Una revolución. Los tres dirigentes con posibilidades de llegar a la Moncloa, Pedro Sánchez, Pablo Casado y Albert Rivera, han decidido jugar fuerte. Renuevan las listas electorales a partir de sus propias necesidades, con un nexo común: la obligación de realizar ajustes internos, además de exhibir un cierto caudillismo, porque la política española, como ocurre en el entorno europeo con más o menos intensidad, ya no se centra en los partidos y en su democracia interna, sino en las decisiones de los líderes. En el caso del PP, su nuevo presidente ha renovado hasta un 80% sus listas respecto a las de Mariano Rajoy; mientras Sánchez se pelea con los dirigentes territoriales, principalmente en Andalucía, para designar a sus afines, y Rivera se ha dedicado a fichar a ejecutivos como Marcos de Quinto.
Lo que ocurra el 28 de abril será determinante. Es cierto que habrá un partido de vuelta, que tendrá lugar el 26 de mayo, con las elecciones municipales y autonómicas, además de europeas. Pero el resultado de las generales dibujará un nuevo mapa político que se plantea como un “referéndum”, en el caso de Casado, que reclama una apuesta entre él o un Gobierno “dominado por Torra (el presidente catalán Quim Torra). Es un argumento similar al que defiende Albert Rivera, mientras que Sánchez lo plantea como una disyuntiva entre un Gobierno “sensato” o la llegada de las tres derechas, el PP, Ciudadanos y Vox.
Ajustar los partidos con los afines
Los tres, sin embargo, tienen problemas parecidos. Sánchez y Casado deben afrontar una cuestión interna. Tras un periplo lleno de dificultades, con errores y sustentado por las bases del PSOE, Sánchez quiere contar con los suyos. La batalla se centra en Andalucía, para formar las listas con sus afines en contra de Susana Díaz, que todavía mantiene una parte del control en el territorio. Al margen del fichaje de Pepu Hernández para la alcaldía de Madrid, --el entrenador de baloncesto que conoce desde su etapa en Estudiantes-- el líder del PSOE bebe de las propias fuentes socialistas.
El secretario de organización del PSOE andaluz, Juan Cornejo, mano derecha de Díaz, emitió un voto particular al dictamen de la comisión federal del partido sobre las listas, centrado ese malestar en el diseño de las candidaturas en Andalucía. “Tomo nota”, lanzó la propia expresidenta andaluza, a pesar de que asume que Sánchez quiera a los suyos. En cuatro provincias no hay consenso: en Sevilla, Almería, Córdoba y Cádiz. Uno de los más cercanos a Díaz, Antonio Pradas, no estará en el Congreso. Lo que ocurrió es que la delegación andaluza no votó, finalmente, el dictamen federal, ni sí ni todo lo contrario. También busca Sánchez colocar a diputados de su confianza en Aragón, con el toma y daca con Javier Lambán.
Cayetana Álvarez de Toledo
Cayetana Álvarez de Toledo como síntoma
Sánchez necesita un grupo sólido --el suyo-- gane o pierda las elecciones, o pueda o no formar Gobierno. Lidera el PSOE y quiere ejercer ese liderazgo. En el caso de las europeas, ha dejado fuera a José Blanco y a Elena Valenciano con la candidatura de Josep Borrell, a quien convenció tras las muchas dudas del ministro de Exteriores, que jugó con ser el cabeza de lista por Barcelona.
En el caso de Casado, mantener el control es todavía más importante. Se trata de recuperar un PP que se ha ido diluyendo en la etapa de Mariano Rajoy. Lo que se pretende es un “rearme moral” y, para ello, el nuevo presidente del partido no ha dudado con una decisión de calado: Cayetana Álvarez de Toledo será la cabeza de lista en Barcelona, una periodista combativa, antinacionalista y que se declara liberal con todas las consecuencias, que llega desde el núcleo de Faes.
En una entrevista en Crónica Global, Álvarez de Toledo, casada y ahora separada con un prohombre de la burguesía catalana, Joaquín (Juaco) Güell, afirma que Cataluña todavía no ha afrontado la transición, lo que indica que no tiene ninguna simpatía por todos los años de gobierno de Jordi Pujol ni por los tripartitos de Pasqual Maragall y José Montilla. La misión es ir a derribar el mismo principio del nacionalismo, basado en la consideración de una sociedad distinta.
El caso de Huelva y Málaga
El símbolo, sin embargo, llega a Huelva y ejemplifica lo que pretende Casado. Porque lo veían venir, porque no quieren saber nada de la nueva etapa, lo cierto es que los afines a Mariano Rajoy no estarán. La anterior cabeza de lista, Fátima Báñez, exministra de Trabajo, ha decidido abandonar la política, como buena parte del núcleo duro de Rajoy, con Soraya Sáenz de Santamaría como estandarte. En sustitución de Báñez, Casado ha elegido a Juan José Cortés, el padre de Mari Luz, la niña asesinada en 2008, que recogió firmas para solicitar la prisión permanente revisable para casos similares. Ha ejercido en los últimos años como asesor del PP.
Adolfo Suárez Illana y Pablo Casado
La misma política de buscar a un candidato que pueda arrastrar votos, ha llevado a Casado a fichar a Pablo Montesinos como cabeza de cartel por Málaga. Se trata de un periodista que ha cubierto las informaciones del PP desde 2008, que ha trabajo en Libertad Digital y que participaba en numerosas tertulias. Quedan, eso sí, algunos miembros del Ejecutivo de Rajoy: Ana Pastor irá por Pontevedra; Isabel García Tejerina por Valladolid, y Rafael Catalá por Cuenca. Otros fichajes son los de Teresa Jiménez-Becerril, periodista y presidenta de la Fundación Jiménez-Becerril, que sustituye nada menos que a Juan Ignacio Zoido, exministro de Interior, y expresidente del PP andaluz. Fulminado.
Los fichajes de Rivera
Respecto a Albert Rivera, su voluntad de competir con el PP le ha llevado a cometer algunos errores. Su intento de arrebatar del PP a Silvia Clemente, presidenta del Parlamento de Castilla y León, un feudo tradicional de los populares, le llevó a designarla como candidata a la comunidad. Pero lo hizo a través de unas primarias que resultaron fallidas. Ganó el candidato del partido en el territorio: Francisco Igea. De cara a las generales, Rivera ha mantenido, sin embargo, la misma política y ha buscado fichajes sonados.
Marcos de Quinto
Tras decidir que Inés Arrimadas fuera la cabeza de lista por Barcelona, aunque sea la líder de Ciudadanos en Cataluña y la jefa de la oposición en el Parlament, Rivera se ha centrado en Madrid. Su número dos en la capital española será Edmundo Bal, el abogado del Estado que no quiso aceptar la rebaja de los delitos a los dirigentes independentistas acusados y juzgados en el Tribunal Supremo. Sigue creyendo que el delito de rebelión no se podía descartar. Fue cesado en el cargo y ahora será diputado en las filas de Rivera, con un mensaje que marca una distancia sideral con el PSOE y Pedro Sánchez y que dificulta un posible pacto posterior.
En esa misma lista, como número cuatro, se incorporará el exejecutivo de Coca Cola, Marcos de Quinto. Se trata de un intento de Rivera de recoger de aquí y de allá, con orientaciones distintas, para mostrar un equipo solvente de gestión. A esos fichajes de última hora se suman los de Joan Mesquida, el exdirector de la Guardia Civil, por Baleares; o Soraya Mayo, presidenta de la Asociación de Trabajadores Autónomos de Castilla y León, que liderará las listas por Valladolid.