España crece. Ha superado en 2017 el PIB que había alcanzado en 2008, antes de la crisis, y las previsiones para 2018 son buenas, con un aumento del 2,5%. ¿Es el mejor momento, por tanto, para los agoreros? No vayan tan rápido. Hay sombras y dudas, y no se centran únicamente en el terreno político y en la situación en Cataluña. Los factores externos que ayudaron a España pueden ahora entorpecer ese crecimiento. De eso no dijo apenas nada el presidente Mariano Rajoy en su balance del año, el pasado viernes, centrando cualquier posible agobio para la economía en el encallado escenario político catalán.
Los bancos centrales se preparan para un nuevo ciclo. La Reserva Federal, en Estados Unidos, ya ha subido cinco veces los tipos de interés desde hace dos años. Y el BCE, verdadero bálsamo para España, tiene previsto recortar la compra de activos a la mitad, con el fin del programa de estímulo previsto para el próximo mes de septiembre. El testigo lo podría recoger, por fin, de forma sólida, el consumo interno y la inversión. Pero la competitividad en España sigue siendo el gran escollo.
En eso se centra Santiago Carbó, Catedrático de Economía de CUNEF y Director de Estudios Financieros de FUNCAS. Carbó no desdeña los dos sectores que seguirán tirando de la economía española, “el sector exterior y, en particular, el turismo”. Pero critica que no se haya avanzado en el terreno de las reformas, que “perdió fuelle hace tiempo”. Y señala el punto crítico: “Es falta de reformas puede causar un cortocircuito en algunas dinámicas de transformación del sistema productivo. Por ejemplo, es bastante criticable que haya un capital humano de tanto nivel en investigación y tecnología y que la inversión en I+D+I no crezca e, incluso, disminuya. Perderemos competitividad y oportunidades de cambio de modelo”.
El talento se va
Para el economista José Carlos Díez ese es también el gran problema de la economía española, que “ni resuelve el poder público, con un escaso interés del Gobierno, ni el sector privado, que no acaba de arrancar en ese terreno”. Esa falta de inversión, de apuesta por la investigación, para lograr un valor añadido, “empuja al talento, a muchos profesionales y trabajadores formados gracias a los presupuestos públicos (universidades, centros de investigación) a dejar el país, y eso es terrible, porque se van los mejores, esa lacra no la hemos sabido parar en todos estos años”, insiste.
Esas críticas se centran en el modelo productivo, que, pese a los esfuerzos para explicar cómo ha evolucionado España, por parte del secretario de estado de Presupuestos, Alberto Nadal, en cada una de sus comparecencias públicas, no ha cambiado en exceso. Pero a corto plazo, con los números en la mano, aparecen las dudas sobre cómo reaccionar ante las decisiones que no se controlan en España.
Los salarios bajos no se aguantarán
Es lo que apunta Santiago Niño Becerra, Catedrático de Estructura Económica del IQS de la Universidad Ramon Llull. “Los vientos de cola se acaban. Un caso es el de los millones de turistas prestados que no van a volver. Pero también la reducción a la mitad de las compras de deuda del BCE, que van a resultar un problema gordo y que deberá ser resuelto con más recortes de gasto público y más impuestos”. ¿Y alguna cuestión realmente estructural, además de la política de tipos de interés del Banco Central Europeo? Aquí Niño Becerra no lo duda: “No podemos olvidar las pensiones, imposibles de financiar con las cada vez menores cotizaciones de unos salarios insuficientes pagados a la sombra de un subempleo estructural enquistado”.
El economista Miquel Puig, que se ha centrado en los últimos años en el problema salarial de algunos sectores, como el turístico, convencido de que hay margen en España para que puedan subir, defiende “la fortaleza” de la economía española para los próximos años. Pero se basa, precisamente, en esa característica: “El turismo y el sector exportador van a seguir dando buenas noticias, seguirán tirando del conjunto de la economía, pero ya no queda tanto margen para tomar esa reserva de mano de obra subocupada”. Es decir, lo que apunta Puig es que los salarios acabarán subiendo y también los tipos de interés, obligando a España a competir mejor con otro modelo productivo, que sigue sin aparecer.
Puig, precisamente, acaba de felicitar a Foment del Treball y a la CEOE por pactar con los agentes sociales un aumento del 20% del salario mínimo para los próximos cuatro años, una medida que lleva defendiendo desde hace un par de años y que plasmó en su libro Un bon país, no es un país low cost (Grup 62).
El orden geopolítico
Lo que ocurre es que todos los países están condicionados por la geopolítica. La economista María Blanco, profesora de Historia del Pensamiento Económico en CEU-San Pablo, se centra sobre ello. “La desconfianza es el antídoto del progreso económico”, señala.
Lo hace para centrarse en lo que pueda ocurrir en Estados Unidos, cuya economía seguirá creciendo con fuerza en 2018. “El nerviosismo que la legislatura de Trump provoca en el entorno internacional, independientemente de los resultados positivos (o no) de sus políticas económicas internas, no es bueno en cuanto genera una gran incertidumbre”. Según Blanco, España puede resentirse por esos movimientos internacionales. “El eje Rusia-China-Estados Unidos, el empuje de la economía india, y el incipiente y lento restablecimiento de la economía europea llevan a suponer que sí habrá aumento de los tipos de interés en la Unión Europea, que encara la Unión Bancaria y las negociaciones con el Reino Unido, por el brexit, con el ánimo subido. Y en medio de ese paisaje, a España no le viene nada bien ver frenado su frágil crecimiento”.
Pero esa cuestión europea tiene otro ángulo. La apunta Santiago Carbó, que entiende que las elecciones en Italia pueden añadir un nubarrón a toda la Unión Europea. Sin embargo, “Merkel, a pesar de sus problemas internos, puede unirse al proyecto de Macron, que al frente de Francia tiene un proyecto ilusionante para toda Europa. Aunque sea con cautela y solamente en parte, si Merkel reacciona se pueden lograr reformas en la construcción europea que beneficien a todos”.
Zonas económicas independientes
Los expertos apuntan, finalmente, a lo único que parece preocupar a Rajoy, la cuestión catalana. Previamente, Carbó insiste en que es urgente que el Gobierno logre la aprobación de los presupuestos, que dependen del PNV, que, a su vez, mira hacia Cataluña. Y que el Gobierno se atreva a poner en marcha un bueno modelo de financiación autonómica, para que las comunidades puedan tirar del carro con fuerza.
Es Niño Becerra quien rompe el consenso sobre la mirada catalana. Es decir, al margen de intentar un acuerdo, lo que señala que se trata de un proceso inexorable en toda Europa. “Europa se halla en un tránsito: de la Europa de los Estados a la de las zonas/clusters/regiones. Y Cataluña será independiente o similar, pero no por una cuestión ideológica o sentimental, sino por eficiencia, un proceso que pueden seguir Flandes, Baviera, Lombardía, y pronto, porque hay que empezar a mover las cosas”.
Todo eso se abordará en 2018, un año en el que el mundo, de forma global, seguirá creciendo, con el motor que representa el consumo interno de países como China, India, Estados Unidos y la propia Unión Europa. Pero con sombras y dudas para cada economía doméstica, como el caso de España.