Política

Mas y Junqueras, máxima tensión

Los convergentes recelan de los contactos de ERC con Catalunya Sí que es pot y de la popularidad de Romeva, el amigo y la apuesta de Junqueras

8 agosto, 2015 13:20

La relación entre ERC y la candidatura podemita es mucho más fluida, amistosa y constructiva que la que el partido republicano mantiene con Convergència. El acuerdo de Artur Mas y Oriol Junqueras se interpretó al principio como el harakiri del segundo ante la posibilidad de quedar por detrás de Ciudadanos si se presentaba a las elecciones con sus propias siglas. La presión demoscópica, azuzada por los medios, habría atenazado a Junqueras hasta el punto de ceder ante las presiones de Mas a las primeras de cambio. El presidente de la Generalitat sólo tenía la baza de agotar la legislatura, de prolongar la agonía hasta otoño de 2016. No eran pocos los que en Convergència entendían que el cumplimiento íntegro de una legislatura, para variar, daba la opción de emplazarse en un escenario diferente, tal vez con otro Gobierno u otro "talante" en Madrid. Sólo había que echarle la culpa a Junqueras de la desintegración del frente separatista.

Sin embargo, pesó en Mas su palabra, el compromiso asumido a mediados de enero, cuando fechó las elecciones para el 27 de septiembre tras echar cuentas y comprobar la idoneidad astral de ese domingo y no el siguiente. La campaña comenzaría el 11 de septiembre y el día de la orgía democrática coincidiría con el primer aniversario de la firma del decreto de convocatoria del 9N. Redondo. Año 301 de la guerra contra España.

Menos influenciado por su orgullo y nada preso de sus palabras, el líder de Esquerra vio en la candidatura conjunta cívico-política la opción de liquidar a Mas y convertir a Convergència en historia.

Con Raül Romeva en la recámara se abrían grandes posibilidades para dinamitar a Convergència. Romeva, comisario de la ANC en la comisión Ara es l'hora, pulcro, de izquierdas, pero bien, y bien dotado para la oratoria épica le podía comer la tostada perfectamente al número cuatro de la lista. De hecho, es lo que ha pasado. El protagonismo del exdirigente de Iniciativa desgasta minuto a minuto a Artur Mas y aporta el plus de que Romeva no es el que ha dejado de pagar a las farmacias. La candidatura Junts pel Sí ya no es la "lista del president", sino una plataforma que sintoniza con Catalunya Sí que es pot, la versión local de Podemos con el toque literario de Lienas y sindical de Coscubiela. Ya no es, como decían en Convergència, la candidatura del quinto segunda, en alusión a la procedencia vecinal de Rabell, sino la misma gente que les ha "robado" Barcelona. Y por si no fuera suficiente, confluyen con Romeva y Junqueras en forma de pinza anticonvergente.

No es casualidad que, a falta de programa, el debate en Junts pel Sí sea una nada bizantina disquisición sobre quién será el teórico próximo presidente de la Generalitat, si el uno o el cuatro. Nada hay escrito al respecto y ya no es una especulación, sino una cuestión candente con declaraciones de tirios y troyanos. En Unió, por cierto, confían en el efecto disuasorio que todo eso puede tener en el electorado tradicional de CiU, algo más pragmático que Mas, Turull y Rull.

Mas y Junqueras vuelven a no hablarse. No es una exageración. Mas y Duran estuvieron años sin dirigirse la palabra compartiendo antedespacho en la sede de la calle Córcega. Al presidente de la Generalitat no le viene de nuevas actuar así y menos cuando tiene al enemigo en casa. Es lo que ocurrió con CiU y es lo que está pasando con Junqueras, que se ha demostrado dispuesto a hacer todo lo posible para que Mas no vuelva a ser presidente de la Generalitat. En TV3, después de entrevistar a Mas tras la firma de la convocatoria hicieron lo propio con Junqueras. Lo presentaban como "jefe de la oposición". Parecía una tomadura de pelo. Ahora mismo, y a despecho de compartir candidatura, es lo que es. Y aspirante a la sucesión. En Catalunya Sí que es pot no les suena nada mal la hipótesis. Romeva, Junqueras, quien sea antes que Mas.