Entre 400 y 500 antisistema, de procedencia geográfica e ideológica diversa, con técnicas de guerrilla y que se apuntan a cualquier tipo de movilización. Este es el perfil de los radicales que ayer incendiaron Barcelona, apoyados de adolescentes que, a modo de ritual iniciático, se apuntaron a los altercados como si se tratara de un botellón.
La Policía Nacional y la Guardia Civil conocen desde hace años, por la experiencia acumulada en el País Vasco, los movimientos de estos grupos, a quienes la sentencia del Tribunal Supremo sobre el procés ha servido de excusa para arrasar la ciudad.
“Barcelona es ya, de por sí, la capital del anarquismo. Situaciones como las de ayer dan lugar a una confluencia de todo tipo de ideologías. Con movilizar a 400 o 500 ya tienen suficiente para provocar un caos”, explican fuentes policiales. Desde los propios independentistas radicales de la órbita de Junts per Catalunya y ERC, teledirigidos por Tsunami Democràtic –el movimiento creado por Carles Puigdemont en Waterloo al que también se le ha ido de las manos el control de estos vándalos--, pasando por la ultraderecha nazi, la izquierda revolucionaria, anarquistas y “jóvenes con ganas de jaleo como si estuvieran de botellón”, añaden estas fuentes.
Se mueven en pequeños grupos, como demostraron en sus rápidas y concretas acciones en el centro de la ciudad. Ya de madrugada, estos antisistema, entre los que había mucho encapuchado y poca bandera estelada, seguían quemando contenedores y construyendo barricadas en el cruce del paseo de Gràcia con Gran Via para dejar claro que las calles seguían siendo suyas y que no estaban dispuestos a dejar pasar a los Mossos d’Esquadra ni a los Bomberos. Éstos eran abroncados cuando intentaban apagar el fuego. De ahí que aprovecharan el traslado de los radicales a otros puntos del centro de la Ciudad Condal –movimientos rápidos, al grito espontáneo del primer antisistema erigido en cabecilla—para intervenir.
Evitar males mayores, indican estos expertos policiales consultados, es la causa de esa prudencia, entendida como pasividad, de unos Mossos d’Esquadra superados por las circunstancias. Política y operativas.
Selfies, parejas de adolescentes inmortalizando su amor ante las hogueras y llamadas a amigos y familiares para explicar que están bien. “Frivolidad peligrosa ¿quién con 20 años no ha querido apedrear a la policía?. Lo de menos es la causa independentista que hay detrás”, afirman las citadas fuentes.