Carles Puigdemont ha puesto un poco de orden al fragmentado espacio posconvergente. Su "nuevo" partido suelta lastre del PDeCAT, confirmando así que la maldición cainita que hasta ahora sufría ERC se ha apoderado de los herederos de Convergència. El intercambio de papeles incluye el rol que ahora desempeña ERC en Madrid y que antes representó Jordi Pujol.

Sin embargo, cabe preguntarse si la formación del fugado a Waterloo amenaza la victoria que las encuestas otorgan a ERC, si Puigdemont puede ganar posiciones como garante de las esencias independentistas o el fragmentado espacio catalanista puede robar votos a los republicanos. Varios expertos analizan la situación. Y aconsejan no perder de vista al PSC y el “efecto Illa”.

David Bonvehí, presidente del PDECat (formación heredera de CDC), junto a Marta Pascal, líder del Partit Nacionalista de Catalunya (PNC) / EFE

Hasta ayer, este espacio político incluía a nueve partidos nacidos de la extinta CiU. A saber: PDeCAT, Junts per Catalunya (JxCat), Demòcrates, La Crida, Partit Nacionalista de Catalunya (PNC), Lliga, Lliures, Units per Avançar y Convergents. El anuncio de Puigdemont clarifica posturas, pero abre la incógnita de qué pasa con la marca Junts per Catalunya. Una coma marca la diferencia, pues en el documento presentado ayer por el fugado figura la sigla Junts, per Catalunya. La original pertenece al PDeCAT, que es el que le permite tener cuota mediática electoral.

Puigdemont, de 'izquierdas'

“Cada partido tiene una graduación distinta de independentismo; los hay que son partidarios de la unilateralidad y los hay que prefieren la vía escocesa. Pero se está produciendo una situación inesperada; algunos de aquellos que han sido representantes del centro-derecha en Cataluña están mostrándose más partidarios de querer representar al centro-izquierda o a la izquierda. Aquí nos estamos refiriendo al nuevo partido que Puigdemont quiere impulsar”, explica Paris Grau, profesor asociado de Sistema Político y Constitucional de la Universitat Barcelona (UB).

Éste considera que el surgimiento del PNC o una posible refundación de Units “no supone competencia alguna para ERC, porque estos partidos quieren seguir captando votos en el centro-derecha catalanista-independentista. Ahora bien, la nueva formación de Puigdemont es una clara apuesta para perjudicar a ERC”, señala. En este sentido, el candidato o candidata que Puigdemont imponga para las próximas elecciones catalanas --se da por hecho que el expresidente encabezará la lista de forma simbólica-- debe ser “alguien fiel a él, de perfil revolucionario, partidario de la unilateralidad y que se presente como un referente de la izquierda nacida del establishment”, afirma Grau. Muchos son los nombres que han sonado hasta el momento: Laura Borràs (sus problemas judiciales son un gran handicap), Marta Madrenas, Jordi Puigneró, Joan Canadell, Damià Calvet

Un partido 'revolucionario'

Dicho de otra manera “si ERC se presenta como un partido moderado, el de Puigdemont debe ser revolucionario; si ERC se presenta como un partido con capacidad para dialogar con partidos del resto del Estado y facilitar la gobernabilidad de España, el de Puigdemont debe presentarse como el azote a todo aquello que suene a español, estabilidad y acuerdo”.

Divide et impera es una máxima que han conocido todos los grandes generales de la historia. La división ha llegado tanto a la CUP, con la salida de Poble Lliure y el Front Republicà, como al espacio de JxCat con el PNC de Marta Pascal y Campuzano”, recuerda Óscar Guardingo, exsenador de Podemos.

A su juicio, la ruptura de Puigdemont con el PDeCAT para formar un nuevo partido “son en principio buenas noticias para ERC en la particular batalla de los de Junqueras para superar a los de Puigdemont dentro del bloque independentista y ser el partido más votado en las elecciones al Parlament, que se supone que se celebrarán este otoño”.

La marca Puigdemont

Según Guardingo, “los problemas se han acelerado en las filas posconvergentes ante la proximidad de la convocatoria de elecciones. Puigdemont se lleva el capital político que su liderazgo supone entre un importante sector del votante independentista, así como el apoyo de Torra, los presos y casi todos los consejeros de su formación, pero del PDeCAT se quedan con la marca JxCat y los espacios electorales. Es difícil calcular el desgaste electoral que supondrá esto, pero por mínimo que sea, en ERC ven más seguro que nunca poder confirmar los pronósticos de las encuestas y ganar a sus rivales dentro del independentismo y al mismo tiempo ser el partido más votado de Cataluña, algo que ya consiguió en las generales”. Aunque seguidos muy de cerca por el PSC.

En efecto, los últimos sondeos de intención de voto coinciden en que ERC ganaría las elecciones catalanas, aunque tendría que elegir entre un tripartito con los comunes y el PSC o volver a pactar con los neoconvergentes. Sobre un posible tripartito, Oriol Bartomeus asegura que “no lo veo por ningún lado”. Cree que la atomización posconvergente beneficia a Esquerra porque “les presenta como sólidos frente al lío de siglas y partidos”. Pero ve un problema: que Puigdemont “se presente como el puro” en materia de esencias independentistas. 

 

Encuesta de GESOP para 'El Periódico de Catalunya'

Sin embargo, estos cálculos aritméticos y electorales podrían fallar. “Las divisiones dentro del independentismo no solo arañarán votos al nuevo partido de Puigdemont. También dan una imagen de fin de ciclo político”, admite el exsenador de Podemos. El procés “muestra evidentes síntomas de agotamiento y descomposición. La situación política en Cataluña se ha destensionado y la crisis del Covid-19 trae otras preocupaciones a la ciudadanía”, afirma Óscar Guardingo.

El 'efecto Illa'

En este sentido, “conviene no perder de vista al PSC, que podría beneficiarse del mal momento electoral tanto de Ciudadanos como de Podemos y comuns, y rentabilizar también que Salvador Illa es el ministro mejor valorado en últimos estudios de opinión, lo que reforzaría la imagen de este partido como partido de gestión”. 

ERC no lo tiene todo ganado y la sensación dentro del partido es ambivalente. Por un lado, ven cómo su maldición cainita la sufre ahora el espacio postconvergente. Los papeles se han intercambiado: incluso el rol conciliador que Jordi Pujol ejercía en su tiempo Madrid ahora lo asumen los republicanos, así como su apuesta por el diálogo con el Gobierno.

Salvador Illa, ministro de Sanidad y dirigente del PSC

Pero, por otro lado, el partido liderado por Oriol Junqueras sabe que los tiempos electorales son importantes. Las fechas que se barajan para los comicios autonómicos --27 de septiembre o 4 de octubre-- están muy pegadas a la resolución del recurso contra la condena de Torra, al debate sobre la retirada de la inmunidad parlamentaria de Puigdemont en la Eurocámara y a la celebración de aniversarios icónicos del independentismo --como el referéndum del 1-O--. Y eso puede beneficiar al de Waterloo.

La fecha electoral, decisiva

El profesor titular de Ciencia Política en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Gabriel Colomé, considera que el movimiento que ha hecho a Puigdemont “puede beneficiar a ERC, pero en función de cuándo sean las elecciones o de cómo se planteen”.

“La política catalana está formada por dos bloques estancos. No sabemos qué impacto tendrá el nuevo partido de Puigdemont en su bloque, si fragmentará todavía más ese espacio”, añade Colomé, para quien “la gran pregunta es si el bloque independentista duro mantendrá la mayoría electoral y quién quedará primero, Junts o ERC”.