José Antonio Zarzalejos, periodista, ex director de Abc, en un artículo publicado este sábado en El Confidencial:
"[...] A raíz del caso Pujol, el presidente Mas ha pronunciado dos veredictos de gravísima intolerancia. El primero, es que la evasión fiscal de ex presidente de la Generalidad es una cuestión de orden "personal y familiar". Y el segundo, es que los catalanes, ahora que se han conocido -en parte- los hechos, deben demostrar "fuerza psicológica". Ambas apreciaciones, dichas sin aparente apelación, muestran la concepción endogámica, reñida con la realidad, tozuda y escapista de Artur Mas que persiste en mantenerse y en mantener a los catalanes en una suerte de territorio exento de mal alguno en el que el delito o la corrupción política no existen (y si existen han de entenderse como un asunto "personal y familiar") y en el que los enemigos acosan a los catalanes a los que se les insta al voluntarismo (la "fuerza psicológica") en vez de a la valoración política crítica con lo que allí está sucediendo.
Estas apreciaciones de Mas no implican otra cosa que la insistencia en el "oasis catalán" que encierra dos características perversas. Una: hacer creer que en Cataluña todo es distinto y mejor que en cualquiera otra parte. Dos: cloroformizar la capacidad de discernimiento colectivo haciendo recaer el "accidente Pujol" sobre el conjunto de los catalanes utilizando un señuelo que consiste en apelar a su "fuerza psicológica". Mas está tratando de tocar la fibra emocional -y sólo emocional- socializando sus propios errores e intentado rescatar al padre que los inspiró (pronto veremos un intento de ofensiva reparadora de la reputación de Pujol) y que él ha venido ejecutando puntillosamente desde que abortó la legislatura de 2010 con el desastroso resultado que tal decisión supuso para CiU. El presidente de la Generalidad, se aleja dolosamente de la realidad como recurso de supervivencia. Que comenzó a peligrar cuando -con una altivez sin cálculo- jugó al todo o nada con un Estado que, pudiéndose reformar (sería deseable que así fuese), jamás se suicidará.
En estas circunstancias, mutatis mutandis, no puede dejar de leerse a Agustí Calvet, Gaziel, sean sus artículos en los años treinta (ya advertía entonces cómo Cataluña perdía aliados y amigos), sean sus “Meditaciones en el desierto 1946-1953”, porque aleccionan –al modo en que lo viene haciendo Antoni Puigverd, es decir, desde el corazón del catalanismo– sobre los evitables errores que está cometiendo el soberanismo en Cataluña. Quizás el mayor de todos, el más grave, el de peor reversión, sea el tremendo error de la intolerancia. Hacia ella caminan a pasos agigantados quienes, en vez de enfrascarse, una vez, más en la historia catalana, en iniciativas perdedoras, debieron recurrir a soluciones realistas, justas, legales y democráticas para solventar problemas que afectan a aquella comunidad y que a todos nos conciernen. Y que -como una reforma constitucional- no precisaban en modo alguno de un Ulises en un improbable viaje a Ítaca en medio de una tempestad que hará naufragar una nave que presenta ya vías de agua de cuya dimensión -acuda o no mucha gente a la Diada- tendremos cumplida noticia en septiembre. Será cuando, la otra Cataluña -que la hay- comience a hacer acto de presencia. Sólo es cuestión de tiempo porque de forma discreta pero efectiva allí se está produciendo un discretísimo y casi clandestino regreso a la realidad".