El ex presidente de Sudáfrica Nelson Mandela, de 95 años, ha fallecido este jueves en su vivienda de Johannesburgo, según ha anunciado el actual mandatario, Jacob Zuma, en un discurso a la nación en el que ha lamentado la pérdida y ha recordado con gratitud la figura de Madiba.
"Queridos sudafricanos, nuestro amado Nelson Rolihlahla Mandela, padre fundador de nuestra nación democrática, ha fallecido", ha señalado Zuma. El antiguo mandatario ha muerto "en paz" y "en compañía de su familia" en torno a las 20:50, hora local. Este año había superado una grave infección pulmonar, que le había dejado muy débil.
"Nuestro país ha perdido a su mejor hijo", ha añadido Zuma, que ha confirmado que las banderas ondearán a media asta en homenaje al líder contra el apartheid hasta después del funeral de Estado, para el que no ha establecido fecha.
"Aunque sabíamos que este día llegaría, nada puede mitigar la profunda pérdida. Su incansable lucha por la libertad le hizo ganarse el respeto del mundo", ha destacado el presidente, que también ha querido recordar los "sacrificios" de su predecesor, así como su "humildad" y su "humanidad".
Zuma, que ha agradecido a Madiba haber trabajado por una sociedad "en la que nadie sea explotado, oprimido o desposeído por otro", ha instado a la población a permanecer unida en el recuerdo del Premio Nobel de la Paz, considerado un símbolo para el país. "Descansa en paz, Dios bendiga África", ha proclamado para concluir.
Una vida dedicada a la lucha contra el apartheid
Mandela nació el 18 de julio de 1918 en una familia relativamente acomodada, en un país -entonces, la Unión Sudafricana- donde el color de la piel marcaba el destino de los hombres. A pesar de ello, sus padres consiguieron que estudiara derecho, y Mandela abrió el primer bufete de abogados negros en la Sudáfrica del apartheid.
Pronto se percató de que las leyes injustas del sistema racista no podían combatirse desde dentro e ingresó en el Congreso Nacional Africano, el más antiguo grupo de oposición al régimen de segregación racial.
Mandela luchó contra el sistema racista en la calle participando en multitud de actos de protesta social. Su activismo le convirtió en objetivo de los aparatos represivos del apartheid. En 1960, tras los disturbios de Sharpeville, en los que murieron 69 sudafricanos negros, cambió su discurso estrictamente pacifista y apoyó la creación del brazo armado del Congreso Nacional Africano.
Desde entonces, pasó a la clandestinidad, hasta que el 5 de agosto de 1962 fue detenido. En un primer juicio fue sentenciado a tres años de cárcel por incitar a la huelga y salir del país sin pasaporte. En 1964, fue juzgado de nuevo, en base a unos documentos incautados por la policía al Congreso Nacional Africano, y fue condenado a cadena perpetua por conspirar contra el Gobierno de Pretoria.
El número que le asignaron en la prisión de Robben Island -donde pasó los 17 primeros años de condena-, el 466/64, se ha convertido en un símbolo de la lucha contra el apartheid. A lo largo de su cautiverio, fueron numerosas las presiones internacionales para que el gobierno de Sudáfrica liberase a Mandela, pero eso solo ocurrió en 1990 -con casi 68 años de edad-, tras la llegada al poder del presidente Frederik de Klerk, quien derogó las leyes segregacionistas. En 1992, ambos compartieron el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, y un año después, los dos recibieron el Premio Nobel de la Paz.
Tras las elecciones de 1994, Mandela fue elegido el primer presidente negro de Sudáfrica, poniendo en marcha una política de reconciliación nacional, y manteniendo a De Klerk como vicepresidente. Al terminar su mandato en 1999 abandonó la vida política, y en 2004 la vida pública.