El PDeCAT vive el riesgo de una escisión con la negociación de los presupuestos
Diputados exconvergentes en el Congreso quieren aproximarse a Sánchez para buscar un acuerdo sin votar una enmienda a la totalidad, pero los afines a Puigdemont lo vetan
6 diciembre, 2018 00:00“La escisión es posible”. En las últimas semanas es la expresión que más se escucha entre los dirigentes del PDeCAT. La presión de Carles Puigdemont, a través de Míriam Nogueras, la vicepresidenta del partido, y jefa de filas del grupo en el Congreso, es tan grande que cualquier aseveración del resto de diputados queda desmentido en pocos minutos. Pero la voluntad existe y se quiere perseverar en ella: una grieta que pasa por no presentar una enmienda a la totalidad a los presupuestos, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, presente las cuentas de 2019 en el Congreso en enero.
Eso implica que Sánchez tendría cerca de dos meses de margen, que conllevaría la luz verde para tramitarlos, aunque no se voten al final. Todos ganarían tiempo, el Gobierno socialista y el independentismo.
La oferta política y los presos
En esa tarea están algunos diputados del PDeCAT, los más conscientes de la realidad, los más veteranos, los que recuerdan cómo se negociaba con los Ejecutivos, fueran del PP o del PSOE. Quien lo verbalizó públicamente fue Ferran Bel, discreto, cauto, pero siempre con una idea constructiva. Bel señaló que el PDeCAT se podría plantear el apoyo a los presupuestos si se recibe una “propuesta razonable”. La idea la comparte Carles Campuzano, y Jordi Xuclà, y la apoya desde el Govern de Quim Torra la consejera de Presidencia, Elsa Artadi. Pero todo siempre camuflado de extrema prudencia, y siempre seguido de una adversativa, un “siempre que”, un “pero”, que introduce el elemento de los políticos presos y de una propuesta política sobre la “autodeterminación”.
Ese apego a la realidad de buena parte del grupo parlamentario del PDeCAT en el Congreso se quebró con otra realidad: el tono de Míriam Nogueras, que rechazó por completo las palabras de Bel, al señalar que esa “propuesta razonable” no se refería a los presupuestos, sino a una oferta política “sobre la autodeterminación”. Para Nogueras --que habla en nombre de Puigdemont-- no hay negociación posible que no pase por una oferta política, a pesar de que se sea consciente de que no la puede formular ni estos momentos ni en esos términos el Gobierno de Pedro Sánchez, acosado por el triunvirato de derechas que se asoma desde Andalucía, con PP, Ciudadanos y Vox.
Pedro Sánchez y Quim Torra, en una imagen de archivo
La jugada de Puigdemont
La realidad de Bel, Campuzano o Xuclà no implica una aprobación de los presupuestos en el último instante, pero sí ganar un tiempo precioso, para que todos intenten resituarse. Si el PDeCAT votara a favor de la enmienda a la totalidad en enero, todo se acabaría de inmediato. Sánchez recibiría el mensaje, y, con una prórroga presupuestaria iniciara la cuenta atrás para convocar elecciones.
En el bando de Puigdemont no hay mucha sofisticación, aunque el expresidente intentó una jugada de alto voltaje. Es una prueba de la “desorientación” del “independentismo irredento”, como se califica desde las filas indepenentistas. Puigdemont quiso que el Gobierno de Sánchez protagonizara una reunión bilateral con el Gobierno catalán el 21 de diciembre, que es cuando el jefe del Ejecutivo tiene previsto reunir el consejo de ministros en Barcelona. En ese caso, Puigdemont estaba dispuesto a iniciar negociaciones sobre los presupuestos.
Míriam Nogueras, diputada y vicepresidenta del PDeCAT
Esperar hasta las municipales
Sin embargo, ante la negativa de Sánchez, que no se puede permitir --ni aunque quisiera-- establecer una especie de cumbre “hispano-catalana”, Puigdemont ha pasado de esa oferta a imponer una consigna: esa reunión en Barcelona es “una provocación”. Lo repiten los consejeros más afines, como Damià Calvet, aunque deba admitir que ahora puede negociar inversiones y cuestiones concretas con el Gobierno español, como titular de Política Territorial.
La cuestión es que las diferencias entre los sectores del PDeCAT son cada vez más evidentes y de gran calado. La intención es esperar, como se pueda, hasta las elecciones municipales de mayo, y ver cómo se puede resituar cada facción política. Esa parte del PDeCAT realista --eso no quiere decir que se renuncie al proyecto independentista-- quiere negociar y acordar, y, principalmente, representar un espacio ideológico, uno, concreto, para competir electoralmente.
ERC sube el tono
En el otro lado, Esquerra sube el tono reivindicativo, porque también es el más proclive a buscar una negociación. Así funciona el mundo independentista. El vicepresidente del Gobierno catalán, y consejero de Economía, Pere Aragonés, señaló que no se aceptarán “chantajes sobre los presupuestos”. La posición de los republicanos es, oficialmente, firme y contundente. No hay nada que negociar, porque ni las cuentas del Estado suponen grandes avances --“lo único que hace el Gobierno es aplicar la ley de financiación autonómica, que implica ahora más ingresos por el ciclo expansivo”-- ni se ofrece un proyecto de fondo sobre el problema político catalán, ni se busca una salida para los políticos presos.
Sánchez, que conoce esa situación interna en el mundo independentista, ha decidido, precisamente, presentar los presupuestos en el Congreso para que cada uno se retrate. Y si gana un mes y medio o dos, --al no contar con una enmienda a la totalidad-- podrá, en paralelo, aprobar algunos decretos ley, con otras medidas, de cara a presentar, cuando toque, el “catálogo” de la obra hecha o de la que tiene intención de hacer.