Ahora ya es urgente. O candidatura, compromiso electoral, o mejor emplear el tiempo en otra cosa. Hace falta voluntad política, y recursos económicos y humanos. Y, principalmente, que la coyuntura ayude. Eso es lo que no está en manos de Lliures, de la Lliga Democràtica y de Convergents, las tres entidades políticas que este miércoles suscribieron un “acuerdo catalanista de centro”, y que resultó “muy satisfactorio” y con posibilidades de éxito. Las prisas, en todo caso, condicionan el proyecto. La obsesión es que salga adelante, porque la oferta crea la demanda, y sin ésta no se podrá saber si realmente hay agua en la piscina catalanista no independentista del centroderecha.
Miembros de la Lliga, de Lliures, Convergents y otras personalidades de la órbita catalanista celebraron este miércoles un almuerzo en el restaurante El Principal, en Barcelona, con el objeto de establecer una estrategia común. Estaban Astrid Barrio, presidenta de la Lliga Democràtica y su secretario general, Josep Ramon Bosch; el fundador e impulsor de Lliures, Antoni Fernández Teixidó, Roger Muntañola, también de Lliures, y otros profesionales vinculados al catalanismo, como Josep Miró i Ardèvol; el periodista Ricard Fernández Deu; Montserrat Nebrera, cercana a Lliures; el exeurodiputado del PP, Santiago Fisas, y representantes de Convergents: Teresa Pitarch, Remei Gómez y Miquel Trilla. En total 19 asistentes, de los que 16 firmaron el documento.
La cuestión del referéndum
¿Diferencias? Los tres dirigentes de Convergents, el partido que constituyó el exconsejero de la Generalitat, Germà Gordó, querían que se incluyera una referencia a un posible referéndum. Entiende la formación de Gordó que, al final del proceso que se inició en 2012, cualquier acuerdo al que se llegue con el Gobierno español se debería poder “votar en Cataluña”. Esa idea, la de un referéndum sobre algún acuerdo, no pasa por los planes de Lliures o de la Lliga Democràtica. Sin embargo, a pesar de esas diferencias, se ha establecido un “comité de enlace”, con el compromiso de profundizar en el acuerdo y llegar a elaborar una candidatura conjunta que podría pasar por una nueva formación que integrara a las tres que participaron en el almuerzo. Algunos impulsores del proyecto, como Eva Parera, han roto con la Lliga, al entender que significará un nuevo intento de pactar con fuerzas del centroizquierda, como explicó Crónica Global.
Al lado, próximo, pero no en el proyecto, está Units per Avançar, el partido que dirige Ramon Espadaler, que prefiere mantener su acuerdo con el PSC, al considerar que cualquier operación debe realizarse con cautela para que no pase lo que le ocurrió a él mismo: los 100.000 votos de Unió Democràtica en las elecciones de 2017 acabaron en nada, sin traslación en diputados. Los principios del acuerdo "catalanista" son claros: se trata de un catalanismo que quiere ir más allá del status quo, pero que no defiende la independencia. En el comunicado final se apuesta por una fuerza “catalanista de centro”, y que se reconozca la personalidad nacional de Cataluña, con una fiscalidad propia y la defensa de valores que forman parte del ideario liberal de centroderecha: menor peso de la tributación, defensa de los autónomos y las pequeñas y medianas empresas, y de la familia y los derechos individuales frente al poder coercitivo de lo público.
¿Un PP catalán?
Es una especie de puesta al día de lo que había defendido CiU, pero con la apertura a nuevas generaciones, y con una mayor atención a los postulados del liberalismo más clásico. Y sin las ambigüedades de Jordi Pujol.
¿Qué ocurre? Que si no hay una candidatura propia en las próximas elecciones catalanas, todo ese esfuerzo no habrá servido de nada. Lliures lleva más tiempo. Ha constituido un partido más organizado, con las ideas claras. La Lliga Democràtica es todavía un proyecto, una idea, la que defienden Barrio y Bosch. Algunos de sus interlocutores consideran que lo que pretenden, en realidad, es construir un nuevo PP catalán. Y Convergents tiene un problema importante: la propia figura de Gordó, atenazado por la investigación judicial por el caso 3%. El tiempo pasa. El votante que espera esa oferta existe, y según los sondeos demoscópicos podría ascender a 300.000 personas. Con un puñado de diputados en el Parlament, se rompería la actual mayoría independentista. Y se abriría el juego, con un nuevo esquema de posibles acuerdos y alianzas.
Y en Poblet...
Pero ese catalanismo se juega también en otro ámbito. Y es que hay otra plataforma catalanista que también se organiza y que, por ahora, es incompatible con la Lliga Democràtica y con Lliures. Se trata de El País de demà, que reunirá este sábado en el monasterio de Poblet a unos 200 profesionales de distintos ámbitos y que persigue la plasmación de un programa social y económico que revitalice Cataluña a medio y largo plazo. Pero bajo ese manto académico y profesional se busca también una candidatura al Parlament que supere el actual bloqueo político.
Participan en la plataforma, que dirige el ingeniero y economista Antoni Garrell, exdirigentes del PDeCAT, como Marta Pascal, Carles Campuzano, Jordi Xuclà o el exconsejero Lluís Recoder. El objetivo es que esa asociación transversal, con distintos profesionales catalanistas, se pueda constituir como una entidad que dé apoyo a una candidatura al Parlament. ¿Cómo? Garrell señaló que la intención es ofrecer al conjunto de partidos ese amplio programa social y económico, pero que si no se obtiene respuesta, se esperará a que “algunos den un paso adelante” y se constituyan en partido político.
Romper con Waterloo
¿Lo harán? Hay tiempo. La previsión es que no se convoquen elecciones catalanas hasta la primavera de 2020. Lo que une a todo el colectivo es su ruptura con el “mundo de Waterloo, con Puigdemont”. Pero no se esconde la independencia como una de las “opciones legítimas”, según Garrell.
En cualquier caso, en los documentos que se manejan, la cuestión política queda meridianamente clara: “Volver a centrar las energías en mejorar el funcionamiento y el prestigio de las instituciones catalanas. Sacar el máximo rendimiento a la autonomía política que tenemos; y reforzar y revitalizar el funcionamiento de la política y los partidos, lo que incluye aspectos como premiar la competencia por encima de la obediencia, atraer e incorporar talento en la política, recuperar el debate como forma para llegar a soluciones compartidas de calidad, y no como forma de lucha por el poder, y establecer una cultura de la responsabilidad y la excelencia entre los cargos electos”.
Relación con el Estado
Es decir, se renuncia al proyecto independentista tal y como se ha conocido hasta ahora. Pero el lenguaje no se distancia del soberanismo, al entender que los dirigentes independentistas presos “lo están de forma injusta, no deberían estar en la cárcel”. Y también se critica que se haya “judicializado” una cuestión política, en palabras de Garrell.
¿Quién podría participar en ese proyecto? Fuentes conocedoras de la organización del evento en Poblet señalan que el catalanismo, para que sea viable de nuevo, debe potenciar “la relación con el Estado, y éste debe implicarse con inversiones, con proyectos para Cataluña”. Los llamados a esa aventura deberían surgir de la sociedad catalana, de “nuevas generaciones hartas con el procés”, y del PDeCAT, que ha visto desdibujado su proyecto ideológico bajo el mando de Puigdemont.
En Poblet, con algunos expolíticos que no querrán asumir ningún protagonismo, ese catalanismo que ha roto con Waterloo, comenzará a caminar, admitiendo que “se deberá hacer todo muy bien” para poder sacar la cabeza a partir de un proyecto político que será “modesto”, pero que podría ser decisivo. Lejos del Waterloo de Puigdemont, pero también de un PDeCAT que no ha sabido desligarse de él.