La grieta en el Govern es enorme. El presidente de la Generalitat, Quim Torra, se debate internamente en una gran contradicción. Desea dejarlo todo, convocar elecciones y no volver a presentarse, además de que está pendiente de una posible inhabilitación por desobediencia. Pero se debe a las indicaciones de Carles Puigdemont y del núcleo de dirigentes de Junts per Catalunya. Y la consigna es muy clara: aguantar, esperar, ver qué ocurre con la sentencia del Tribunal Supremo, y analizar qué momento es el más adecuado. Y eso ha acabado de irritar a Esquerra Republicana, que ha lanzado mensajes internos y públicos para que Torra no tome esa decisión en solitario.
Los republicanos conocen las encuestas. La última, la de Gesop para El Periódico, que ofrece a Esquerra la victoria en unas posibles elecciones al Parlament, con un descenso notable de Junts per Catalunya. Pero al margen de los números, los republicanos no ven ya ninguna razón objetiva para mantener un Govern que navega, que no tiene horizonte, y con dos socios enfrentados.
Las redes que atrapan a ERC
Lo ha señalado Joan Tardà, el exdiputado de ERC en el Congreso, que tiene una gran ascendencia en el partido, y que, incluso, se valora como posible candidato a la Generalitat. Y lo ha expresado la portavoz de los republicanos, Marta Vilalta, admitiendo que es el presidente de la Generalitat quien tiene la potestad de convocar elecciones, pero con la exigencia de que se escuchen otras voces.
Ese es, sin embargo, el gran problema de Esquerra. Está atrapada en las redes de Torra y Puigdemont, que tomarán la decisión final de fijar la fecha electoral. La situación se complica para ERC con la aparición de Artur Mas, que intenta ejercer de mediador y que ha conseguido, de nuevo, una cierta complicidad de sectores empresariales, que prefieren alargar unos meses la legislatura, y que siguen recelando de los planes de los republicanos y de su experiencia en el Govern.
La cuestión de los presupuestos
La intención de Puigdemont es ganar tiempo. También lo necesita Artur Mas. Un dirigente de Junts per Catalunya señala que para reorganizar el espacio electoral se deberá esperar unos meses, y eso puede coincidir con la propia situación de Mas. Su inhabilitación por la organización del 9N finaliza en febrero de 2020. A partir de ese momento, puede presentarse en unas elecciones para ser elegido como cargo público.
Otra cosa es si esas intenciones se pueden cumplir. El equipo del consejero de Economía, el republicano Pere Aragonès, arguye que el Govern no puede funcionar más con unos presupuestos prorrogados, desde 2017. Y es que es necesario, o bien intentar otros acuerdos, para aprobar las cuentas de 2020, o convocar elecciones, al margen de lo que ocurra con la sentencia sobre los dirigentes independentistas presos.
La posición de Torra
Torra, por ahora, cumple el guion que le ha marcado Puigdemont. La pasada semana, tras conocer el acuerdo de Junts per Catalunya con el PSC, para gobernar la Diputación de Barcelona, quiso dejarlo todo, y convocar de inmediato las elecciones. Su equipo en Presidencia le retuvo para que se tomara las cosas con más calma. Y los consejeros Miquel Buch y Damià Calvet intentaron reconducir la situación.
Ahora Torra insiste en que no quiere convocar elecciones, y que, en todo caso, “si las sentencias son condenatorias se deberá ejercer de nuevo el derecho de autodeterminación”. Eso asusta a Esquerra, que no quiere, de ningún modo, volver a las andadas y repetir la experiencia de la vía unilateral, por la que Oriol Junqueras, junto al resto de dirigentes, sigue en prisión.
El pacto con el PSC
En las próximas semanas las acusaciones mutuas cobrarán intensidad. La dirección de Junts per Catalunya, consciente de que puede pasar por un mal momento, con un descenso electoral de envergadura, señala a Esquerra. El portavoz de la formación, Eduard Pujol, ha querido recordar que “el que tiene la potestad de convocar elecciones es el presidente Torra”.
Atada de manos la dirección de Esquerra, la salida pasa por forzar algún tipo de acción que provoque los nuevos comicios. Y va acumulando “razones”, como ese pacto de Junts per Catalunya con el PSC en la Diputación de Barcelona: “Hay un punto de inflexión”, recordó Vilalta, aunque, siempre en su posición de bajar la pelota al suelo, reclamó que todo se pueda normalizar. El problema para las dos formaciones es que eso ya no será posible: el camino hacia las elecciones ya se ha iniciado, sea a finales de año o en el primer trimestre de 2020.