El día que las emociones acudieron a votar
La mercadotecnia política se ha cebado en los instintos más primarios de los electores catalanes en estos comicios
28 septiembre, 2015 00:00Estas han sido las elecciones de las emociones. De los sentimientos.
Emociones y sentimientos sometidos, por lo tanto, a la consecuente manipulación, exaltación, ridiculización y satanización.
La gente le ha pedido opinión al alma, al vientre, al bajo vientre o a cualquier otro recóndito lugar donde los electores guardan lo más íntimo de la esencia personal, antes de encaminarse hacia las urnas de forma masiva. No han recurrido a la razón sea cual sea el color o el sentido del voto emitido.
Emociones sobre raciocinio
Los sentimientos modulan la razón. La impregnan. La esclavizan.
Los técnicos en mercadotecnia política se han esforzado, pues, en azuzar las bajas pasiones y lo más poderoso de los instintos primarios de la ciudadanía. Y lo han conseguido. La participación se ha disparado porque la ciudadanía se ha visto empujada hacia un posicionamiento trascendental. El contencioso se ha establecido sobre una dicotomía: independencia o unión. Es decir, la disyuntiva apelaba a un sentimiento íntimo, ancestral en algunos casos, relativo a algo tan intangible en lo formal pero tan determinante en lo material como el sentimiento de pertenencia a la manada. La que sea a la que el elector quiera pertenecer, por el motivo que sea.
La manada da cobijo y garantiza fuerza
Ser miembro de un grupo genera autoafirmación y atesora protección ante las agresiones. Esa es la fuerza de la manada.
Esa tendencia primaria de la condición animal (también la humana) a mimetizarse en el magma de un grupo homogéneo y cohesionado bajo la bandera de un idea de pertenencia, ha sido el lienzo sobre el que han derramado brochazos los cocineros de campaña de todas las fuerzas políticas, incluidas las más alternativas.
Las emociones, gasolina de primera
“La inmensa mayoría de los votantes del Junts pel Sí, no saben explicar cuál es la propuesta concreta de esa formación en materia, por ejemplo, de inmigración. Tampoco los que han votado a Ciudadanos, o los que los han hecho a PSC o PP. Da igual. La gasolina que les ha empujado circula por cañerías mucho más poderosas. Las ideas sólo sirven para que las emociones puedan propagarse. No al contrario”.
Son palabras del doctor José Tomás Vilatella, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Barcelona, y experto en análisis de la conducta asocial. “Son muchos los factores que han influido en la movilización electoral de estos comicios. Se ha impuesto la idea de que se trataba de elecciones trascendentes. Un antes y un después. Se ha apelado a los sentimientos más imperturbables, se ha planteado un debate sobre el aspecto que más desasosiega a cualquier ser humano: su futuro. Todo ello barnizado por el discurso típico de la política que en esta ocasión se ha tiznado de forma especial de mentiras, manipulaciones, agitación y propaganda y las habituales maniobras torticeras del discurso dirigido a la captación del voto”.
Reacción exacerbada
Para el profesor Tomás Vilaltella, “algunos sentimientos aletargados, han aflorado en estas elecciones con un entusiasmo desaforado y directamente proporcional a la enjundia del debate y de la provocación reciproca. Así, los hijos o nietos de los que un día fueron “minyons de montanya”, por lo tanto, partícipes de organizaciones catalanistas, antifranquistas, han reafirmado, ahora, sus postulados, incluso, los han exagerado como si se tratase de una consecuencia lógica del camino que parte de sus orígenes.
Los descendientes de aquellos que participaron de forma voluntaria de los “campamentos de falange”, exactamente igual”.
Hartazgo, desconexión, incredulidad…
El debate de las emociones sublima el resultado de las elecciones.
La sensación de hartazgo, de desconexión con las instituciones o la incredulidad, se ha impuesto entre la ciudadanía en plena época de crisis económica y de valores políticos. Ese caldo de cultivo resulta fértil para apuntalar posturas radicales y contestatarias. Digamos que los manipuladores de uno u otro bando lo han tenido fácil.
Pero los independentistas, ayudados por una militante maquinaria mediática fiel aliada del discurso único (auto afirmante para los afines, y despreciativo para los que no los eran), han sido más hábiles. Mientras los unionistas fabricaban informes falsos sobre las supuestas corruptelas de algunos prohombres del soberanismo, los soberanistas buscaban el boca oreja y hacían del victimismo habitual y de la esperanza, la virtud.
Jóvenes contestatarios
“Han sido unas elecciones donde lo que ha primado han sido los sentimientos. Especialmente remarcable es el papel de los jóvenes. Las encuestas previas ya sugerían que las nuevas generaciones irrumpirían del lado de la postura que resultase más contestataria y revolucionaria. Los jóvenes se han decantado por el “sí”. Y eso no debe de sorprender. Al contrario. Era previsible, aunque algunos partidos políticos (sobre todo de alcance nacional) parece que no han sido conscientes de ello, y por lo tanto no han actuado en consecuencia”.
Es la valoración de la psicóloga, Anna Bielsa, directora del Centro Londres 94 de Barcelona, experta en el tratamiento y análisis de la conducta adolescente.
¿Amor a la patria?
Dicen los tratadistas en materia psicológica que 19 de cada 20 gestos o actos del ser humano vienen inducidos por las emociones. Éstas tienen la fuerza suficiente para provocar la modificación del estado de las cosas. Sin embargo, y tratando de sentimientos, llama la atención lo mucho que se ha hablado en esta campaña del expolio fiscal que se sufre en Cataluña y lo poco que se ha hablado del amor fatalista e inexorable del pueblo catalán por su esencia patriótica.
Da la sensación de que se han azuzado emociones con un hierro incandescente que, sin embargo, no tiene la temperatura suficiente, no asegura que el músculo del independentismo sea sólido y perdurable. O sí.
Sea como sea, el pueblo, la manada, hoy, como ayer y probablemente como mañana, necesita de mensajes mesiánicos para modular su sínodo y eso nos sitúa, en Cataluña, en un escenario anacrónico y provinciano que sopla contra la corriente por la que navegan los nuevos mundos y las nuevas civilizaciones, según explican los especialistas en análisis de conducta.
Somos lo que somos (emociones con formas humanoides) y tenemos lo que nos merecemos. No hay que darle más vueltas. Simplemente, se trata de la insignificante levedad del ser.