El contexto en el que se acaban de abrir las negociaciones entre PSOE y ERC sobre la investidura de Pedro Sánchez no es el más propicio. El encarcelamiento de los dirigentes independentistas, entre los que se encuentra su propio líder, Oriol Junqueras, obliga a preparar a conciencia un relato que neutralice las acusaciones de traición por pactar con “el PSOE del 155”. Pero es que, además, la cimentación de esos puentes --que nunca se rompieron-- entre republicanos y socialistas coincidirán con la designación oficial de Pere Aragonès como sucesor de Junqueras. De ahí que ERC quiera alargar los plazos y, sobre todo, posponer hasta después de la investidura la reunión bilateral entre Gobiernos. Una exigencia que comparte Junts per Catalunya (JxCat), más enrocada en el ‘no’ y que amenaza con convocar elecciones catalanas si, finalmente, los actuales socios de Gobierno votan diferente en el nombramiento de Sánchez.
Ese adelanto electoral es uno de los principales temores de ERC, que podría quedar en evidencia ante la parroquia secesionista más irredenta.
Sin embargo, las negociaciones no han hecho más que comenzar. El núcleo de Aragonès está satisfecho con los pasos dados hasta ahora, esto es, consulta a la militancia, prudencia y voluntad de diálogo. No ha expresado igual entusiasmo el sector más aguerrido del partido, el que encabeza la todavía secretaria general, Marta Rovira, quien permanece fugada en Suiza. Entorno a ella, Roger Torrent, Marta Vilalta y Sergi Sabrià se muestran más tibios en esos acuerdos.
El congreso del día 21
No en vano, Aragonès ha visualizado esos contactos, mientras que Torrent, presidente del Parlament, es el contrincante del vicepresidente catalán por la candidatura a la presidencia de la Generalitat. Fuentes parlamentarias señalan que Junqueras ya ha ungido a Aragonès como presidenciable, pero todavía no se lo ha comunicado a Torrent. El 21 de diciembre, ERC celebra su congreso, en el que se tendría que oficializar la sucesión, ya que la sentencia de Junqueras es firme y está inhabilitado para ejercer cargo público. No obstante, sigue tomando las decisiones de calado desde la cárcel de Lledoners, donde el lunes recibió la visita del expresidente catalán, José Montilla. Las reuniones entre el republicano y el socialista en el centro penitenciario son habituales, pero la de esta semana está cargada de simbolismo.
Estos gestos no agradan al partido de Carles Puigdemont, cada vez más entregado a las tácticas de la CUP, y que se ve fuera de juego --por número de diputados y por tozudez unilateral-- de esas negociaciones con el PSOE. Amenazan, según dirigentes soberanistas, con convocar elecciones --es el presidente Quim Torra quien tiene la potestad para hacerlo-- si el voto entre los socios de Govern es diferente en la investidura de Sánchez. Se trata de uno de los grandes temores de ERC, el de ejercer de socio del PSOE en plena campaña electoral, con la euroorden de Puigdemont y la inhabilitación de Torra pendientes de resolución.
¿Mas o Borràs?
Pero tampoco es que JxCat tenga en estos momentos una partido pacificado, pues todavía debe decidir si, finalmente, es Artur Mas, apoyado por el PDeCAT, o Laura Borràs, la opción de Puigdemont, el futuro candidato a la presidencia de la Generalitat.
Que ERC quiera dar protagonismo a Torra en esa mesa bilateral, que la consejera de Presidencia, Meritxell Budó, también prevé para después de la investidura, es un gesto que demuestra lealtad institucional. Pero que también rezuma inquietud respecto a un plante de los neoconvergentes.