¿Estaría dispuesto el PSC a quedarse en la oposición alineado con Ciudadanos, PP y Vox? Esa es la pregunta que lanza Esquerra, a modo de presión en la sombra. Esto es, con insinuaciones veladas para no romper del todo la baraja, sabedores de que los socialistas también han abierto ese debate a nivel interno. El de la conveniencia de flexibilizar el veto a los republicanos, cada vez más convencidos de que el futuro pasa por un gobierno con En Comú Podem y la CUP. Es decir, un Ejecutivo catalán de izquierdas donde Junts per Catalunya (JxCat), todavía no descartado como aliado, no tenga capacidad de influir.
Sin embargo, esas negociaciones para la investidura del futuro presidente de la Generalitat son muy sensibles a los acontecimientos sociales. Los antisistema, que se reunieron ayer con ERC, han marcado distancias del actual Govern tras las cargas de los Mossos d’Esquadra en las protestas por la detención del rapero Pablo Hasél.
Rufián insta al PSC a hacer una oposición diferente a la que hizo Ciudadanos / ERC
“Haga política, deje el jaleo”, espetó Gabriel Rufián, portavoz republicano, a Salvador Illa desde su escaño del Congreso. ¿Significa eso que ERC se abre a dialogar con los socialistas?. “Es el PSC el que debe levantar el veto para que, absteniéndose, haya un gobierno de ERC, comuns y CUP”, explican fuentes parlamentarias.
El marcaje de Puigdemont
En ese viraje hacia el perfil más izquierdista y menos identitario tiene mucho que ver el empeño de Carles Puigdemont en la independencia unilateral y en marcar la estrategia de ERC en Madrid. De hecho, el entorno de Waterloo no acaba de asimilar que, por primera vez en 40 años, la formación de Oriol Junqueras tome las riendas de la formación de gobierno. Incluso Laura Borràs, a juzgar por su activismo en Twitter, parece haber asimilado que no gobernará con los republicanos. ERC fue partido bisagra, sí, durante el tripartito con PSC e ICV. Pero ahora tiene la posibilidad, lo dijo ayer la candidata de En Comú Podem, Jessica Albiach, de soltar lastre de sus socios neoconvergentes y cambiar de rumbo.
Como se sabe, Salvador Illa y Pere Aragonès mantienen su veto cruzado. El socialista no quiere formar gobierno con una formación independentista, mientras que los republicanos firmaron un compromiso junto a otros partidos secesionistas de no pactar con el PSC. Y aunque ya ha pasado el tiempo de la agitación electoral propia de la campaña, ambas partes mantienen la distancia. Desde Esquerra afirman que corresponde a Illa dar el primer paso, mientras que el exministro se aviene a negociar su investidura con todas las fuerzas del nuevo arco parlamentario, excepto Vox.
Plazos para la investidura
Porque tanto Aragonès como Illa quieren someterse a esa votación, cuyo plazo máximo concluye el 26 de marzo. El primero tiene más opciones que el segundo quien, no obstante, asiste al debate de su partido sobre la conveniencia de apoyar, desde la oposición, a un gobierno formado por Esquerra y los comunes. Un apoyo que daría estabilidad a Pedro Sánchez pues, hasta ahora, ERC ha tendido la mano al PSOE, votando la investidura y los presupuestos del presidente del Gobierno español.
El voto contrario del PSC a ese Ejecutivo de izquierdas al que Aragonès da prioridad le alinearía con Ciudadanos, PP y Vox en la oposición. Incluso con JxCat, si finalmente se rompe la negociación independentista. Una postura incómoda, sobre todo después de las declaraciones de Sánchez, quien equipara a dirigentes de Junts con Vox. Puigdemont, Quim Torra y numerosos dirigentes posconvergentes montaron en cólera, mientras que ERC emitió un comunicado de denuncia. Las pugnas entre independentistas, en público, no están reñidas con la cortesía.
Los cálculos de Aragonès
Sin embargo, los cálculos de Aragonès pasan por una abstención del PSC a una coalición de ERC, CUP y Comuns (50 diputados) y la abstención o el apoyo del PSC (33). Todo un órdago para Puigdemont, que también tendría que elegir si apoyar esa alianza de la izquierda o alinearse con el bloque “unionista”.
Los contactos entre los partidos, muy preliminares, comenzaron ayer con la CUP. La detención del rapero Pablo Hasél, y la posterior manifestación de protesta que se saldó con graves altercados y la intervención de los Mossos d’Esquadra, sirvieron de excusa a la CUP para advertir de que, con esta actuación policial, se hace difícil pactar con los partidos del gobierno en funciones –JxCat y ERC--, y tomarán la decisión final en la reunión del consejo político ordinario previsto para el 27 de febrero. Los antisistema parten divididos, pues Endavant quiere mantenerse en la oposición, y Poble Lliure sí apuesta por entrar en el Govern. Esas dos almas cupaires ya entraron en colisión en 2015, con un extraño empate a 1.515 votos sobre si investir o no a Artur Mas.
Que una mujer haya perdido un ojo en estas protestas no ayuda a esa entente de los cuperos, los primeros en reunirse con ERC. Después vendrán los comunes. ¿Y Junts per Catalunya? Ya se verá.