Laura Borràs (i) no comunicará la investidura de Pere Aragonès (ERC) al rey, otro gesto del independentismo / EP

Laura Borràs (i) no comunicará la investidura de Pere Aragonès (ERC) al rey, otro gesto del independentismo / EP

Política

ERC se da dos años para quitarse la ‘grasa identitaria’ y formar un tripartito

Los republicanos sopesan ir a elecciones en 2023, con indultos ya concedidos y el despertar de una crisis económica que quitaría argumentos a los neoconvergentes

24 marzo, 2021 00:00

Lo difícil era convencer a la CUP. Pero ERC tiene por delante un reto más complicado: culminar una estrategia arriesgada consistente en gobernar durante dos años con Junts per Catalunya (JxCat) para volver a convocar elecciones, una vez se hayan resuelto los indultos de los presos independentistas y la crisis económica, adormecida gracias a los fondos europeos, comience a despertar. Esa es la hoja de ruta de Pere Aragonès, el presidenciable republicano que el viernes pretende someterse a una sesión de investidura sin todavía tener atado el apoyo de JxCat.

El objetivo de los republicanos no es otro que quitarse la grasa identitaria impuesta por los neoconvergentes, convencidos de que en 2023 esta formación tendrá que abandonar su radical discurso secesionista forzada por las circunstancias sociales y económicas. Una fecha que, además, coincide con el plazo que ERC y la CUP han dado al Gobierno para que la mesa de diálogo sobre el conflicto independentista fructifique. 

 

 

Aragonès confía en el trabajo de los equipos negociadores y en "poder formar Govern cuanto antes" / EP

"Un Vietnam"

Para entonces, ERC ya estaría liberada --electoralmente hablando-- de unos socios con los que, admiten, vivirán un Vietnam durante esta corta legislatura, como augura Elsa Artadi. Sin embargo, quedaría por resolver una cuestión de peso para ese universo separatista: Carles Puigdemont.

Tras las elecciones del 14F, Esquerra tuvo muy claro desde el principio que la estrategia para presionar a JxCat pasaba por dar preferencia a la CUP en las negociaciones. “Y eso es algo que siempre ha escocido a los de Puigdemont”, explican fuentes soberanistas. Entre ambas formaciones de izquierda existen complicidades en materia social y económica. Incluso en el terreno de la seguridad ciudadana, como se ha demostrado en el acuerdo finalmente pactado --nuevo modelo policial o eliminación de las proyectiles de foam--.

Algo más complicado, aparentemente, era encontrar objetivos comunes en materia identitaria. No obstante, los antisistema ya dieron señales de ralentización en su hoja de ruta hacia la independencia al posponer a 2025 un referéndum con la finalidad de implementar la "república catalana" en 2030.

Mesa de diálogo

Que ERC haya puesto una fecha límite a la mesa de diálogo --dos años--, así como el compromiso de Aragonès de someterse a una cuestión de confianza, allanó definitivamente el terreno con los cupaires. Una fecha que, además, traslada la presión al Gobierno español sin romper puentes. Una propuesta, en definitiva, que no discrepa de las exigencias de JxCat, muy crítica con la evolución de las conversaciones con el Ejecutivo. ¿Pero qué pasará cuando transcurran esos dos años?

ERC confía en que, para entonces, ya se haya resuelto la tramitación de los indultos de los presos secesionistas, que ahora permanece en suspenso a la espera de que se celebren las elecciones a la Asamblea de Madrid previstas para el 4 de mayo. La medida de gracia del Gobierno, que ERC pone como condición para resolver el conflicto procesista, restaría argumentos a los neoconvergentes, a pesar de que estos insisten en la necesidad de una amnistía. Sin embargo, quedaría en el aire la situación de Puigdemont, que acaba de perder su inmunidad como europarlamentario, lo que ha llevado al juez Pablo Llarena a reactivar la euroorden.

Crisis tras el efecto de los fondos europeos

Transcurridos esos dos años, la crisis económica derivada del Covid, ahora adormecida gracias a los fondos europeos para la reconstrucción, despertará. La gestión catalana de esos fondos, como ayer publicó Crónica Global, ha sido uno de los escollos más destacados en las negociaciones entre ERC y JxCat. Los republicanos no quieren ceder todo el poder económico del futuro Ejecutivo a los neoconvergentes, que no pueden disimular sus discrepancias internas sobre fiscalidad o modelo social --entre Jordi Sànchez y Joan Canadell hay un abismo, como se demostró durante la campaña electoral--.

Dos años, por tanto, se dan los republicanos para soportar el Dragon Khan que se avecina junto a JxCat, del que no pueden soltar lastre todavía debido a la mínima diferencia de votos obtenida el 14F --ERC obtuvo 605.581 sufragios (33 escaños), 330.280 menos que en 2017, mientras que JxCat logró 570.539 votos (32 escaños)--. Transcurrido ese tiempo, y a la espera de la evolución de la CUP, Esquerra se sentiría liberada de unos lazos independentistas --los únicos que la unen a JxCat-- para explorar un tripartito de izquierdas con los comunes y PSC.