Laura Freixas, escritora y periodista, en un artículo publicado este martes en El País:
"Contemporáneo de mis abuelos, Estelrich (1896-1958) perteneció como ellos a la Lliga [Regionalista]: fue secretario de su fundador, Francesc Cambó, y diputado. Sus anotaciones íntimas, escritas en catalán, inéditas hasta ahora, constituyen un documento extraordinario: nos permiten entender una evolución política a primera vista incomprensible, y que sin embargo fue la de gran parte de una generación. "Nosotros, la Lliga", escribe en 1935, "estamos decididamente al lado de los conservadores españoles en todos los problemas generales; pero los conservadores están contra nosotros furiosamente en la cuestión catalana" (20-12-35).
Joan Estelrich está en Roma cuando estalla la sublevación del 18 de julio. Su primera reacción es indecisa: "Yo, como catalán, debo desear el triunfo del gobierno y como español, el de los sublevados" (20-7-36). Pero muy pronto, lo ve claro. Frente a "un Estado [CATALÁN] independiente con dictadura del proletariado anárquico", "la victoria de los militares aparece como el mal menor" (26-8 y 1-9-36). El día en que recibe la noticia (falsa) de que Franco ha entrado en Madrid, lo celebra brindando por "esta victoria y las que vendrán" (8-11-36).
[...] Ciertamente, no toda la burguesía ni toda la intelectualidad catalanas siguieron el ejemplo de Estelrich. Algunos se exiliaron (Carner, Rodoreda, Calders…); otros (Espriu, Manent, Sales…) trabajaron, en el "exilio interior", en favor de la lengua y la cultura catalanas. Pero tampoco puede decirse, ni mucho menos, que Joan Estelrich fuera un caso aislado. Catalanes tan ilustres como D’Ors, Dalí o Pla fueron franquistas, así como los intelectuales agrupados en torno a la revista Destino; y en sus memorias, elocuentemente tituladas Habíamos ganado la guerra (2007), Esther Tusquets retrata la euforia, en 1939, de muchos catalanes ricos, como sus padres, que jamás dudaron que la victoria de Franco (incluida la disolución de la Generalidad y el fusilamiento de su presidente, Lluís Companys) era la suya.
[...] Ahora intentemos entender todo esto a la luz de la historia oficial. Una historia formada solamente por dos polos: de un lado "Cataluña", unánime, resistente, noblemente vencida, siempre víctima; del otro una "España" empeñada, como un solo hombre, en sojuzgar a los catalanes. Es el discurso que destilan las celebraciones del tricentenario de 1714, el reciente congreso titulado España contra Cataluña, el Museo de Historia de Cataluña o la declaración de soberanía aprobada por el Parlamento [autonómico] (23-1-13), cuyo preámbulo asegura sin pestañear que "la dictadura de Franco contó con una resistencia activa del pueblo de Catalunya". Entonces, ¿dónde queda Estelrich? ¿Y Cambó, D’Ors, Dalí, Pla…? ¿Y los padres de Esther Tusquets?
Siendo tan burda esa falsificación de la historia, es asombrosa la facilidad con la que está calando. Sin duda en momentos como los actuales, de crisis, miedo al futuro, angustia…, resulta consolador ese espejismo de unanimidad y decisión: "Siempre hemos luchado los mismos por lo mismo, desde hace muchos siglos", nos vienen a decir. Se ocultan así todos los conflictos internos: de clase, de género, religiosos, ideológicos…, como si el mero hecho de ser catalanes bastara para definirnos y hermanarnos".