Desde el programa APM a Polònia, el humor de TV3 ha consistido muy a menudo en ridiculizar a España, los españoles y los catalanes no independentistas a niveles mucho más beligerantes que el consenso tácito que rige los cánones de la sátira política cuando se practica hacia los representantes del nacionalismo, desde JxCat a la CUP. Es así como padres que piden un modelo de educación bilingüe en Cataluña son caricaturizados en Polònia como fascistas (con elementos distintivos como el bigote) o se puede llegar a llamar “putos perros de mierda” a los Mossos d’Esquadra en Està Passant.
Todos estos programas se emiten por la televisión pública y son productos audiovisuales elaborados por Minoría Absoluta, productora fundada por Toni Soler. El debate principal estriba en el hecho de que el medio público, que debe regirse por unos estándares de neutralidad, pluralismo y representatividad de todos los catalanes, se haya convertido en una vía de comunicación que infrarrepresenta a la mitad de contribuyentes que la pagan. La Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA) tiene un presupuesto de más de 300 millones de euros y la productora de Soler se ha embolsado más de ocho millones por los servicios que le encarga TV3.
La nacionalización de las masas
Pero la denuncia del sindicato CSIF contra el humorista de TV3 por considerar que el gag en Està Passant podía constituir un delito de odio contra la policía ha reabierto otro debate más allá de los estándares sobre la televisión pública. Y es el uso del humor como arma para crear un imaginario colectivo que denigre a ciudadanos o instituciones que forman parte de la misma sociedad. “El intento de entender el humor político tiene un largo recorrido. Pensadores como Aristóteles, Hobbes, Freud o Bajtin, entre otros muchos, reflexionaron sobre su significado e intención”, explica el sociólogo experto en comunicación y marketing Moisés Alonso.
Otro sociólogo que abundó en cómo el nuevo estilo político del nacionalismo --opuesto a la democracia liberal-- de la Alemania de los años 30 llevó a cabo una “nacionalización de las masas” mediante todos aquellos elementos que servían para conformar un nuevo culto político fue George L. Mosse. La propagación de los medios de comunicación estaba todavía en ciernes, pero las asociaciones civiles fomentaron a través de actos festivos y liturgias, de símbolos y mitos nacionales, la conciencia de un pueblo. El folkore y la cultura fueron elemento clave en el auge del nacionalpopulismo y en la definición de “religión secular” que confirió Mosse a este fenómeno político.
“Expresión de superioridad”
Alonso cree que “el tipo de humor político”, que es el que más se explota en TV3, puede interpretarse como “una expresión de superioridad o como una vía de desahogo”. En el primer caso, quien construye el discurso humorístico o hace la broma, “se sitúa por encima de aquello de lo que se burla”, añade. En el segundo caso, “el humor serviría al sujeto que hace la broma para liberarse de la angustia que pueda sentir por determinadas restricciones sociales”.
En uno de los últimos sketches de Polònia se puede ver a un Franco que --igual que uno de los protagonistas de Cadena perpetua-- sale de su “encierro” en el Valle de los Caídos, ve que la España actual es muy parecida a la de su época, en plena dictadura, y se alegra. Alonso considera que se recurre “a la exageración y simplificación” para dar a entender que la "vieja España no está tan lejos de la nueva”. “La sátira política que se puede ver en estos programas contrapone así a una supuesta España opresora frente a una supuesta Cataluña libertadora y, como es habitual, habrá una parte que le hará gracia y a otra que no. A fin de cuentas, el humor es la continuación de la política por otros medios”, concluye.
El mañana nos pertenece
El adanismo político nos lleva a pensar que todo empieza de nuevo. Pero el humor de Soler ha servido a muchos otros regímenes para manipular a las masas o deshumanizar al adversario político. La película Cabaret (1972), dirigida por Bob Fosse, cuenta con una escena bucólica, pastoril, del ascenso del nazismo en Alemania. Al principio son todo canciones alegres que unen a mujeres, niños y hombres en torno a una mesa. En la escena solo hay un anciano que mira con preocupación la exaltación de las masas --le recuerda a algo ya vivido por él, como fue la Primera Guerra Mundial--.
La escena termina con uno de los protagonistas de la película que le pregunta al otro: “¿Sigues creyendo que les pararéis los pies?”, frase que da a entender que cualquier movimiento que apele a los instintos más primarios es susceptible de degradarse y derivar en violento, por lo que no debe infravalorarse.
Del mono judío a los "putos perros de mierda"
El humor siempre ha servido para ridiculizar a los adversarios políticos y no es nuevo apelar a animales para criticar a los oponentes. Es así como en la impactante escena del show de Cabaret aparece un mono en el escenario al que le llaman “judío”.
Los tiempos han cambiado, los nazis se alzan con el poder, y también el humor se modifica