Es sabido que el debate sobre el estado de la nación es un rito anual ineludible para los gobiernos, pero que tiene escasos efectos prácticos y, desde luego, muy poca incidencia sobre la opinión de la ciudadanía. En general, la rendición de cuentas ante el Parlamento acaba por utilizarse como un artefacto propagandístico por el presidente del Gobierno y por los portavoces de la oposición, que encuentran en esa cita anual una ocasión única para desplegar sus capacidades y exponer sus posiciones. Más aún en el debate celebrado este martes y miércoles, que se convirtió sin disimulos en el arranque de la campaña electoral para los comicios europeos de mayo.

Se suele decir que las elecciones al Parlamento Europeo no le interesan a nadie, que los españoles las utilizan habitualmente para propinar un castigo a los gobernantes que no tiene coste alguno, porque no están en juego gobiernos. No parece, sin embargo, que los partidos les den tan poca importancia. Menos en esta ocasión. No solo porque la fortaleza de partidos de extrema derecha antieuropeísta en Francia, Holanda o el Reino Unido, amenaza el futuro de la Unión Europea, también porque un hipotético triunfo de opciones de izquierda podría empujar una modificación de las políticas de austeridad.

Además, en el tablero español se juegan varias partidas simultáneas. La del posible fin del bipartidismo, augurado por numerosos sondeos, y, por tanto, la medición de fuerzas no solo entre PP y PSOE, sino también con IU, UPyD y otros. Incluso, en Cataluña se verá cuál de las candidaturas nacionalistas se lleva el gato al agua, si la de CiU o la de ERC.

Las europeas, una reválida para las propuestas domésticas de PP y PSOE

En España, las dos grandes fuerzas políticas, PP y PSOE, están poniendo toda la carne en el asador de unos comicios aparentemente menores, porque la lectura de sus resultados será fundamental para sus expectativas para las siguientes citas electorales de 2015: municipales, autonómicas en trece CCAA y generales.

Si el PP queda por delante, considerará que los electores respaldan su política económica y social, incluidos los recortes de prestaciones y derechos, mientras que si pierde, se podría interpretar que los ciudadanos no legitiman esas medidas.

Si el que gana, aunque sea por un voto, es el PSOE, los socialistas se sentirán fortalecidos y recuperarán el ánimo que necesitan para afrontar las citas electorales mencionadas y sus propias elecciones internas para elegir candidato. Y si no lo consiguen su crisis interna y de liderazgo social se agravará. Pero los dos partidos tienen, además, el objetivo común de sacar distancia a los partidos pequeños, a los que las encuestas sitúan pisándoles los talones.

Dos visiones antagónicas de la realidad de España

Estas son razones que sobrevolaron el debate del estado de la nación, que marcó el arranque de la campaña y señaló el tono en el que se desenvolverán los líderes políticos en los meses inmediatos. Los discursos de Mariano Rajoy, por un lado, y de Alfredo Pérez Rubalcaba y el resto de la oposición, por otro, reflejaban dos visiones antagónicas de la realidad de España. La del Gobierno, obsesionado con ver en la mejora de la prima de riesgo, la calificación la deuda o la baja inflación el reinicio de aquel "España va bien" de la Presidencia de Aznar, y la del resto de los grupos empeñados en ponerle sobre la mesa la desesperanza de los millones de ciudadanos afectados por el paro, por el empobrecimiento, por los recortes sociales y laborales.

Son dos españas que existen. La de las cifras macroeconómicas que mejoran y la del sufrimiento de tantísimos españoles. Pero ni Rajoy parece dispuesto a dejar que le amarguen la fiesta, ahora que ha encontrado un discurso que en el PP creen que inspira confianza y les puede beneficiar electoralmente, ni Rubalcaba y el PSOE abandonarán un relato, que les puede permitir reconectar con el sentir de sus electores, incluidos esos cuatro millones que les abandonaron en 2011.

Posible oferta a Mas tras las europeas

Habrá, por tanto, que esperar a que pasen esos comicios para ver si hay cambios en los discursos y en las políticas gubernamentales. Incluso si los hay en la Unión Europea, que de decidirse, por ejemplo, a devaluar el euro y mancomunar la deuda aliviaría mucho las consecuencias de la austeridad -austericidio le llaman muchos- sobre la población de los países del sur.

Incluso para ver si cambia algo sobre Cataluña. Porque aunque Rajoy fue muy contundente en su inflexibilidad frente a las aspiraciones soberanistas del nacionalismo catalán, en los mentideros madrileños se sostiene que, pasadas esas elecciones, el presidente podría ofrecer una alternativa política, pactada con el PSOE, que pueda permitir a Artur Mas descabalgar el tigre de la consulta de noviembre.

Algún tipo de reforma del sistema financiación o incluso de la Constitución, a la que pueda engancharse CiU. "No se puede llegar a noviembre a ver qué pasa con el referéndum, sin haber dado una alternativa para evitar el choque de trenes", se comenta en medios de Madrid de distinto color político.