Advertir de que un referéndum unilateral no tiene cabida en el ordenamiento jurídico internacional le ha costado al catedrático de Derecho Constitucional de la Universitat de Barcelona (UB), Xavier Arbós, durísimas críticas en las redes sociales. “Este hombre nunca se cansa de hacer daño”, aseguró la escritora independentista Pilar Rahola en Twitter. Y a partir de ahí, se desató una tormenta mediática. Arbós (Barcelona, 1954), diplomado en Estudios Avanzados por el Instituto de Estudios Políticos de París, defiende en una entrevista en Crónica Global su apuesta por una tercera vía, ante el inmovilismo del Gobierno y de la Generalitat. Confía en que el Estado dé una respuesta proporcionada ante un choque de trenes que considera inevitable. Y aconseja a ERC, si gana las próximas elecciones, que emule al PNV.
—Pregunta. ¿Le sorprende la gran repercusión que tienen sus reflexiones en las redes sociales?
—No les doy demasiada trascendencia. Todo se ha polarizado mucho y se exagera. Lo que dije en la entrevista a Federalistes d’Esquerres no difiere en nada a lo que había dicho anteriormente. He escrito varios artículos, y en todos digo lo mismo.
—¿Le molestan determinadas críticas?
—A nadie le gusta que le presenten como el sádico que quiere hacer el mal. Tengo estima personal a juristas que están del lado de Pilar Rahola. Me molesta lo ocurrido, pero frente a otras cosas, pierde importancia. No somos el centro del mundo. Lo que ocurra en media hora no es el fin del mundo.
A nadie le gusta que le presenten como el sádico que quiere hacer el mal. Tengo estima personal a juristas que están al lado de Pilar Rahola
—Usted apuesta por una tercera vía en lugar de soluciones unilaterales o posiciones inmovilistas.
—No entiendo cómo no se maneja con más gracia este asunto. Cuando la Generalitat expresó sus 45 reclamaciones, yo, como ciudadano, no sé si Puigdemont quería hablar solo de esto, y el resto ya se vería. O si el Gobierno estaba dispuesto a hablar de todo, siempre que se quitase de la mesa el tema de la independencia. Hacer de una cuestión un principio irrenunciable impide que se pueda llegar a un acuerdo, no genera un clima de diálogo. Que Rajoy anunciara grandes inversiones en Cataluña que luego no se reflejaron en los Presupuestos Generales del Estado genera frustración.
—Parece que ésta va a ser una 'Semana grande' en la que se anunciará la fecha y pregunta de un referéndum unilateral, ¿qué opina?
—No conozco a nadie que diga que el referéndum unilateral cabe en la Constitución española. Creo que eso está asumido por todo el mundo, incluida gente próxima al procés. Puede que haya juristas que lo aseguren, pero yo no conozco a nadie. Con una ilegalidad se incrementa la tensión debido a la fuerza simbólica que tiene un referéndum. Nos guste o no, tiene una fuerza expresiva muy grande. Si a eso se añade la posible foto de un policía sujetando una urna, tendremos una gran repercusión y se cargará más la tensión.
—¿Y qué tiene que decir un jurista a eso?
—Hay un discurso que se empeña en poner la raya entre democracia y no democracia. Hay que estar de acuerdo con el referéndum sí o sí. Y si no, que se lo pregunten a los comunes, que están muy presionados en ese sentido. Pero lo que me llama más la atención es que, a pocos meses de que se celebre el referéndum, no haya una defensa de la legalidad por ningún lado. Guardar la Constitución implica proporcionalidad e integrar también a todas aquellas personas que en la consulta del 9 de noviembre de 2014 se movilizaron. No entiendo que, después de esa fecha, en la que 1,8 millones de personas se molestaron en depositar una papeleta, no hubiera una reacción.
En todos los casos de intervención de la autonomía se sabe cómo se empieza, pero no cómo se acaba. No hay cautela en el artículo 155 de la CE. No hay plazos de control. Estaríamos ante una situación delicada
—Por parte del Gobierno de Mariano Rajoy, entiendo…
—En aquella famosa entrevista en Onda Cero sobre si una Cataluña independiente saldría de la UE, Rajoy demostró que desconocía las 4 ó 5 ideas básicas del argumentario independentista. Es cierto que la irresponsabilidad de la Generalitat ha llevado al autonomismo a una situación de crisis. Pero el Gobierno tampoco ha gestionado esta situación.
—Dos posturas inamovibles.
—Puede parecer una caricatura, pero yo veo un conflicto entre políticos que creen que el Derecho no existe y otros que creen que solo existe el Derecho. Hay que buscar una vía que salve la comunicación,
—¿Es posible todavía?
—Hasta que no haya un choque, que es inevitable, no lo sabremos. Cuando se convoque el referéndum, el Tribunal Constitucional (TC) se activará para hacer cumplir sus resoluciones. Entonces, el Gobierno podría aplicar la ley de seguridad nacional o el artículo 155 de la Constitución. Pero espero que se guarde el principio de intervención mínima, porque la autonomía es un derecho.
—¿El conflicto es irremediable?
—En todos los casos de intervención de la autonomía se sabe cómo se empieza, pero no cómo se acaba. No hay cautela en el artículo 155 de la CE. No hay plazos de control. Estaríamos ante una situación delicada.
—¿Qué opina de la ley de transitoriedad, conocida como de desconexión, que el Govern guarda bajo siete llaves?
—Mi hipótesis es que se esconde esa ley para mantener el máximo tiempo posible el statu quo. Si se abre al debate de los grupos y se sigue el cauce normal, el TC tendrá tiempo de suspender a los cargos públicos por conducta reiterada. Si esa ley se aprueba en una sola sesión, el TC no puede inhabilitar a los cargos de forma inmediata. Es mi teoría. Pero lo que está claro es que no se está haciendo nada por ofrecer una mínima garantía jurídica al procés.
—¿El fin en realidad es la unilateralidad?
—Hay mucha contradicción. El Parlamento catalán aprobó una declaración en la que no se reconocía la legitimidad del TC y solo reconocía la validez de las resoluciones de la Cámara catalana. Pero cuando fue impugnada por el alto tribunal, los grupos catalanes recurrieron ante el TC. Es contradictorio también que se reproche al Gobierno que no permita un referéndum y, al mismo tiempo, se diga que vamos a una declaración unilateral de independencia sin referéndum. No lo entiendo.
—¿Cree que hay un antes y un después en la respuesta de la Comisión de Venecia al presidente Carles Puigdemont?
—Puigdemont había especulado anteriormente con la posibilidad de acudir a la Comisión de Venecia, que desde siempre ha dejado claro que para hacer un referéndum hay que cumplir con la Constitución y buscar amplios acuerdos. CSQP presentó una moción en la que sugería seguir esa vía y Puigdemont lo aceptó, pero envió una carta a ese comité asesor europeo en la que no informaba de sus intenciones. Ahora hay quien dice que no está dispuesto a pedir permiso ni a la Comisión de Venecia ni al Estado. Creo que se está abandonando una vía que habría dado credibilidad al referéndum. No se están buscando el consenso internacional ni se está tratando se ensanchar la base de partidarios del referéndum. Ni haciendo un esfuerzo por corregir un déficit de legitimidad.
Si ERC gana, como dicen las encuestas, debería hacer un diagnóstico realista de la situación y emular al PNV, bajo la premisa de que la independencia puede esperar
—Eso es lo que buscaba precisamente el Pacto Nacional por el Referéndum.
—Yo confiaba en que alguien creíble próximo al procés, ya que los independentistas no se fían de los partidos que llaman unionistas, hiciera una reflexión sobre la imposibilidad de hacer un referéndum unilateral. Alguien tan poco sospechoso como Alex Salmond, ex primer ministro de Escocia, recomendó a los independentistas catalanes esperar a un acuerdo para celebrar un referéndum, algo que me parece muy sensato. Hay que esperar al día después al choque de trenes. El Estado debe hacerse un planteamiento con sangre fría y mirada larga. Da que pensar que un 48% de los catalanes no quieran ser españoles. Yo siempre he defendido una tercera vía, entre un PP con mayoría absoluta que era como hablar con una pared y una Generalitat independentista que se mofa de las “vías muertas”.
—¿La solución es ir a elecciones?
—Si hay elecciones, sería necesaria una alternativa sensata para evitar la crispación. Si hay un cambio político autonomista, un Gobierno no independentista (unionista), debería aplicar el sentido común y no repetir los errores de un independentismo hostil hacia los demás. O si ERC gana, como dicen las encuestas, debería hacer un diagnóstico realista de la situación y emular al PNV, bajo la premisa de que la independencia puede esperar.