Las protestas del independentismo violento contra la sentencia del procés han desbordado las previsiones del propio Govern de la Generalitat. Las imágenes de caos, disturbios, llamas y descontrol causadas por los radicales secesionistas en Barcelona y en otras ciudades de Cataluña este martes por la noche evidencian que a los líderes del Gobierno catalán la situación se le ha escapado de las manos. Las movilizaciones incentivadas desde el ejecutivo autonómico se les han vuelto en contra como un bumerán. El rechazo a la violencia expresado por sus líderes, como el vicepresidente Pere Aragonés --y su apelación a evitar "un 155 encubierto"--, ha caído en saco roto. Pasada la medianoche, la Generalitat guardaba silencio al respecto.
La imagen del centro de la capital catalana hacia esas horas era ya desoladora y apocalíptica. Pasada la una de la noche, unos 400 vándalos seguían avivando hogueras en pleno centro de la ciudad, en las inmediaciones de paseo de Gràcia y calle Diputació, mientras proferían gritos como "viva Cataluña" o "las calles serán siempre nuestras". Los exaltados, la mayoría jóvenes, arrastraban y quemaban contenedores, lanzaban vallas hacia las hogueras, y las llamas alcanzaban una altura de unos cuatro metros, alcanzando y quemando incluso algunos árboles.
Y todo ello, sin presencia policial que lo evitara --ni Mossos d'Esquadra, Guardia Urbana hacían acto de presencia para frenarles--, y mientras los Bomberos de Barcelona trataban de apagar sus destrozos y un helicóptero sobrevolaba la zona. A lo largo de toda la jornada del martes, se produjeron 25 detenciones en Cataluña a causa de las protestas independentistas: más de la mitad de ellas, en Tarragona (13), ocho en Lleida y sólo tres detenciones en Barcelona, a la que se suma otra más en Sabadell, según Europa Press.
Divisiones y el 'Tsunami'
Ya el día anterior a estos lamentables sucesos, las contradicciones del presidente catalán --que instó a los ciudadanos a salir a la calle a protestar para luego “enviar” a los Mossos d’Esquadra a cargar contra ellos en el aeropuerto de El Prat--, unidas a las diferencias entre Junts per Catalunya (JxCat) y ERC sobre la hoja de ruta a seguir, confirmaron el abismo existente entre los dirigentes secesionistas y un activismo teledirigido por ese Tsunami Democràtic creado por el núcleo duro de Carles Puigdemont, que no ha logrado “paralizar el país”, pero sí prenderle fuego.
Las imágenes de las concentraciones en el aeropuerto fueron impactantes, pero también la desconexión con una élite política --Artur Mas o el propio Puigdemont-- que, tiempo atrás, logró capitalizar esos movimientos a través de la Assemblea Nacional de Catalunya y Òmnium, entidades que dieron la espalda hace tiempo a los partidos por frustrar las expectativas de construcción de su anhelada república catalana.
ERC aguanta la presión
No es ajena a esa desunión secesionista el miedo a la desobediencia en la que podrían incurrir los actuales mandatarios catalanes. Como se sabe, ERC ha logrado hasta ahora frenar los embistes de Puigdemont en el Parlament, presidido por el republicano Roger Torrent. No ha sido tarea fácil para el partido liderado por Oriol Junqueras, dispuesto a aguantar sin nuevos desafíos parlamentarios que coloquen a Torrent en la misma situación que Carme Forcadell, una de las condenadas por la sentencia del Tribunal Supremo.
Se trata de una iniciativa en la que la única referencia a la autodeterminación es para aludir al referéndum del 1-O, objeto de enjuiciamiento y sentencia. Es decir, que nada se dice de trabajar a favor de ese derecho que, ayer mismo, durante la tradicional ofrenda floral con motivo del 79 aniversario del fusilamiento del expresidente catalán Lluís Companys --cargado de simbolismo para los independentistas--, reivindicó Torra.
Torra sigue 'apretando'
A pesar de esa reivindicación, Junts per Catalunya se ha sumado a ERC en la Mesa del Parlament para evitar la votación de una resolución que marque los siguientes pasos a seguir. En lugar de señalar un Pleno extraordinario sobre la sentencia del Supremo, lo que implica debatir y votar iniciativas, los secesionistas han limitado la respuesta a las condenas a una comparecencia de Torra, que será este jueves. Siempre cabe la posibilidad de que se cambie el orden del día y que se pueda aprobar un pronunciamiento. Pero, de momento, las discrepancias entre JxCat y ERC se mantienen. “Torra aprieta y parece ser que es el único que quería votar, pero ni JxCat ni ERC quieren líos”, explican fuentes parlamentarias. La CUP era la única formación que pedía una sesión con votación, mientras que PP, Ciudadanos y PSC ven como los independentistas se cuecen en sus contradicciones.
Así, mientras los republicanos insisten en que la convocatoria de elecciones es la mejor salida --también para ellos, ya que la reactivación de la euroorden supone un balón de oxígeno para Puigdemont--, los neoconvergentes quieren esperar precisamente a ver cómo transcurre esta semana y medir su músculo en las elecciones generales del 10N.
JxCat lee la letra pequeña de la sentencia
Sea por el efecto ejemplificador de la sentencia, sea por la capacidad de resistencia de ERC, lo cierto es que los neoconvergentes comienzan a admitir que el margen de maniobra para hacer proclamas independentistas en la Cámara catalana es muy limitado. El portavoz de JxCat, Eduard Pujol, lo admitía ayer ante los medios de comunicación, tras referirse a la letra pequeña de la sentencia, que "cuestiona las movilizaciones y la actuación de los políticos.
Todo ello obliga a tener una mirada más estrecha respecto a quien puede hacer trampa, que es el Estado". A pesar de insistir en "la gravedad del momento", Pujol cree importante la comparecencia del president, aunque no tenga lugar esa unidad independentista.