El discurso del presidente de la Generalitat, Quim Torra, de este martes en el TNC es la enésima constatación del rotundo fracaso del procés secesionista. Una derrota que, sin embargo, ni él ni el resto de dirigentes independentistas quieren admitir, lo que nos aboca inevitablemente a permanecer dando vueltas en la rueda del hámster y solo nos conduce al empeoramiento de la convivencia en Cataluña y a su empobrecimiento.

A lo largo de casi una hora, Torra no ha hecho ni una sola propuesta definida innovadora para "implementar" la República declarada el 27-O (y también el 10-O, no lo olvidemos). La nueva "hoja de ruta" (ahora algunos lo llaman "carta de navegación", en otro alarde de creatividad infinita) es similar a la antigua, pero menos concreta. Ahora ni siquiera hay plazos. Ahora ni siquiera son capaces de hablar de unilateralidad.

El brillante plan pasa por celebrar manifestaciones (lo han bautizado como "marcha por los derechos civiles, sociales y nacionales de Cataluña", según Torra se ha encargado de repetir hasta en cuatro ocasiones), mantener la tensión y la agitación callejera desde la instituciones (Govern, Parlament y ayuntamientos animando a los CDR a resistir con sus comandos) y seguir dando la tabarra en el extranjero (lo que llaman internacionalizar el conflicto desde el Consell de la República, el chiringuito que le han montado a Puigdemont en Bélgica). Es decir, de "implementar" la República nada de nada.

De hecho, Torra ni siquiera ha tenido el coraje de explicar qué hará si --como todas las pruebas apuntan-- finalmente hay una sentencia condenatoria para los independentistas en prisión preventiva por organizar un referéndum ilegal apoyados en actos violentos e intimidatorios. "No puedo aceptar ni aceptaré ninguna sentencia que no sea la libre absolución. Llegado el caso contrario, en caso que la sentencia no sea la libre absolución de los procesados, estudiaré qué decisiones hay que tomar y me pondré a disposición del pueblo de Cataluña, a través de sus representantes legítimos en el Parlament", ha dicho. O sea, tampoco nada de nada. Es normal, abrir las puertas de las cárceles me temo que implica tener que entrar en ellas a continuación. Y, aunque no soy un experto en derecho internacional, me temo que por ese delito es fácil que te extraditen.

Torra ha acusado al Gobierno de que no tiene nada nuevo que ofrecer. Pero tampoco él ha ofrecido nada nuevo, ni a los suyos, ni a los catalanes no nacionalistas, ni al resto de españoles. Tan solo da vueltas en el laberinto infinito de las contradicciones. Como cuando defiende la legitimidad del "mandato" del referéndum secesionista del 1-O pero, a la vez, le pide al Gobierno que negocie otro referéndum, lo que en la práctica supondría invalidar aquel supuesto "mandato".

Torra ha hablado de "libertad o libertad", cuando en realidad es consciente de que sus alternativas son "legalidad autonomista o 155 y cárcel", pero no lo quiere admitir. O no puede. Reconocerlo le supondría ser tildado de traidor por los suyos. No podría ni pasear por las calles. Por eso prefiere seguir huyendo hacia adelante. Como hizo Puigdemont al proclamar la independencia, engañar a los suyos y salir huyendo de forma cobarde.

Les da igual que esta huida hacia la nada suponga una profundización en la fractura social que hay en Cataluña. Les importa un comino el lastre económico que eso supone para los catalanes. Ahora no quieren o no pueden volver atrás.

El iluminado de Artur Mas decidió desbordar el ámbito de la legalidad parlamentaria. Por tacticismo electoral, prometió a las masas independentistas que el camino a Ítaca era posible. Y ahora los partidos independentistas ya no controlan a esas masas. A ver quién es el valiente que les explica que todo fue una farsa. Que la independencia unilateral es imposible. Que la derrota del procés ha sido total, inapelable, incontestable. Que tras una derrota así solo cabe retirarse y plantear otro camino. Que la única opción razonable es volver a los cuarteles de invierno y seguir trabajando a largo plazo dentro de los límites de la ley. Lo saben, pero siguen con el mismo discurso victimista plagado de poesía y de mentiras, como el de este martes de Torra (unas mentiras que merecen ser desmenuzadas una a una con más tranquilidad y detalle). Huida hacia adelante, sin admitir el fracaso, a ver qué pasa.

Enhorabuena, señor Torra. Y, sobre todo, enhorabuena, señor Mas.