“La trampa separatista y el síndrome catalán” son dos expresiones de Thomas Piketty, el economista francés autor de Capital e ideología. En su libro, Piketty se refiere al caso catalán como paradigmático de la apuesta de los “más favorecidos” por el separatismo, que identifica como un movimiento insolidario. Ante la inminencia ahora de las elecciones catalanas, la suerte de Carles Puigdemont dependerá de que esas clases altas vuelvan a apostar por el independentismo y dejen en la estacada, otra vez, a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).
¿Hay indicios de ello? El politólogo Oriol Bartomeus destaca la “enorme incertidumbre” a la que se enfrentan ahora todos los expertos en demoscopia, pero sí indica hay algunos parámetros que pueden ser decisivos. El primero, y el más importante, es que la crisis provocada por el Covid no afecta a toda la población por igual, y los ciudadanos con rentas medias altas y altas se han visto menos afectados. En el otro lado están los ciudadanos que, en localidades como Barcelona, apostaron por ERC y pueden ahora castigar al partido por los errores del Govern de la Generalitat, cuyas carteras sociales están en manos de los republicanos.
¿Como el barrio de Salamanca de Madrid?
El fenómeno ocurrido en el barrio de Salamanca de Madrid, donde las clases más acomodadas, apoyadas por Vox, se manifestaron en contra del Gobierno de Pedro Sánchez durante el estado de alarma, se identifica en Cataluña con el independentismo, el que abraza las tesis de Puigdemont, dispuesto a mantener “el conflicto con el Estado”. Y ese movimiento podría favorecer a Junts per Catalunya (JxCat), como apunta Bartomeus, en detrimento de ERC, que ha apostado por la capacidad de gestión justo cuando esa gestión está haciendo aguas con nuevos e importantes rebrotes del Covid en Lleida y Barcelona.
Influencia en Barcelona
Piketty lo ha señalado en su libro: “Es extremadamente chocante comprobar que el nacionalismo catalán es mucho más acusado entre las categorías sociales más favorecidas que entre las más modestas”. En los estudios que cruzan esas variables, los del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat (CEO) y los que ha manejado Piketty se plasma esa apuesta: “El apoyo a la idea nacionalista (lo señala como sinónimo de independentismo) alcanza el 80% entre el 10% de las personas consultadas con mayor renta y nivel de estudios, frente a apenas el 40%-50% de apoyo entre el 50% inferior”.
Los resultados de las elecciones autonómicas de 2017 en la ciudad de Barcelona fueron significativos: Ciudadanos, que ganó los comicios, se impuso en distritos de menor y de mayor renta, como Nou Barris, Les Corts y Sarrià-Sant Gervasi. Pero Junts per Catalunya, con el estandarte de Puigdemont, fue predominante en el Eixample, y superó a ERC y a Ciudadanos en Gràcia, Sant Martí, Poble Nou, Vallvidrera, el Tibidabo y Les Planes.
El independentismo, ¿por encima del 50%?
Aunque ERC mantiene su ascendencia en las encuestas --en los últimos meses aparece en todas como la fuerza ganadora-- la tendencia podría cambiar a partir del 25 de julio, cuando Puigdemont anuncie su propio espacio político y genere expectativas entre el electorado que sigue apostando por la independencia, a pesar de que la prioridad, ahora, debería ser la reconstrucción económica y social tras la crisis provocada por el Covid.
El espacio que desea restar apoyos al independentismo señala el riesgo de que no se pueda organizar una candidatura única. El catalanismo que representa Lliures, la Lliga Democràtica y Convergents, por un lado, y el Partit Nacionalista de Catalunya y Units per Avançar, por otro, asume lo que se juega: “Es posible que el independentismo, esta vez, y gracias al peso que todavía mantenga Puigdemont, pase del 50% de los votos. Si eso pasa, ¿renunciarán a volver sobre sus pasos y acelerar el proceso independentista aunque estemos ahora en otra situación?”, señalan fuentes de esos partidos que buscarán hasta el último segundo un acuerdo electoral.
El apoyo, por tanto, de esas clases altas que se dejaron seducir por Puigdemont será, de nuevo, decisivo, ante el desconcierto y perplejidad de economistas como Piketty.