Cifuentes: elogio de la mentira
El regeneracionismo pepero ha sido un sarampión de primavera, el partido-negocio vuelve al averno del deshonor
25 abril, 2018 19:49Cuando la mentira tapa la corrupción. Mintió, pero no lo reconoce y se va por un par de tarros, un "ni delito" de 2011, con imagen regalada siete años después en OKdiario, ¡helas! (¡ay de mí!). Es la caza de un pretexto; la detención parodia de Lucky Luciano, el Don de los Genoveses, por una falta menor, en el Chicago años 30 de sus mayores. Con mensaje incluido de consumo interno a cargo de Rajoy, el runner de Sanxenxo: gesticulación la mínima y aviso a navegantes. Tupido velo con vocación de cortina de humo para esconder las implicaciones del PP en Púnica, Gürtel, Lezo, Chamartín, Ciudad de la Justicia o en la venta de los pisos de protección oficial a Blackstone.
El aire de Guadarrama llega al Madrid intramuros. Dicen que se cuela por los agujeros del gruyere en el que se ha convertido el partido del Gobierno. O más bien, alguien ha abierto la ventana antes del Dos de Mayo ("Oigo, patria, tu aflicción y escucho el triste concierto..."). Mariano Rajoy no se ha movido de sitio. Todo ocurre en su entorno, pero lejos de su intestino delgado, como las desapariciones de Acebes, Rato, Zaplana, Mayor Oreja o Esperanza. Si te acercas a la hidra, aunque no la toques, date por muerto. Bajo la aparente suavidad de Moncloa, el verdugo afila el tallo que caerá sobre tu cuello.
Cifuentes insiste en el error
El padre de Cifuentes no se sentiría orgulloso ni ella ha dimitido por salvaguardar ningún interés general. Seamos serios. ¡Basta de psicopalabrería! Cifuentes insiste en el error: dice que se va para evitar, por medio de la moción de censura abortada, que “la izquierda radical suba los impuestos y destruya muchas cosas que se han hecho bien”. Supongo que se va porque la obliga el alabastro tallado de la capilla de Moncloa y para que el PP pueda correr su lista hasta los comicios autonómicos del año que viene.
¿Izquierda radical el bueno del profesor Gabilondo? La incultura política es un mal endémico entre sus señorías. Alguien piensa, desde arriba, que los ciudadanos comen y comen. ¿Y qué otra cosa pueden hacer?, se preguntaría Houellebecq. La gente aguanta el chaparrón como si todo fuera producto de un bando extravagante de Esquilache, aquel ministro de Carlos III que hizo edificar la Casa de Postas. Por las calles y plazas solo se habla del máster; y en este San Isidro, si nadie lo remedia, la gente inventará una letra del posgrado URJC, con música de cuplé.
Rajoy y Rivera
Se acabó el asunto de controlar los tiempos. Rajoy no le podrá echar un pulso indirectamente a Cs antes de la moción de censura clausurada. El falso trabajo fin de máster en el campus de Vicálvaro se ha interpuesto en este round decisivo --pero no el último-- entre el presidente de Gobierno y Rivera.
A Cifuentes no le ha importado el prestigio de la universidad con tal de mantenerse en el cargo. Su adiós al juguete roto les ha costado a sus inocentes cooperadores necesarios prestigio, sueldos y acusaciones judiciales de falsedad documental. La vía abierta por la Fiscalía no ha hecho más que empezar. Plaza Castilla y la puerta del Supremo verán desfilar pronto a cátedros, rectores, secretarios y aforados.
Escurridiza
Todo por rendirse a la titulitis de don Mariano. No hacía falta demostrar otra vez que el papel lo aguanta todo, hasta que toca enseñar el epítome con escudo sobre un pergamino enrollado. Montoro lo dijo con naturalidad, mirando de reojo a Pablo Casado: “Si tienes una oposición, no hacen falta másters de verano”. El ministro de Hacienda es Técnico Comercial, el nombre feo de los Economistas del Estado, la troupe de Rojo, Barea, Sardà, Solchaga, Rato, Boyer y compañía, los enarcas del Banco de España, que llevan sobre sus espaldas más de medio siglos de devaluaciones, estabilizaciones, serpiente monetaria, euro a tipo de cambio fijo, euro flotante, presupuestos, BCE, competitividad o balanza de pagos.
El regeneracionismo pepero ha sido un sarampión de primavera. El partido-negocio vuelve al averno del deshonor. En su adiós, Cifuentes añade que le sabe mal que la gente no pueda recibir la gestión que ha votado. Ella se considera una cazadora de corruptelas, un martillo de tramposos, como Esperanza cuando dijo aquello tan entrañable de “yo destapé la Gürtel”. Cristina añade que se mantiene como diputada en la Asamblea de Madrid. Tiene buen saque y me pregunto si la veremos con moño y talle ajustado en la Latina de este verano. Escurridiza sí es; ha aguantado el chaparrón durante 35 días.