Con la investidura de Pere Aragonès, culmina un proceso de superación de liderazgos en ERC y Junts per Catalunya (JxCat). Quienes fracasaron en su desafío independentista en 2017, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, fueron borrados de las negociaciones y, sobre todo, del acuerdo final que permitirá a ERC presidir un gobierno que, a juzgar por los perfiles elegidos --Jaume Giró como consejero de Economía, a propuesta de JxCat, es el mejor ejemplo--, apuesta por la política de lo conocido. Esto es, por la gestión del día a día en detrimento del secesionismo más ilusorio.
Los partidos que vuelven a formar coalición pasan página de una etapa protagonizada por las peleas entre Junqueras y Puigdemont, que nunca escondieron su odio mutuo y obstaculizaron acuerdos, para afrontar un mandato marcado por la pospandemia. La oposición está convencida de que la legislatura será corta, que la CUP romperá la tregua que se han dado republicanos y neoconvergentes en menos de dos años.
De nuevo hay que mencionar a Giró, exdirector de la Fundación La Caixa, una especie de infiltrado del Ibex a juicio de los cupaires, quienes llevan días recordando a ERC que tienen firmado un acuerdo y que no aceptarán vasallajes ante el Estado. La primera prueba de fuego de ese triángulo imposible será la aprobación de los presupuestos de la Generalitat, donde la CUP y En Comú Podem tendrán mucho que decir. Curiosamente, el perfil conservador de Aragonès frente a una JxCat que ahora se dice de izquierdas, abunda en un intercambio de papeles en el que los republicanos ceden la gestión del 60% del presupuesto a los neoconvergentes, así como las consejerías sociales y económicas más importantes, mientras que Junts rebaja sus expectativas secesionistas.
Perfiles profesionales
Aragonès no solo ha mantenido sus exigencias sobre la necesidad de contar con perfiles profesionales en su Govern, alejados del extremismo de algunos dirigentes de JxCat y aptos para reconstruir puentes con el Gobierno español, sino que sus primeros movimientos como presidente suponen un doble revés para la CUP. Triple, si se tiene en cuenta una estrategia procesista sin fechas para implementar la "república catalana" y que contempla la negociación con Madrid como fórmula más viable y reconocida internacionalmente.
Los antisistema ya aceptaron durante la campaña que la independencia no llegaría en esta legislatura. Los negociadores del acuerdo, Aragonès y Sànchez, también. No así los sectores más duros de JxCat liderados por Laura Borràs, Quim Torra o Josep Costa. Incluso Puigdemont, a juzgar por la carta enviada a la militancia de su partido, admite sus discrepancias con la hoja de ruta del Govern y, sobre todo, que está dolido con ERC por atribuirle una tutela desde el Consejo de la República que, dice, nunca quiso.
Nuevos dirigentes con criterio propio
Una carta que demuestra esa necesidad de los socios del nuevo Ejecutivo catalán de dar por superado el legado de Puigdemont y Junqueras y dar paso a nuevos dirigentes con criterio propio. Es decir, al propio Aragonès y a Sànchez.
Que Elsa Artadi, que siempre se ha mostrado fiel a Puigdemont, se descartara como vicepresidenta económica tiene que ver, según algunas fuentes, con su intento de desvirtuar el acuerdo pactado por Sànchez, quien, de momento, ha ganado la batalla a los duros que exigían una repetición electoral con Borràs como cabeza de lista. Ello no significa que Puigdemont haya perdido toda su capacidad de influencia, y eso va a convertir la selección de los consejeros propuestos por Junts en una lucha cainita.