Inasequible al desaliento y a las numerosas críticas a su gestión, el muy contestado consejero de Salud de la Generalitat, Antoni Comín, afronta un nuevo reto: que Barcelona se convierta en la nueva sede de la Agencia Europea del Medicamento. Este organismo está situado en Londres, pero tras la salida del Reino Unido de la UE, será necesario buscar otro país de acogida. Compiten Roma, Estocolmo, Berlín y Copenhague, y en España, han demostrado interés Madrid y Málaga.
Comín, que ha puesto en pie de guerra al sector sanitario con su cruzada en contra de las privatizaciones, pretende ahora que Cataluña acoja la autoridad farmacéutica sin un Gobierno español que le avale debido al proceso independentista en el que se ha embarcado la Generalitat. Por ello, el consejero de Salud ha encomendado a una precaria diplomacia catalana que negocie con los mandatarios europeos su candidatura.
Entre los cometidos de la Agencia Europea del Medicamento, que tiene un presupuesto de 500 millones de euros anuales y 800 trabajadores, figura la evaluación científica de los medicamentos de las empresas que tienen sede en la UE, la protección de la salud de las personas y la promoción de la innovación y la investigación en el sector.
Pregunta a medida en el Parlament
Comín aprovechó el último pleno celebrado en el Parlamento catalán para hacer campaña. Lo hizo gracias a una pregunta a su medida formulada por una diputada de su mismo grupo (Junts pel Sí), Montserrat Candini. La parlamentaria se lo puso fácil, pues allanó el camino con una serie de datos que, según dijo, avalan la candidatura catalana. Destacó el hecho de que, en 1992, Barcelona ya fue candidata, pero Londres le ganó la partida. Candini explicó que en Cataluña están instalados 230 laboratorios farmacéuticos, lo que supone la mitad de toda la industria farmacéutica de España. Un total de 21.200 personas trabajan en este sector, un 3,3% del empleo industrial en Cataluña.
“Barcelona se lo merece, puede jugar en la liga de las grandes candidaturas”, aseguró Comín en su intervención. Y entre las razones que dio para defender esa aspiración, y aquí se demuestra la audacia de Comín, es el “proceso muy interesante y plenamente democrático” que se está llevando a cabo en Cataluña. “Sea cual sea la decisión que tomen los ciudadanos de nuestros país, el futuro de Cataluña está en Europa”, dijo el titular de Salud en sede parlamentaria.
Tejido industrial
Comín se refirió a la comisión institucional creada con la finalidad de promover esta candidatura, en la que participan las consejerías de Vicepresidencia, Presidencia, Relaciones Exteriores, Salud y Empresa. En este sentido, el consejero considera que pujar por esa sede tiene mucho que ver con el tejido industrial farmacéutico, pero “hay una derivada que sería, probablemente, la más relevante de todas ellas”, que tiene que ver con la política exterior de la Generalitat.
Como se sabe, una de las “estructuras de estado” concebidas por el Gobierno secesionista catalán es la diplomacia catalana, canalizada a través de una Consejería de Exteriores sin agenda internacional y sin competencias, lo que ha provocado deserciones y un profundo malestar entre el consejero Raül Romeva y el presidente catalán, Carles Puigdemont.
Lo que no dijo Comín es que, en 1992, fecha en la que Barcelona luchó por la Agencia del Medicamento, España tenía la presidencia de la UE. Y Cataluña no estaba inmersa, ni por asomo, en el proceso secesionista que ha favorecido la deslocalización de empresas debido a la inestabilidad que provoca. De hecho, en aquellas fechas, Cataluña acogía 300 empresas y el 60% de la industria farmacéutica española, tal como publicó Crónica Global.