La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en el metro.

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en el metro.

Política

Las Cola(u)das burguesas de la alcaldesa

La primera edil pidió que le abrieran la sala de autoridades del aeropuerto cuando se fue de vacaciones a Almería

16 marzo, 2016 21:17

Se le agotó el purismo ideológico de tanto usarlo. Ada Colau prometió acabar con los privilegios que acompañan a los cargos públicos tras tomar posesión como alcaldesa de Barcelona. Pero la realidad es tan tozuda como tentadoras son las prebendas.

La exactivista pidió que se le abriera la sala de autoridades del aeropuerto de El Prat de Barcelona el verano pasado, cuando iba a pasar una semana de vacaciones en el parque natural de Cabo de Gata, situado en Almería.

Es público, porque ella misma lo ha confesado en programas televisivos, que los padres de Colau se separaron cuando ella era muy joven y que su progenitor se fue a vivir a esa ciudad andaluza, por lo que pudo aprovechar el viaje para cumplimentar sus compromisos familiares.

Del metro al coche oficial

Utilizar la sala de autoridades permite a los altos cargos abstraerse del mundanal ruido aeroportuario, evitando así el roce popular. A Colau, bregada en la movilización callejera y en los escraches contestatarios, le molesta ahora el contacto ciudadano. Es lógico: dada su condición de alcaldesa, la líder de Barcelona en Comú se ve demasiado expuesta en lugares de pública concurrencia. Por ello, dejó de ir en metro poco después de dejarse fotografiar en un vagón semivacío tras acceder al gobierno municipal.

“La gente no para de decirme cosas”, confesó quejosa al alcalde de otra importante población catalana. No es la única dirigente de la órbita podemita que abandona el transporte público y descubre las ventajas del coche oficial. El alcalde de Valencia, Joan Ribó, dejó de desplazarse en bicicleta a su puesto de trabajo, abrumado por los ciudadanos que le abordaban durante el camino.

Sueldos altos

Ada Colau tampoco ha podido --o no ha querido-- ser consecuente con el código ético de su propio partido, que establece un sueldo máximo de 2.200 euros netos al mes para sus los “cargos electos, gerenciales y de libre designación”. El Comisionado de Seguridad del Ayuntamiento, Amadeu Recasens, cobra 95.000 euros al año, mientras que los sueldos de los directivos del Área Metropolitana de Barcelona oscilan entre los 105.938 euros y los 76.182 euros que recibe Gemma Calvet, exdiputada de ERC y directora de la Oficina de Transparencia, cargo de reciente creación.

Nepotismo

La designación de cargos a dedo es una práctica habitual en los partidos que genera rechazo social, pero lo que nadie esperaba es que Ada Colau, gran entusiasta de la regeneración democrática, fichara a su propio marido, Adrià Alemany, como asesor, aunque alegó que cobraba del partido, y no del ayuntamiento.

Pero hay más casos de nepotismo o endogamia municipal. Vanesa Valiño, asesora de vivienda, es la pareja sentimental del primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello.