"Pondremos en marcha tres importantes medidas: la primera, vamos a construir concordia desde la educación, y por eso vamos a aprobar una nueva asignatura para toda la educación obligatoria, para todo el territorio español, sobre educación en valores civiles, constitucionales y éticos. La segunda propuesta: vamos a modificar la ley general audiovisual para que los consejos de administración de todos los entes públicos de medios de comunicación --no solamente el español, sino también todos los autonómicos-- sean aprobados por un respaldo de dos terceras partes de sus parlamentos autonómicos, con eso acabaremos con el uso sectario que se está haciendo por parte del independentismo catalán en el caso de TV3. Y, finalmente, lo que vamos a hacer es incorporar en el Código Penal un nuevo delito para prohibir de una vez por todas la celebración de referéndums ilegales en Cataluña, como ha ocurrido cuando gobernaba el PP. En definitiva, es una crisis de convivencia, no de independencia, y lo que necesitamos es aumentar los espacios de encuentro y reducir a la mínima expresión los espacios de confrontación entre catalanes".

Así de contundente se mostró Pedro Sánchez el 4 de noviembre de 2019 durante el debate electoral a cinco celebrado en TVE previo a las elecciones del 10N.

El presidente acertó en el diagnóstico. El nacionalismo catalán ha logrado apuntalar su predominio social mediante el uso adoctrinador y sectario de la educación y de la televisión públicas durante décadas. Y eso hay que corregirlo. Como también es necesario revertir la despenalización de los referéndums ilegales llevada a cabo por Zapatero en 2005.

Muchos recibieron estas propuestas con esperanza y entusiasmo. Y me atrevería a aventurar que más de uno votó al PSOE o al PSC confiado en su pronta aplicación. Sin embargo, un año y medio después ninguna de estas tres medidas se ha implementado ni se espera que se aprueben a corto plazo.

De hecho, nadie ha hablado de esas promesas electorales en este tiempo. Es cierto que la pandemia ha tapado casi todo lo demás. Pero no es menos cierto que en estos meses sí se ha hablado, y mucho, de los indultos a los líderes del procés.

Los elementos que han influido en la victoria abrumadora de Isabel Díaz Ayuso y en el hundimiento de Ángel Gabilondo en las autonómicas de Madrid son muy variados. Parece que, puestos a tener que apoyarse en una formación extremista, los madrileños han optado por un PP que necesite a Vox --aunque, finalmente, bastaría con su abstención para gobernar-- antes que por un PSOE en manos de Podemos.

Casi todos los analistas coinciden en que este planteamiento no es extrapolable al resto del país. Aunque hay aspectos que sí deberían tenerse en cuenta. ¿Cuánto ha influido el acercamiento del PSOE a los independentistas --más por necesidad que por gusto, pero acercamiento al fin y al cabo-- en los resultados del 4M? ¿O cuánto puede influir en futuras citas electorales de ámbito nacional o autonómico?

No olvidemos que, hace solo unos días, Pablo Iglesias --vicepresidente del Gobierno hasta anteayer-- calificó el procés de "anhelo democrático" y lo equiparó con el 15M y el nacimiento de Podemos.

Quizás ha llegado el momento de que el PSOE se plantee si le es rentable tender la mano al nacionalismo catalán o si sería preferible plantarle cara sin complejos. Tal vez es hora de que los socialistas valoren si es razonable seguir con mesas de negociación, estudiar los indultos y plantear mayores cotas de autogobierno, o si sería mejor defender la convivencia en Cataluña apelando al Estado de derecho, aplicando el bilingüismo en la escuela y en las instituciones, e, incluso, cumpliendo las medidas prometidas durante la campaña.

El PSC muestra algunos indicios de propósito de enmienda. Todavía son muy tímidos, pero apuntan en la buena dirección. Sus críticas a TV3 van por buen camino. Y su propuesta para erradicar el "independentismo radicalizado" de las entrañas de la tele pública es un paso razonable. Algo ingenuo, pero positivo.

Y si el PSOE quiere mostrarse como un partido de centro y evitar tropiezos como el de Madrid, no tengo duda de que Sánchez debería hacer lo mismo. Alejarse del separatismo. Distanciarse de los radicales. Combatir el independentismo. Enfrentarse al nacionalismo. Y una buena forma de empezar a hacerlo es cumplir aquellas tres promesas de hace un año y medio.