Artur Mas acaba de perder un importante enlace en un Palau de la Generalitat que se resiste a abandonar. Se trata de Jordi Sánchez, el presidente de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), en prisión preventiva desde el lunes por su supuesta implicación en un delito de sedición. Junto a Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural también encarcelado y próximo a ERC, Sánchez era el principal responsable de las movilizaciones independentistas que han tenido lugar en Cataluña desde que Mas se embarcó en la aventura secesionista, hace ya cinco años.
Pero su influencia se hizo extensiva al actual presidente, Carles Puigdemont. Y no siempre con el agrado de éste. Fuentes conocedoras de estas relaciones aseguran que Sánchez ha influido, y mucho, en la mayoría de las decisiones tomadas por el exalcalde de Girona en esta turbulenta recta final del procés. Puigdemont, que desde un principio dejó claro que no quería ser un títere, se libera ahora de la presión del hombre de confianza de Mas, que había despertado grandes recelos en ERC. Sin embargo, los republicanos temen el regreso de otro escudero del expresidente: David Madí, desligado ahora de algunos de sus negocios.
El brazo agitador del Govern
El presidente de la ANC, brazo agitador del Govern, organizó grandes concentraciones a la medida del líder convergente. El batacazo en las elecciones del 27 de septiembre de 2012 obligó a Junts pel Sí (PDeCAT y ERC) a pactar con la CUP, que exigió la cabeza de Mas.
El autodenominado hijo político de Jordi Pujol abandonó la presidencia de la Generalitat, pero su sombra se ha alargado hasta hoy. Para desespero de su propia formación, PDeCAT, que todavía preside. Los nuevos convergentes le consideran un gran activo, pero su presencia resta credibilidad a la renovación de un partido que en breve deberá afrontar la sentencia del caso Palau, en la que se dirime la supuesta financiación irregular de CDC mediante la adjudicación de obra pública durante la época de pleno liderazgo de Mas.
En las cumbres más importantes
La influencia de Jordi Sánchez, a quien los republicanos consideran un correveidile de Mas, ha sido muy visible en las últimas semanas. Durante el traumático Pleno del Parlament en el que se aprobaron las leyes de ruptura, los presidentes de la ANC y Òmnium, sin cargo público ni institucional, eran consultados por los principales dirigentes de JxSí. Ambos han asistido a cumbres decisivas donde se ha decidido el futuro del referéndum y la respuesta de Puigdemont a la puesta en marcha del artículo 155 de la Constitución.
Tras jalear la independencia en la calle, Jordi Sánchez secundó la postura de Artur Mas de recular y rechazar la vía unilateral de ruptura. Hay quien asegura que Sánchez supo que se suspendería la declaración unilateral de independencia (DUI) un día antes de que se celebrara la sesión plenaria gracias a su estrecha relación con Puigdemont, pero no se atrevió a desconvocar a las decenas de personas que salieron a la calle a celebrar una DUI que nunca se aprobó. Portavoces de la ANC lo desmienten. Pero el episodio demuestra la influencia de este licenciado en Ciencias Políticas, exdirigente de Crida a la Solidaritat y que, en 2015, relevó a Carme Forcadell tras unas elecciones convulsas en las que, finalmente, se impuso la corriente convergente.
Cisma en la ANC
La tibieza de Jordi Sánchez provocó el pasado fin de semana un cisma en la ANC, que ahora ha quedado en suspenso a la espera de que se resuelvan los problemas judiciales de su presidente.
Sin embargo, los republicanos apuntan a un nuevo foco de presión convergente. David Madí, que fue miembro de la guardia pretoriana de Artur Mas en los albores del pospujolismo, vuelve a estar liberado. Los negocios no le han ido bien del todo y, tras la marcha de Telefónica y Endesa, ahora tiene más tiempo para influir en los asuntos de Palau. Nunca se desentendió de ellos. “Si me piden la opinión, la doy”, precisaba.