“Maximalistas cuando hablan de políticas de izquierdas, porque desprecian el debate político tradicional en torno a cuestiones definidas desde una perspectiva pragmática”. Esa es la característica que le atribuye el politólogo Juan Rodríguez Teruel a los dirigentes de la CUP, que han conseguido un efecto extraño entre las clases medias catalanas, una especie de fascinación de unas élites que no tienen problemas económicos reales, y que dicen entender las causas de los anticapitalistas, que han aplaudido las protestas violentas de las últimas semanas en Barcelona.
La CUP obtuvo 190.000 votos en las elecciones del 14F, el 6,67% del total. La fuerza de los anticapitalistas, sin embargo, la obtienen del apoyo y de la “comprensión” de amplias capas medias de la sociedad catalana, decantadas hacia el independentismo, que no se sobrecogen cuando se producen actos violentos en las diversas protestas de las últimas semanas. Y que “entienden” los argumentos de las juventudes de la CUP, Arran, cuando señalan que más violencia la produce el sistema capitalista y que está justificado ir en contra de los Mossos d’Esquadra.
Una "patología local"
¿Qué ha pasado para ese fenómeno de fascinación, de “comprensión”? Adolf Tobeña, catedrático de psiquiatría de la UAB y autor, entre otros trabajos, de La pasión secesionista, señala que los cuadros medios de la CUP y muchos de sus votantes son “hijos y nietos de pujolistas que, desde una posición económica resuelta, se permiten actitudes antisistema y de pseudoizquierdismo”. Y que enlaza con una “patología local”, que ha derivado en un voto independentista y en el sueño de una independencia que nunca llega.
En La pasión secesionista, Tobeña consideraba que el independentismo había llegado a “enamorar, seducir y persuadir a la mitad de los catalanes con un horizonte espléndido”, que ahora no se quiere dejar atrás pese a todo lo que ha ocurrido en los últimos años, con dirigentes políticos en la cárcel, y con la percepción de que todo se reducirá más a la retórica que a intentar otra vez un proyecto político unilateral.
Voto de clase media y alta
A partir de los datos que arroja el INE y el voto de las últimas elecciones, distintos trabajos, como el de Kiko Llaneras, han mostrado esa relación entre fuerza política y apoyo social. El 14% del voto a la CUP se obtiene en electorados de renta baja, el 23% en votantes de renta media-baja; el 31% entre los de renta media-alta, y el 32 de renta alta. Es decir, el 63% es un votante que no tiene problemas económicos.
Rodríguez Teruel sostiene que con el conflicto independentista, “mucha gente de orden ha comprado el discurso maximalista de sus líderes (de la CUP), y miran con admiración la pulcritud de los anticapitalistas”, una supuesta “coherencia”, sabedores de que, en realidad, no pasará nada. Se trata, como señala Tobeña, de una “pose, de un estilo y una moda”.
“Se trata del voto de gente relativamente moderada, no radical, que vota para garantizar no la llegada al Gobierno del partido, sino el apoyo para que un partido grande se mantenga fiel a los principios”, indica Rodríguez Teruel, que asegura entender la crítica que se realiza a la CUP desde posiciones más a la izquierda, que señalan a los anticapitalistas como los que favorecen, en realidad, el manteniendo de las élites gobernantes de toda la vida. Es decir, la CUP, pese a determinadas acciones, como apartar a Artur Mas de la presidencia de la Generalitat en 2015, ha permitido el Govern de Junts per Catalunya y ERC, y está a punto de avalar la presidencia de Pere Aragonès, con el concurso, de nuevo, de Junts per Catalunya, acusados en su momento de ser los herederos de la Convergència “corrupta”.
Desplazamiento de los 'convergentes'
Y eso ocurre porque ha habido un enorme desplazamiento de aquellos votantes convergentes hacia posiciones independentistas radicales, no tanto de los más jóvenes, como de los más mayores, los considerados como convergentes clásicos. Lo muestra el politólogo Oriol Bartomeus en otro trabajo demoscópico, en el que ahonda en ese cambio de voto.
Lo que ha sucedido demuestra la enorme confusión en la que se encuentra el electorado independentista: abraza fórmulas de radicalidad, antisistema, dando cobertura a movimientos como el de la CUP, pero siempre que se respeten las políticas clásicas convergentes, de bajos impuestos o defensa de la escuela concertada. Según Bartomeus, “son los más viejos los que han modificado de forma radical su posicionamiento ideológico, desplazándose desde el centro hasta la izquierda, como una manera de mostrar su preferencia por las tesis independentistas y la pulsión anti-establishment, una pulsión que no parece haber modificado las políticas concretas a las que dan apoyo: Estado mínimo, impuestos bajos, defensa de la escuela concertada o sanidad privada, con rebrote xenófobo contra los catalanes de origen foráneo”.
Son los votantes de Junts los que animan ese fenómeno, los que no denuncian los excesos de la CUP, y los que han acabado distorsionando toda la política catalana, y los que ahora podrán las cosas muy difíciles a Esquerra para gobernar la Generalitat sin sobresaltos.