Condenados a entenderse de nuevo. La convivencia entre ERC y Junts per Catalunya (JxCat) en la anterior legislatura fue insostenible, pero en este nuevo mandato, tiene visos de convertirse en un infierno. Lo reconoce el propio Pere Aragonès, llamado a presidir ese futuro gobierno. Según ha podido saber Crónica Global, el presidenciable ha admitido a algunos dirigentes de la oposición que la distancia de votos que hay entre ERC y JxCat es tan mínima, que resultaba muy arriesgado buscar una alternativa. Reconoció el cabeza de lista de Esquerra que las relaciones entre ambas formaciones son muy malas, pero que no tiene más remedio que correr el peligro de ser fagocitado por el partido de Carles Puigdemont.
La designación de Laura Borràs como presidenta del Parlament no ha hecho sino confirmar esos augurios de Aragonès, quien en petit comité confiesa: “Hemos creado un monstruo”. Pero en JxCat comienzan los codazos y los miembros de la llamada war room de la dirigente independentista se han convertido en una especie de contrapoder del fugado.
El cabeza de lista de ERC, Pere Aragonès, admite que las relaciones entre ambas formaciones son muy malas / CG
La presión de Puigdemont
En las elecciones del pasado 14 de febrero, ERC obtuvo 605.581 votos (33 escaños), 330.280 menos que en 2017, mientras que JxCat, siglas con las que se estrenaba la nueva confluencia de antiguos convergentes, logró 570.539 votos (32 escaños). En efecto, la diferencia es mínima y la propia Borràs ha recordado en diversas ocasiones que "se trata de un empate técnico". Aragonès así lo reconoce en esas conversaciones con dirigentes de otras formaciones políticas. “La presión de Puigdemont es enorme”, afirma. Y ese “monstruo” creado, temen los republicanos, puede devorarles, tal como ocurrió con Artur Mas y los convergentes de PDECat y PNC, formaciones que no obtuvieron representación el 14F.
JxCat cree que podría recuperar esos votos moderados, de ahí que un sector del partido no renuncie a una repetición electoral. “Están pidiendo cosas inasumibles a ERC y menospreciando a la CUP para que salten”, aseguran fuentes republicanas. Puigdemont quiere marcar la estrategia de JxCat en Madrid y aprovechar el cargo de Borràs en el Parlament para llevar la confrontación hasta el límite.
Reforma del reglamento del Parlament
En paralelo, las pretensiones de Borràs de blindarse con una reforma del reglamento del Parlament ante una inhabilitación juidicial pone contra las cuerdas, no solo a ERC, sino a los antisistema, que ya cuestionaron la elección de la diputada como presidenta de la Cámara, dada la imputación por supuesta corrupción que pesa sobre ella. Sin embargo, los cambios que propone la política --que la suspensión por corrupción solo sea efectiva cuando hay sentencia firme, y no cuando se decrete la apertura de juicio oral--, supondría un cierto alivio para Esquerra, pues retrasaría el momento crítico de pronunciarse sobre la inhabilitación de la neoconvergente.
El discurso de toma de posesión de Borràs, así como sus declaraciones posteriores, fueron toda una declaración de intenciones. Tras menospreciar a su predecesor, Roger Torrent (ERC), por haber impedido la investidura de Puigdemont y que Quim Torra mantuviera el escaño pese a ser inhabilitado, Borràs apostó por la inviolabilidad del Parlament ante las “injerencias” de la Justicia pues, según dijo, la Cámara catalana debe obediencia al mandato de la mayoría del "52%" de votos independentistas logrados el 14F, y no al Tribunal Constitucional.
Los miembros del 'war room'
Sin embargo, también hay fricciones internas dentro de JxCat entre la guardia pretoriana de Borràs, a la que pertenecen Josep Costa, Francesc de Dalmases y Torra --se autodenominan war room (sala de guerra) en recuerdo al despacho que compartían en el Parlament cuando se estrenaron como diputados--, y Puigdemont. El fugado está muy centrado en su situación jurídica, tras la reciente retirada de su inmunidad como europarlamentario, mientras que Borràs actúa como si realmente fuera la futura presidenta del Govern. Ella misma reconoció en su discurso como nueva presidenta del Parlament que hubiera preferido formar parte del nuevo Ejecutivo. Y según explicó este medio, aceptó sus nuevas funciones a cambio de que Costa sea vicepresidente. Con permiso de Elsa Artadi, la apuesta de Puigdemont.
Todo ello provoca, cuando menos, confusión sobre los liderazgos en JxCat.