Artur Mas sonríe. En las entrevistas muestra un rostro que pretende mostrar una cierta dignidad sobre su persona y sobre la obra realizada. Pero no lo acaba de conseguir. El expresident lleva semanas pidiendo una abstención en la investidura de Pedro Sánchez, con el argumento de que es mejor Sánchez que cualquier otra alternativa, que lo único que pretende es “encender un fuego en nuestra casa”. Con su pretendido papel de puente entre Carles Puigdemont y las estructuras partidistas del PDeCAT y de Junts per Catalunya, Mas busca algo que ahora resulta imposible: los diputados de JxCAT votaron este martes en contra de Sánchez y piensan hacerlo también el jueves. Mas está fuera de juego.
Los veteranos de Convergència, los cuadros y dirigentes que consideraban que su concurso podía ser necesario y efectivo, ahora comienzan a desconfiar. Mejor que Mas se retire de forma definitiva. O se inicie un plan mucho más arriesgado pero, tal vez, el único posible: romper amarras, cueste lo que cueste, con Puigdemont, con el mundo de Waterloo y con la cuestión emocional, que todo lo pone en juego. Sin eso, se insiste, “no se podrá hacer política”.
Calificados como "antipolítica"
De hecho, las palabras de Pedro Sánchez en el debate de investidura, en la réplica a Laura Borràs, han causado efecto. “Ustedes representan la antipolítica”, señaló Sánchez tras la intervención de Borràs, en la que ésta denunciaba la “represión” del Estado, mostrando que Junts per Catalunta tenía hasta 155 razones para votar en contra de la investidura del líder del PSOE.
Sánchez, que sabe que con ello causa resquemor y tristeza, se refirió a la propia formación de los exconvergentes. “Ustedes han sido una fuerza política, con 40 años de experiencia, que colaboraban y permitían el juego político”, en alusión a todos los dirigentes nacionalistas que pasaron por el Congreso, desde el propio Jordi Pujol a Miquel Roca, Joaquim Molins, Duran Lleida (de Unió) o Xavier Trias. Ahora quien tiene delante Sánchez es Laura Borràs o Míriam Nogueras.
El papel de los presos
Artur Mas tiene ahora un difícil papel. Insistirá en la próximas horas en esa abstención, y comprará, “seguro”, algunos de los argumentos de los irredentos de Puigdemont. En ese juego, entre lo que querría y lo que ve como posible dentro de Junts per Catalunya, Artur Mas intentará navegar para mantener su influencia, pero pretende algo que no puede controlar. Los mismos políticos presos lanzan mensajes pidiendo el ‘no’ a Sánchez.
Y ese es el principal problema: las decisiones en el campo exconvergente las toman los dirigentes que sufren las consecuencias directas de lo ocurrido en octubre de 2017. Los presos, por una parte, y Puigdemont, que se encuentra en Bruselas. “Prima la cuestión emocional, y eso es difícil de combatir”.
¿Esperar a 2020?
Ese ascendente sobre Junts per Catalunya, en cuyo seno se encuentra el PDeCAT, se mantendrá en los próximos meses, máxime cuando se espera la sentencia del Tribunal Supremo a mediados de octubre. Sólo entonces, señalan las fuentes consultadas, todo ese espacio político pensará en una alternativa seria.
Mas, que pretende jugar un papel, incluso como posible candidato cuando acabe su inhabilitación por la causa del 9N (en febrero de 2020) deberá, por ahora, adoptar un rol mucho más discreto. Su fórmula no encuentra eco entre los fieles de Puigdemont.