Carles Puigdemont parece haber recuperado la fe europeísta después de que el fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre la inmunidad de Oriol Junqueras mientras se encontraba en prisión preventiva le haya permitido, a él y a su compañero de JxCat Toni Comín, obtener la acreditación como europarlamentario.
La actual euforia de Puigdemont y su aplauso a la justicia y las instituciones europeas --"hay que cumplir las leyes", dice ahora el artífice del referéndum ilegal del 1-O y la DUI-- contrastan con sus airadas críticas a las mismas cuando éstas no le han dado la razón desde que se fugó de la Justicia española por impulsar el procés independentista catalán.
El expresidente de la Generalitat ha sido prolífico en sus ataques verbales a Europa al comprobar, durante estos más de dos años que vive fugado en Bélgica, el rechazo de sus Estados y Gobiernos a apoyar su secesionismo unilateral, al tiempo que han respaldado sin fisuras a la democracia española. La radicalidad del político nacionalista, en ocasiones, se ha asimilado a la de las formaciones más euroescépticas de la Cámara.
'Guiños' a Rusia
Así, tres semanas antes de iniciarse el juicio del procés independentista en el Tribunal Supremo el pasado mes de febrero, Puigdemont denunciaba “la completa destrucción de la autoridad moral de la UE” en el diario ruso Komsomólskaya Pravda. Un medio en el que, además, expresaba su predisposición a entenderse con el Gobierno ruso de Vladimir Putin, acusado con frecuencia de pretender desestabilizar a la UE.
"Una Cataluña independiente también será amiga de Moscú", decía Puigdemont por esas fechas, subrayando que Rusia "es uno de los países más influyentes de la tierra y la Cataluña independiente mantendrá relaciones cercanas y amistosas con ella. Al igual que con todo el mundo". El expresident, sin embargo, calificaba de "tonterías" las especulaciones sobre la hipotética injerencia rusa en el procés independentista.
"¿Quieren ustedes pertenecer a esta UE?"
El resquemor de Puigdemont hacia Europa venía de lejos, pues así lo había ido expresando desde que se fugó de España, a finales de octubre de 2017. Ya a los pocos días de instalarse en Bruselas, concretamente el 26 de noviembre de 2017, el dirigente postconvergente llegaba a plantear la posibilidad de realizar un referéndum sobre la permanencia de Cataluña en la Unión Europea (UE).
El ahora eurodiputado se mostraba partidario del euro y de la UE aunque, eso sí, decidido a “trabajar para cambiarla”. Esta fue su respuesta cuando se le preguntó si descartaría un Catexit: “Los que no lo descartan son los españoles y los europeos, porque no paran de decir que nos vamos a quedar fuera de la UE, pero quien debe tomar esa decisión son los ciudadanos de Cataluña, como deberían tomarla libremente los otros ciudadanos de Europa. ¿Quieren ustedes pertenecer o no a esta Unión Europea? ¿Y en qué condiciones? Vamos a ver qué dice el pueblo de Cataluña”, manifestó al canal público israelí Canal 1Kan, alineándose de este modo con la senda del Brexit en Reino Unido.
"Club de países decadentes"
No contento con ello, el expresident calificaba a las instituciones comunitarias de “club de países decadentes, obsolescentes, en el que mandan unos pocos” y “muy ligado a intereses económicos cada vez más discutibles”. Por todo ello, sostenía, “a lo mejor no hay mucha gente que quiera seguir formando parte de esta UE, la de Juncker y Tajani”.
Su idea de hacer esta consulta fue incluso respaldada por Marta Rovira. Pese a asegurar que ERC no es euroescéptica, la secretaria general de los republicanos, fugada a Suiza, afirmó en una entrevista a Catalunya Ràdio que "no sé si se tendrá que hacer un referéndum o no. En todo caso, no nos opondremos a las urnas. Si la mayoría del país quiere hacer un referéndum, ya hablaremos", decía.
A raíz de la controversia que sus palabras originaron entre sus propios correligionarios, Puigdemont intentó rectificarlas horas después en sus redes sociales, donde aseguró que "el catalanismo es indudablemente europeísta”. A su peculiar modo de ver, "el caso catalán es una oportunidad de avanzar hacia una Unión Europea más fuerte, donde la ciudadanía tenga cada vez más poder de decisión y los Estados tengan menos. Este es el verdadero espíritu europeo".
Asedio y mensaje amenazante a la Comisión Europea
Un año después de esta andanada, Puigdemont volvió a arremeter con dureza contra Europa por no hacerle el menor caso, a él ni al procés. El líder postconvergente no dudó en aplaudir y celebrar, el pasado 1 de febrero, una concentración de la asociación independentista ANC ante la sede de la Comisión Europea (CE) en Barcelona para reclamar el “derecho de autodeterminación”. Y aprovechaba la ocasión para arremeter contra este organismo, al que acusó de “cobardía” y de mentir.
El dirigente fugado consideraba "una vergüenza para la democracia europea" el inminente inicio del juicio a los líderes del procés. Y, por ello, le reclamaba a la Comisión que "reaccionara". "¡Hagan algo, además de apoyar la represión española!", exclamaba con un mensaje en inglés en su perfil de Twitter.
Ya en catalán, añadía lo siguiente: “Es importante que la Comisión Europea sepa que nuestro europeísmo nos lleva a ser muy exigentes con los estándares democráticos de la Unión. Y no, no olvidaremos su silencio y su cobardía. Ni de sus mentiras para favorecer la represión del Estado”. Esa misma tarde, los activistas de la ANC ocuparon durante unas horas la sede barcelonesa de la CE.
La furibunda reacción del líder posconvergente se producía horas después de que el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, insistiera en que España es un Estado de Derecho "indiscutible" y con "tribunales independientes", en contra de lo que sostiene el independentismo catalán. Desde las instituciones comunitarias siempre se ha considerado la situación de Cataluña un asunto interno de España.
Fobia a Tajani
Entre los principales destinatarios de sus críticas figuró, hasta su marcha tras las pasadas elecciones comunitarias, el ya expresidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, quien siempre le recordó que “atacar la Constitución de un Estado miembro es atacar el marco legal de la UE”.
Para Puigdemont, Tajani formaba parte de la “deriva demofóbica que puede acabar afectando a la reputación de la democracia europea”, según sostenía después de que el italiano le impidiera dar una conferencia en la Eurocámara junto a Quim Torra el pasado 15 de febrero, bajo el argumento de poner en riesgo la seguridad de la institución después de los incidentes en la concentración de la ANC en la sede barcelonesa de la CE un par de semanas antes.
Los dos líderes postconvergentes enviaron incluso una carta a Tajani instándole a rectificar lo que consideraban como un acto de “censura”. "No es una buena señal dejarse arrastrar por esta actitud censora, es un mensaje muy negativo de cara a los ciudadanos europeos".
Vacío internacional
Pese al fallo del TJUE y su acreditación como eurodiputado, las soflamas del expresident han caído siempre en saco roto en el seno de la UE, y han sido acogidas con “sorpresa relativa” en las mismas, según reconocía ya un alto responsable comunitario a Crónica Global a finales de 2017, quien además recordaba que la UE llevaba años avisando de que la independencia unilateral de Cataluña no será nunca aceptada.
Las mismas fuentes lamentaban que, por culpa del líder de Junts per Catalunya, “la imagen de la Cataluña proeuropea, abierta, moderna, cosmopolita y emprendedora haya dado paso a una imagen mucho más bronca y con tonos euroescépticos. Obviamente no es la Cataluña real, pero sí una parte de la Cataluña política”.
Y ahora... "pueden confiar en Europa"
Ahora que la sentencia del TJUE sobre Junqueras le ha resultado favorable, Puigdemont parece haber recuperado su fe europeísta: "Los ciudadanos europeos pueden confiar que en última instancia hay un tribunal independiente que vela por las garantías de todos", decía este viernes tras recoger junto a Comín su acta de diputado.
Paradojas del destino porque, también ahora, Puigdemont apela sin dudar al hecho de que "hay que cumplir las leyes". No parecía pensar lo mismo durante su mandato como presidente de la Generalitat, cuando en octubre de 2017 incumplió la Constitución y la legislación española llevando a cabo el referéndum ilegal secesionista del 1-O y una declaración unilateral de independencia de Cataluña (DUI), sin que los partidos que los impulsaron en el Parlament --JxCat, ERC y la CUP-- llegaran siquiera al 48% de los votos. Unos incumplimientos legales de los que se jactó, incluso, posando ante las cinco advertencias del Tribunal Constitucional que le instaban a no seguir con el procés ni llevar a cabo la votación.