El Govern 'indepe' quiso diseñar una red escolar elitista
Puigdemont impulsaba, de la mano del programa Escola Nova XXI, una escuela alternativa con autonomía para contratar profesores sin recurrir a funcionarios
14 diciembre, 2017 21:00El Govern de Carles Puigdemont ha sido una caja de sorpresas. Mientras el movimiento soberanista ha defendido que quería un Estado para defender mejor a las clases populares, y que iba en contra de las élites, ponía en marcha, en paralelo, un programa para crear una red de escuelas sin funcionarios, de la mano del programa de innovación pedagógica Escola Nova XXI, marcado por un claro acento liberal.
Los informes de la Guardia Civil elaborados a partir de las agendas del que fuera número dos del departamento de Economía, Josep Maria Jové, muestran que hubo diversas reuniones con el propósito de impulsar esa red educativa que pretende tener “autonomía” para contratar profesores con “garantías laborales”, pero en detrimento de la creación de nuevas plazas de funcionarios.
De hecho, ese es el conflicto latente que ha emergido ahora en Barcelona con la oposición de distintos centros de secundaria a la construcción de nuevo instituto basado en ese diseño de Escola Nova XXI. Se trata del centro Angeleta Ferrer, en la calle Marina, que ha provocado la oposición de distintos institutos de la zona, porque consideran que el propio Consorci d’Educació de Barcelona ha vulnerado los acuerdos alcanzados previamente, truncando los programas de integración social que están en marcha.
Estructura de Estado
El programa pedagógico Escola Nova XXI está inspirado por el exconsejero Andreu Mas-Colell, e impulsado por Eduard Vallory, que ha trabajado estrechamente con Mas-Colell en los últimos años como director de la Barcelona Graduate School of Economics. La idea es que la educación necesita mayores dosis de competencia, con la necesidad de contratar con más libertad a los profesores, sin el corsé de la función pública, y trabajar por proyectos concretos, en clara oposición a un modelo que consideran propio del siglo XIX, inspirado por los grandes diseños en materia educativa de países como Francia y Alemania.
En esas agendas de Jové se relata la conversación con Vallory, en la que se refleja que se debe proyectar ese modelo “como estructura de Estado”. Se pretende iniciar un nuevo modelo, moderno, que busca los referentes nórdicos, para acabar con una estructura “diseñada por el Estado español en el siglo XIX emulando de forma errónea a Francia y Alemania” que sólo habrían logrado “una escuela despersonalizada sin un proyecto propio”.
Y la idea, que se recoge en esas conversaciones, es que la nueva red educativa que se pueda organizar deberá tener en cuenta “la dirección y capacidad de selección, la rendición de cuentas y con personal no funcionario, con contratos laborales con garantías”.
Dualización social en marcha
El propio Jové, en sus anotaciones, señala que la estrategia es “no crear nuevas plazas de funcionarios en los próximos seis u ocho años; con ello se jubilaría el 30%”. El proyecto pasa por escuelas con consorcios locales, con el 100% de financiación por parte de la Generalitat.
En las conversaciones se refleja también la dificultad para implantar ese modelo, dado que el Govern de Puigdemont ha dependido todo este tiempo de la CUP. Se da cuenta del rechazo que generan los sindicatos, por su oposición “al cambio”, y se insiste en que “el sistema no se puede hacer en el marco español”.
Grupos de presión liberales
Esas conversaciones muestran un debate de fondo, que no acaba de aflorar, en el sistema educativo catalán, con grupos de presión que empujan para una mutación del actual sistema, de carácter liberal, y que casa poco con la idea de que el proceso soberanista debía servir a las clases populares, que defienden la educación pública. También choca con el propio colectivo de profesores de las escuelas públicas, que se oponen a que se pueda producir una dualización social, aunque, de hecho, ya está en marcha.
En el poco tiempo que ha estado al frente, la consejera de Enseñanza, Clara Ponsatí, no se ha pronunciado sobre el modelo, aunque defiende esos criterios de competencia, en la línea de Mas-Colell y Vallory, a diferencia de la consejera de la época de Artur Mas, Irene Rigau, que no veía con buenos ojos la apuesta de Escola Nova XXI.