera complicación el hecho de que los que han sido actores del 155 y son actores de la represión estén de alguna manera presidiendo un acto de reafirmación del autogobierno", dijo en referencia a la presencia de Iceta y de la delegada del Gobierno, Teresa Cunillera, en la toma de posesión de Aragonès.
Artadi, además, también subestimó la concesión de los indultos: “Le debe interesar a Sánchez por algún motivo”, dijo.