Endosar a ERC los fallos de la gestión sociosanitaria en Cataluña ante el coronavirus se ha convertido en una estrategia peligrosa para Junts per Catalunya (JxCat). La operación de desgaste del futuro rival en las urnas que los duros de Carles Puigdemont defienden ha agrandado el abismo que separa a Quim Torra de Pere Aragonès. Hasta el punto de que el vicepresidente económico, según explican fuentes soberanistas, ha decidido ocultar información al president, sabedor de que, además, los neoconvergentes más radicales pretenden que los republicanos encajen los golpes dirigidos al presidente del Gobierno Pedro Sánchez para, de esta forma, cuestionar los acuerdos entre ERC y PSOE.

Sin embargo, miembros del entorno del Torra advierten de las consecuencias de extremar las críticas de la gestión de ERC –titular de las consejerías de Salud y Asuntos Sociales—, dado que el sistema presidencialista que Jordi Pujol implantó en Cataluña otorga todo el protagonismo al jefe del gobierno catalán. Y aunque su titular actual ya no tiene más recorrido, entre los asesores de Presidencia comienza a inquietar la posibilidad de que la marca Puigdemont no lo aguante todo en unas elecciones catalanas, previsiblemente a celebrar en octubre como muy pronto. Y que sus posibles sucesores –Miquel Buch o Jordi Puigneró, por poner dos ejemplos de candidatos a presidenciables—también están tocados por la crisis del coronavirus.

¿A quién pasará factura la crisis?

Dicho de otra manera, ésta es la pregunta que circula en los mentideros del Palau de la Generalitat: ¿A quién pasará más factura la fallida gestión de la pandemia, a Junts per Catalunya o a ERC? La respuesta, admiten, no está nada clara. El fiasco más reciente, el del reparto de mascarillas que Torra anunció de forma precipitada en una entrevista radiofónica, ha dado la razón a esa decisión de ERC de ocultar determinada información. Ocurrió a finales de marzo, cuando Aragonès escondió a Torra la compra de un millón de mascarillas hasta que el avión no aterrizó y se pudo garantizar el éxito de la operación, dado el precedente de Turquía y el material de protección retenido.

“El vicepresidente quería impedir que Torra anunciara la llegada del material antes de tiempo, hiciera el ridículo o utilizara el asunto para atacar de nuevo al Ejecutivo español”, explica una fuente conocedora del proceso.

Precipitación

El tiempo ha dado la razón a los republicanos pues, el pasado jueves, Torra anunciaba precipitadamente el envío de 14 millones de mascarillas a las farmacias para ser repartidas entre la ciudadanía a través de la tarjeta sanitaria a partir del 14 de abril. Lo hizo sin tener atada la operación, que tuvo que rectificar a las 24 horas ante las advertencias del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona. Por no hablar de la metedura de pata de la consejera de Presidencia y portavoz, Meritxell Budó, quien dijo que esas mascarillas eran reutilizables, para luego admitir el error, pues son quirúrgicas R2, y no FFP2. Finalmente, esas mascarillas estarán listas para su distribución una semana más tardeel lunes 20 de abril.

Budó, Buch y Vergés se han convertido en las caras visibles de una crisis cuyo momento más álgido ha sido la dramática situación en las residencias de ancianos. Una competencia que gestiona ERC y que ha sido traspasada a Salud como solución de urgencia.

 

 

Caos en las residencias de Cataluña por el Covid-19 / TV1

Victoria pírrica

Torra criticó públicamente la actuación de los republicanos en ese ámbito, algo que puede volverse en contra de quienes aspiran a sucederle, pues poner el foco en el consejero Chakir El Homrani, un republicano con poco perfil político e incluso mediático --tampoco lo es Vergés--, puede suponer una victoria pírrica para Torra y el entorno de Puigdemont, el más demoledor en sus embestidas: tildó de “crimen” la gestión de las residencias.

Aragonès tampoco informó a Torra de su decisión de transferir las competencias de las residencias a Salud, pues fue una decisión tomada personalmente por el número dos del Ejecutivo catalán que el president se encontró encima de la mesa en un consell executiu.

Sin embargo, en esos círculos neoconvergentes crece la sospecha de que ERC está encajando los golpes dirigidos también hacia el Gobierno. Mantener una estrategia de confrontación política en plena crisis sanitaria ha derivado en discursos ridículos, como el de Buch, Puigneró y la “ofensiva” cifra de mascarillas que repartirá el Gobierno, 1.714.000 en Cataluña, azuzada por los teóricos de la conspiración que asesoran a Torra. Por no hablar del uso que el consejero digital del Govern hace de la “estadística de muertos”, como le recordó la diputada de ERC, Anna Caula, en un tuit.