El independentismo ha sido abordado desde muchos puntos de vista. Pero el escritor y ensayista Alberto Gil Ibáñez, ha decidido hacerlo a partir de un diagnóstico provocador: el de la amenaza a la seguridad global. “Los procesos separatistas deberían ser sometidos a un test de viabilidad”, explica a Crónica Global este doctor en Derecho y Ciencias de las Religiones que acaba de publicar en la Review of Nationalities el artículo Nacionalismo y derecho a la secesión: nuevos estados, identidades y seguridad global.
El autor parte de la premisa de que un derecho ilimitado a la secesión es incompatible con la paz y el progreso globales. “Hace apenas un siglo solo existían 41 naciones, una de ellas era España. Hoy, tenemos 194 naciones. ¿Acaso no son suficientes para integrar la diversidad. Si cada grupo étnico, cultural o lingüístico reclamara su propia nación e independiente, el mapa del mundo terminaría dividido en 5.000 trozos”, plantea Ibáñez.
Cuestionar las fronteras
Para superar el peligro que, a su juicio, supone cuestionar permanentemente las fronteras, el escritor plantea, como solución práctica, someter a las nuevas naciones potenciales a una prueba de viabilidad que basa en cuatro puntos. “En primer lugar, garantizar si esa nación es viable políticamente, si puede garantizar la seguridad de sus propias fronteras. Estos días estamos viendo el caso de Ceuta y Melilla. Asimismo, comprobar si es económicamente viable. Existen pequeños estados, pero no queremos más paraísos fiscales. Algunos están asociados a países más grandes. Pero entonces, ¿para que reclaman la independencia?”, explica.
En tercer lugar, Ibáñez plantea si esos nuevos estados garantizan la justicia social. “Suelen ser las regiones ricas las que quieren separarse, por lo que se debería determinar si esa riqueza les viene precisamente del Estado al que pertenecen. El País Vasco se benefició de la industrialización, mientras que Cataluña lo hizo de las políticas proteccionistas y de la mano de obra barata procedente de Andalucía, Aragón o Murcia. Thomas Piketty afirma que son las clases pudientes las que apoyan mayoritariamente la independencia. Es un movimiento de elites”, añade Ibáñez, autor de La guerra cultural: los enemigos internos de España y Occidente (Almuzara, 2020).
El drama de Yugoslavia
Y en cuarto lugar, según Ibáñez, “el tamaño importa”, pues recuerda que "la población del País Vasco es un tercio de la que tiene Madrid”. El escritor cree que esos procesos independentistas son consecuencia de la incapacidad de los partidos políticos de hacer propuestas sugestivas. “Ocurrió en Yugoslavia, el país más próspero del bloque soviético. Cuando llegó la democracia, los partidos no sabían qué proponer y la población no tenía experiencia suficiente. Por eso, prometer un futuro feliz imposible de demostrar con la creación de un nuevo país fue tentador. Ganaron las emociones. Y fue un desastre”.
La formación del nuevo gobierno independentista catalán ha ido acompañada de nuevas referencias al referéndum de Escocia. Pero Ibáñez recuerda que “Reino Unido está integrado por naciones. Escocia forma parte de este país desde 1715. No se puede comparar a España, nos parecemos más a Alemania o Francia”. En este sentido, recuerda la prohibición existente en el país galo de impulsar una reforma de la Constitución que afecte a su unidad, mientras que el Tribunal Constitucional alemán dictaminó, a raíz del recurso de un ciudadano sobre la secesión de Baviera, que una parte no puede decidir sobre el todo.
“Si España quiere suicidarse, puede plantear un referéndum de secesión. Pero yo haría dos preguntas: ¿quiere usted la independencia de Cataluña y el País Vasco? y ¿quiere reconducir políticamente el autogobierno de las autonomías?”