Alarma. El independentismo ha vivido sus mejores años y mantiene toda su fuerza. La lengua catalana sigue siendo el nervio del nacionalismo, y algunas entidades han defendido que en una Cataluña independiente el catalán debería ser la única lengua oficial, como el colectivo Koiné. Pero resulta que las escuelas e institutos de secundaria claman al cielo: piden de forma constante profesores de catalán, también de castellano, y de otras materias, como matemáticas, o de música. Hay un déficit, de forma especial en el capítulo de lenguas, lo que ha obligado a las universidades a pedir una nota de corte de sólo un 5 para poder cursar las filologías y nutrir a los centros.
El sindicato USTEC, mayoritario en el sector, ofrece en su web todas las peticiones, en los distintos centros, divididos por comarcas, con plazas cubiertas o sin cubrir que se ofertan casi día a día. El Departamento de Enseñanza, que dirige el republicano Josep Bargalló, pidió en los dos últimos meses, “por favor”, que se matricularan nuevos estudiantes, en las distintas universidades que ofrecen los estudios. El anzuelo es que ahora los que obtengan el grado tendrán buenas salidas profesionales. Por lo menos, les estarán esperando los centros educativos.
Jubilaciones
El departamento decidió para este nuevo curso que para ser profesor de ESO, en un instituto público, ya no sería necesario tener el máster obligatorio. Se trató de una medida de urgencia para superar la falta de profesores en algunas materias como catalán, castellano o matemáticas. Algunos profesores se adaptan rápidamente para poder enseñar catalán, coincidiendo con la jubilación de toda una generación que comenzó a trabajar en la transición y que estaba especialmente motivada para enseñar catalán, en un momento de construcción nacional con los primeros pasos de la Generalitat. Ahora salen en masa. Son jubilados.
El consejero Bargalló ha recurrido a la bolsa de interinos, pero insiste en que todo dependerá de los estudiantes de grado en las distintas filologías. Si no se animan esos estudios, las medidas de urgencia y de reciclaje serán constantes. Entre catalán, castellano y matemáticas, faltan unos 300 profesores.
Pequeño aumento
Si en el curso 2013-14 el número de estudiantes de filología catalana era de 1.015, desde entonces no ha dejado de descender, hasta los actuales 826. Los nuevos, los que han comenzado este año, --sólo necesitan una calificación de un cinco para entrar— han aumentado ligeramente respecto al año anterior: de 33 a 50 en la UB; de 32 a 43 en la UOC, y de 16 a 19 matriculados en la UAB. Son pocos. Eso sí, los que acaben tendrán trabajo.
En Baleares y en la Comunitat Valenciana, los números son también escasos. En la Universitat de les Illes Balears (UIB) serán unos 23 alumnos, por los 15 del curso anterior, o los 11 del curso 2016-17. Y la nota de corte también es un cinco pelado.
Una paradoja
En las universidades valencianas ocurre lo mismo. Hay tradición de profesores de origen valenciano en Cataluña. Y con la posibilidad de trabajar en Cataluña, y tras las numerosas llamadas de urgencia de diversas entidades a favor de la lengua catalano-valenciana, han logrado un cierto aumento. En la Universidad de Valencia han pasado de 49 alumnos a 75 en el actual curso. En la Universidad de Alicante, de 24 han pasado a 40 matriculados. Pero en el año anterior, sumando las tres comunidades, no se pasó de los 200 estudiantes nuevos de filología catalana, mientras los centros educativos claman que se cubran las plazas de los profesionales jubilados.
La paradoja es grande. Si el nacionalismo se ha basado en la lengua, como signo de identidad, ahora la Generalitat, pero también los gobiernos autonómicos de Valencia y Baleares, constatan que han descuidado un asunto que se consideraba capital: los profesores de catalán en los planes educativos.