Josep María --Pepe-- Àlvarez ha formalizado este jueves su intención de unirse a la carrera sucesoria para tomar el relevo de Cándido Méndez al frente de la UGT en el 42 congreso confederal que se celebrará en Madrid del 9 al 12 de marzo. Si no hay cambios, deberá enfrentarse a dos competidores: el líder de la federación de Servicios y Movilidad, Miguel Ángel Cilleros, el candidato oficialista, y el secretario general de Canarias, Gustavo Santana.
El sindicalista catalán de origen asturiano informó al formalizar sus intenciones que cuenta con el apoyo de dos federaciones muy potentes, la del metal y con parte de la de servicios (algunos son partidarios de Cilleros). Tiene el handicap de llevar 21 años al frente de la organización en Cataluña, por lo que no encarna exactamente la renovación sindical: su mandato es anterior al de Méndez. Aunque este no es su principal problema.
Àlvarez tiene menos de dos meses para borrar la última etapa en UGT de Cataluña y demostrar que no es un independentista. Su trayectoria de los últimos años ha sido muy comprensiva --y participativa-- con las organizaciones soberanistas y con la tensión política que se ha ido creando frente a las instituciones de la Administración central. La constatación más palpable de esa aproximación es el pase de dirigentes cercanos a Álvarez a la política en organizaciones independentistas.
Desconfianza en la confederación
La nueva directriz que ha tomado el sindicato catalán ha provocado desconfianzas en el resto del país. Tradicionalmente, la UGT estaba cercana al PSC y fue cantera de muchos de sus líderes, algunos aún en activo como Jaume Collboni o Eva Granados. Pero a lo largo del procés ha basculado hacia CDC, algo que no gusta ni en la confederación ni en algunos ámbitos catalanes.
No molesta que haya dirigentes como Camil Ros, el secretario de política sindical al que se considera un independentista de pata negra a pesar de que en los últimos tiempos, cuando se ha posicionado en la carrera sucesoria de Àlvarez en Cataluña, lo haya hecho presentándose en los círculos sindicales como federalista (resultado: ha levantado ampollas en ambos sectores). Lo que sí provoca recelos es que gente del círculo de su confianza se haya pasado al Gobierno de Mas y de su sucesor, Carles Puigdemont.
Escobar, Munté y Bassas
Especialmente, el fichaje de Miguel Ángel Escobar por CDC, nuevo senador de Democràcia i Llibretat. Se había acercado a Súmate, la organización independentista cercana a ERC, pero el salto a los nacionalistas dolió a la organización e hizo daño a Àlvarez. No ayudó en su día que Neus Munté, a quien se consideraba una persona dada a la negociación y a la búsqueda de consensos, se sumara al Govern de un ámbito sensible para los sindicatos. Aunque ella siempre fue una persona de CiU en la organización, como Josep Maria Violant.
La guinda del pastel fue la renuncia de la líder de UGT en Girona, Dolors Bassas, primero para unirse a la lista de Junts pel Sí y después para ocupar la consejería de Treball con Puigdemont. Persona cercana a ERC, su decisión de dar el salto a la política estuvo influida por una de las personas que ahora promociona Àlvarez para pasarle el testigo en Cataluña, Laura Pelay. Otra dirigente de la cúpula que siempre ha estado cerca de los republicanos.
Cercano al poder político
La principal carencia de Àlvarez, según las fuentes sindicales consultadas, es que se ha mostrado cercano al poder político de turno en Cataluña, desde la etapa de Jordi Pujol hasta la de Artur Mas. Es más, fuentes de su entorno indican que tenía mejores relaciones con el ex muy honorable que con el socialista José Montilla.
En el momento político actual y con el poder que tiene la organización en el nuevo Ejecutivo catalán es complicado tanto oponerse a ella como mostrar la distancia que algunos dirigentes de gran poder en UGT en Cataluña exigen a los sindicalistas.
Fusión de seis a tres federaciones
Existe otra corriente en la organización, sin embargo, que mantiene que Àlvarez es el mejor candidato posible por el trabajo que se deberá realizar en los próximos años en el sindicato. UGT está inmersa en un proceso de fusión de sectores y federaciones, diseñado entre otros por el aún líder catalán, que comportará “pisar muchos callos y cortar cabezas”, según los interlocutores consultados.
Se prevén momentos complejos para reducir de seis a tres las federaciones sectoriales. Por ello, se requiere a una persona cuyo liderazgo de entrada no sea cuestionado y al que no se le caigan los anillos para mover gente y ejecutar las integraciones.
Un único mandato
Àlvarez sería la persona elegida. Incluso su edad, cumplirá 60 años el próximo marzo, juega a su favor. Se podría jubilar al finalizar el principal mandato del futuro secretario general de UGT y dejar paso a una nueva generación de sindicalistas que sí encarnen a la renovación que se exige a las instituciones.
Pero incluso en este escenario se le reclama algún gesto que le distancie del independentismo.