Pues habrá que repetirlo una y mil veces. Que no es lo mismo una policía patriótica que tener una estructura de Estado policial. Que poner a los Mossos al servicio del independentismo, sea para abrir una investigación paralela al juzgado en el Barça, sea para acompañar a Carles Puigdemont en su fuga, no es tener sentido de Estado. Es un sinsentido institucional que somete a la policía autonómica a los caprichos procesistas de quienes llevan años jugando con la seguridad ciudadana.

Nada se puede esperar de un consejero de Interior, Miquel Sàmper, que admite que no condena la violencia en las calles para no enturbiar las negociaciones con la CUP. Sàmper pertenece a una formación, Junts per Catalunya (JxCat), que se ha convertido en la alumna más aventajada de los antisistema. Ríanse de los bandazos ideológicos de Ciudadanos, ayer socialdemócrata, hoy liberal, mañana ya se verá. Los neoconvergentes han olvidado las humillaciones sufridas por Artur Mas, sacrificado por petición de los cupaires y cuyo cese propició la investidura de Carles Puigdemont. Son otro partido, sí, diferente al PDECat, pero ideológicamente, tanto defienden la economía neoliberal de Joan Canadell o Damià Calvet, como se arrodillan ante la anarquía de la CUP.

Poco se puede exigir, por tanto, a JxCat, una especie de Frankenstein donde conviven convergentes de pata negra y renegados, supremacistas y tránsfugas políticos.

En cambio, sí se le puede reclamar a Pere Aragonès, porque todavía estamos a tiempo, que demuestre sentido de Estado y que sea consciente de dónde está el límite de coquetear con la CUP para presionar a JxCat en las negociaciones. El candidato de ERC, vicepresidente en funciones, está dilapidando todo su historial de gestión y diálogo acumulado, adoptando el lenguaje propagandístico más intransigente. El que tapa decadencia con independencia, y sentido de Estado con sinsentido institucional.

Aragonès es puro quiero y no puedo. Tarda una semana en defender la actuación de los Mossos ante la violencia gratuita y extrema de las protestas a favor de Pablo Hasél, para luego culpar de ella al Estado "opresor". Condena esos episodios de terrorismo de baja intensidad, pero los blanquea a continuación asegurando que la juventud "lo está pasando muy mal".

Cero autocrítica, obviamente, aunque ERC lleva años gobernando con los convergentes, como recordaron ayer Eva Granados (PSC) y Jèssica Albiach (En Comú Podem) durante la comparecencia parlamentaria de Aragonès. Y poco o nada se ha hecho por revertir recortes y destinar todos los recursos a frenar las consecuencias del impacto de la crisis de 2008 y la del coronavirus. O fomentar el diálogo social, ausente en Cataluña. Eso sí, en enemigo exterior ha seguido siendo el Gobierno español que, según los independentistas, incumplía su promesa de aprobar ayudas directas para empresas y autónomos afectados. ¿Qué son, sino los ERTE acordados con patronales y sindicatos?

El candidato a presidir la Generalitat, que ahora tiene la oportunidad de marcar perfil frente al independentismo más reaccionario, ha decidido contraprogramar el gran acto de empresarios previsto para hoy con una conferencia para explicar su programa de gobierno. Aragonès, otrora gran esperanza de sectores económicos catalanes, carece actualmente de credibilidad, pues como viene demostrando estos días, sus propuestas están sometidas a los designios de la CUP, inescrutables dada su condición asamblearia.

Que patronales y organizaciones sectoriales digan basta ante el deterioro de la convivencia y el retroceso económico, o que tanto la cúpula de Mossos como los sindicatos policiales hayan cerrado filas ante los desprecios del Govern, es algo que no tiene precedentes. Aragonès debería tomar nota de ello. Porque, a fin de cuentas, economía y seguridad ciudadana son pilares de la estabilidad social.