Cañas: “Sin el discurso del Rey no habría 155”
El exdiputado de Ciudadanos, que podría ser candidato en las europeas de 2019, asegura que la comunidad internacional ha pasado "de la preocupación a la guasa" por Puigdemont
17 febrero, 2018 00:00No se arrepiente de nada porque, según dice, no le gusta ser juez de su pasado. Jordi Cañas (Barcelona, 1969) ha vuelto y quiere hacerlo en el terreno que tuvo que abandonar hace cuatro años tras ser imputado por delito fiscal. La semana pasada se retiró la acusación contra el exdiputado de Ciudadanos, quien no descarta ser candidato en las elecciones europeas de 2019, dada su experiencia como asesor en la Eurocámara. En contra de lo que parece, este mordaz político confiesa que, en ocasiones, se muerde la lengua.
—Pregunta. ¿Aliviado?
—Respuesta. Muy aliviado porque son cuatro años y de repente vuelve la normalidad que este proceso te trunca. Muy contento: ha sido una experiencia complicada, no negativa, porque ha marcado un antes y un después en mi vida profesional, personal y familiar. Como decía Emily Dickinson, solo sabemos nuestra verdadera altura cuando nos podemos de pie. Son situaciones que este sirven de prueba para conocer tu aguante, tu capacidad de reacción, qué gente te rodea. Es un gran cedazo que te permite separar la paja de lo realmente importante. La parte negativa puede imaginarla.
—¿Cree que ha sido víctima de una persecución política?
—No me gusta ser quejica. Las teorías conspiranoides hacen la vida más divertida, pero no quiero incidir en eso. La política es un mundo muy complicado y cuando juegas en primera división debes ser consciente de que te arriesgas a que te den una patada en la rodilla y te lesionen. Es parte del juego. No me quejo de eso, me quejo de los tiempos. Cada uno puede extraer conclusiones si analiza con detalle lo que ha pasado.
Jordi Cañas, durante un momento de la entrevista con 'Crónica Global'
—Vuelve con Ciudadanos en una posición política muy fuerte. ¿Hay justicia poética?
—Cuando di la rueda de prensa anunciando mi renuncia al acta de diputado del Parlament, dije que quería que mi decisión sirviera de ejemplo. Lo hice por motivos personales y políticos, pero también quería demostrar que sí se puede dimitir en este país. Se puede ser un cargo público y asumir el compromiso que se tiene con la ciudadanía. Que hay que estar a la altura de las perspectivas de una ciudadanía que sigue desconfiando de los políticos porque hay una diferencia entre lo que dicen y lo que hacen. Y porque en el fondo tenía la voluntad de demostrar que en política se pueden tener unos principios más allá de los tópicos. Y que se puede volver.
—¿Y cómo le gustaría volver?
—Me gustaría volver de una forma que es imposible. El pasado miércoles, cuando se retiró la acusación, me hubiera gustado subir al atril y citar a Fray Luis de León y Unamuno: “Como decíamos ayer…”. Pero esto no es una cátedra y cuando uno se va de la política no puedes volver al mismo sitio. Hay una diferencia entre lo que uno quiere y lo que se puede. Heráclito dijo que no nos podemos bañar dos veces en las aguas de un mismo río. Mi voluntad es volver a la política, la voluntad del partido también y confío plenamente en ello. Pero depende de los ciclos electorales. Ahora tocan municipales y europeas. El partido decidirá.
—¿Cabeza de lista en las europeas por ejemplo?
—A mi nunca me ha gustado ser cabeza de lista. Ser el uno de algo exige unos requisitos que no sé si encajan con mi perfil. Me gusta la política de verdad, que puede transformar las cosas.
Quien no ha sido cargo público no sabe el honor que eso significa. Es un regalo maravilloso que creí que podía mancillar estando inculpado. Yo no podía ejercer ese cargo si había una sombra de duda
—Pero desde un cargo público, no desde la trinchera…
—Sí, desde luego. Quien no ha sido representante público no sabe el honor que eso significa. Es un regalo maravilloso que creí que podía mancillar estando inculpado. Yo no podía ejercer ese cargo si había una sombra de duda.
—¿Ha echado de menos ejercer esa política?
—Muchísimo. Ya no era tanto el “si yo estuviera ahí” sino “qué pena”.
—Aquellos días 6 y 7 de septiembre (aprobación de las leyes de ruptura), en el Parlament..
—¡Buah! Aquellos días me di cuenta de que Ciudadanos tiene muy buenos representantes en el Parlament. Me sentí tan representado con lo que hicieron Inés, Carlos, José María… Cito a esos tres porque son los que participaron en aquellos días de vergüenza. Me di cuenta de que daba igual que yo no estuviera.
—Pero le hubiera encantado estar allí..
-Seguro. Y alguna imagen hubiera quedado para la posteridad. Pero, lo hicieron tan bien… Recuerdo esa firmeza, esa contundencia, el conocimiento del reglamento, la defensa de los derechos de los diputados. Aquello fue lo peor que ha pasado en democracia desde el golpe de Estado de Tejero. Esa agresión a la democracia, ese mancillar la sede de los ciudadanos de una forma tan burda y tan abyecta y verles a ellos… Lo eché de menos desde un punto de vista más emocional. Cuando nació Ciudadanos, tener representación en el Parlament era como enviar a una persona a la luna. Jamás habríamos llegado a imaginar que participaríamos en eso. Por eso echo de menos ser parte activa de la historia. Pero eso ya no volverá. Esos momentos, esa intensidad, no volverán. Vendrán otros.
—¿Por ejemplo?
—Yo creo que mi experiencia en Europa es importante y hay que ponerla en valor, yo creo que vamos a crecer en las elecciones europeas. Se avecinan tiempos de cambio y va a haber un foco político en Bruselas muy importante. Empieza a haber un debate sobre la representatividad que debe tener el Parlamento europeo, que haya un gobierno elegido por los ciudadanos. Va a cambiar la forma de relacionarnos con el poder político allí. Dada mi experiencia allí, creo que sería una buena forma de volver.
—¿Cómo se han visto desde la UE el 'procés', la fuga de Carles Puigdemont…?
—No importaba nada, de verdad. Recuerdo cuando se decía que el Parlamento europeo recibía a Artur Mas, para referirse a uno de los cien actos que se celebran allí cada día. No interesaba. Pero luego se pasó a preocupación cuando la situación política se complicó. Había temor al efecto contagio, pues han detectado que lo que realmente mueve al nacionalismo catalán es el discurso xenófobo e intolerante, muy reaccionario, muy antieuropeo, muy contrario a los valores europeos. Pero tras la aplicación del artículo 155 y la estabilización de la situación, ahora se ha pasado a la broma y la guasa. Europa ha entendido que el Gobierno español no va a permitir que una política enloquecida ponga en cuestión el Estado de derecho y Europa. Puigdemont ya es protagonista de las chirigotas europeas.
El 155 se tenía que haber aplicado después del 7 de septiembre. El golpe de Estado se produjo en esa fecha. El referéndum del 1 de octubre debió impedirse. Nos hubiéramos ahorrado muchas cosas, algunas de ellas muy peligrosas
—¿Se aplicó bien el 155?
—Mi opinión personal es que el 155 se tenía que haber aplicado después del 7 de septiembre. El golpe de Estado, la ruptura con la legalidad se produjo en esa fecha. En la agenda estaba el referéndum ilegal del 1 de octubre, que debió impedirse. Nos hubiéramos ahorrado muchas cosas, algunas de ellas muy peligrosas. Por suerte, no pasó nada. Nos la jugamos colectivamente por no actuar con decisión después del 7 de septiembre.
—¿A qué se refiere? ¿A víctimas mortales el 1-O?
—En operativos policiales tan complejos, con tanta gente, con tanta radicalidad… Algunos en el fondo lo deseaban. Lo estaban diciendo. La CUP anunciaba acciones violentas en la calle. Hubo gente que, de forma voluntariosa, fueron rehenes de la estrategia de los CDR, que buscaban generar violencia.
—¿El Gobierno español tardó en darse cuenta de lo que podía pasar en Cataluña?
—Se unió el no entender lo que ocurría aquí y que las relaciones entre el Madrid político y la Cataluña nacionalista se habían roto en 2012, cuando Mas decide tirar hacia delante. Y que la forma de solucionar los problemas, con dos niveles, pelea a nivel público y acuerdos o intercambio de favores en privado, también se rompe. Lo cual evidencia que el Estado no estaba presente en Cataluña como debiera, y que no tenía los sensores ni la información adecuados. La información que tenía procedía de unas elites que a día de hoy siguen sin entender lo que sucede en Cataluña. Ni PP ni PSOE entendieron que lo que pasaba formaba parte de tensiones que ocurrían en el resto del mundo. Miedo, duda, reacción ante la modernidad.
En Cataluña, el miedo al cambio ha sido aprovechado por el nacionalismo que es una ideología reaccionaria. A esa situación le añades un presidente del Gobierno que tiene como máxima no hacer nada, lo cual es letal. En Cataluña había una banda organizada para dar un golpe de Estado que exigía medidas contundentes por parte del Gobierno de España, que es el garante de los derechos constitucionales del pueblo catalán. No puedes no hacer nada y pensar que ya se equivocarán.
—¿Qué suscitó entonces esa reacción final?
—Sin el discurso del Rey no hay 155. Eso es evidente. Solo el tiempo permitirá entender la dimensión, la importancia que tuvo la intervención del Rey ese día. Ese fue el punto de inflexión, ahí fue cuando la democracia recupera la iniciativa, cuando los ciudadanos ven que aquí debe imperar la ley. Sin el Rey, no sé dónde estaríamos ahora.
—La medida para garantizar el castellano en los colegios también llega tarde o es fruto del pulso entre PP y Ciudadanos.
—Me niego a aceptar los axiomas del nacionalismo y a jugar a su juego. Me da igual por qué reacciona ahora. Lo que hace el Gobierno es aplicar la ley de política lingüística de 1993, que aprobaron PSC, CiU, ICV y ERC, y la ley de educación de Cataluña. ¿Cuál es el problema? Quienes se tiran ahora de los pelos aprobaron esa casilla de elección lingüística. Si se arrepienten, pues que cambien la ley. Otra cosa es por qué el Gobierno no ha obligado a cumplir esas leyes y las sentencias judiciales al respecto en una parte del Estado español. No se trata de que ahora haya una pelea entre PP y Cs, sino de que hay un Gobierno que ha permitido a una administración autonómica incumplir esas leyes.
—No es descabellado pensar que un PP más débil quiera ahora ganarle el terreno a Cs…
-¡Ah! ¿Es por eso? Pues genial, pues que haya muchas como estas. Si los ciudadanos por fin pueden ver sus derechos protegidos, pues genial. A ver si se embalan.
—¿También ve embalado el futuro de Ciudadanos?
—Yo no valoro el éxito en función de los escaños. Yo veo a Ciudadanos gobernando para reformar España.
La estabilidad política es nuestra seña de identidad. Para nosotros no vale “cuanto peor, mejor”. Pero esa estabilidad se pacta y las personas de palabra cumplen lo que prometen, pero Rajoy está demostrando que no la tiene
—¿Eso ocurrirá antes de que acabe la legislatura?
—Durante estos cuatro años he aprendido a tener paciencia. Me gustaría que fuera cuanto antes porque España necesita empezar a transitar hacia su futuro y emprender la senda de las reformas necesarias. Hay urgencia por hacerlo, pero no hay prisa. No depende de nosotros. Estoy convencido de que Cs va a gobernar España pronto. Y lo va a hacer más.
—Quiero decir que no habrá necesidad de hacer caer a Rajoy antes de tiempo…
—No trabajamos en esa clave. Si firmas un pacto con alguien y ese alguien lo incumple sistemáticamente, llegará un momento en que digas “hasta aquí hemos llegado”. Hay iniciativas que no se pueden exigir porque dependen de iniciativas presupuestarias que, desgraciadamente, no se pueden impulsar solo con PP y Cs. Pero que un senador implicado en un caso de corrupción no dimita, eso no depende de ningún presupuesto, sino de una decisión política. Si en aquello que depende de ti, que no tiene coste y no depende de terceros no lo cumples, no mereces ser presidente del Gobierno de España. No es una estrategia para hacer caer a Rajoy, es que a Rajoy no le importa incumplir su palabra y sus compromisos con los ciudadanos. La estabilidad política es nuestra seña de identidad. Para nosotros no vale “cuanto peor, mejor”. Pero esa estabilidad se pacta y las personas de palabra cumplen lo que prometen, pero Rajoy está demostrando que no la tiene.
—De sus respuestas no lo parece, pero ¿se ha mordido la lengua mucho?
—Sí, me la he mordido. Pero he aprendido que uno se tiene que morder la lengua para decir aquello que es inconveniente, no para decir lo que uno piensa. Pero la vehemencia y la prudencia pueden ir de la mano.