Sigue siendo una referencia. Muchos autores consideran que todo hubiera sido diferente si no hubiera fallecido tan joven. Jaume Vicens Vives tenía Cataluña en la cabeza y también España, y sabía que la mejor aportación de un intelectual y de un político --en eso no deben ser diferentes-- pasaba por aportar datos, por basarse en hechos y dejar de lado los mitos y los prejuicios. Vicens Vives creía en las minorías creativas, en una elite económica y cultural que supiera estar a la altura de las circunstancias. Falleció en 1960, pero su huella es enorme y prueba de ello es la obra del Círculo de Economía que, sin embargo, ha ido agotando su discurso porque no ha podido aislarse de un ambiente decadente, de la influencia de un movimiento independentista que, aunque con algunas razones, no sabe cómo articular una alternativa realista frente a las clases dirigentes catalanas, y tampoco éstas saben muy bien qué se espera de ellas.
La llamada de atención ha sido las elecciones a la Cámara de Comercio de Barcelona. La ANC, un movimiento que surgió de las bases independentistas, pero que pronto fue cooptado por los partidos nacionalistas, para volver a perder el control --con una vanguardia de pequeños y medianos empresarios, de autónomos y jubilados con fuerte implantación en las comarcas catalanas-- se fijó en la Cámara y ha logrado tomar el mando desde dentro, con facilidad, con las grandes empresas catalanas todavía mirando hacia otro lado.
Al margen de lo que signifique la Cámara, aunque las grandes empresas, las que cotizan en el Ibex, puedan prescindir de ella, lo que está en juego es saber cómo se puede distribuir el poder en el futuro en Cataluña, y qué quieren unas nuevas generaciones que entienden que se les ha dejado de lado. Esos autónomos que han tomado el poder --movilizados por las redes sociales, a través de los canales de transmisión de la ANC-- tampoco saben qué quieren hacer a partir de ahora. Algunos sí lo verbalizan, y Joan Canadell, un activista que se mueve desde el inicio del proceso independentista, sí reclama que todo se ponga al servicio de la "república" catalana.
Pero, ¿con quién? ¿con microempresas, autónomos y pymes? Así no se construye un país. Sin élites económicas, sin grandes empresas, no se puede competir, ni poner en pie ningún país. De hecho, el gran problema económico de Cataluña, a medio y largo plazo --aunque ahora parezca que se puede seguir al ralentí-- es la falta de dimensión de las empresas. Se exporta más, se mejoran los salarios, se invierte en I+D+I, se puede formar más al trabajador y se aporta más como responsabilidad social si se trata de una gran empresa, que pueda cotizar, con directivos serios y sólidos. ¿A qué estamos jugando con autónomos que votan para hacerse con la Cámara de Comercio, que tiene una influencia directa en la Fira de Barcelona o en Turisme de Barcelona, instituciones clave para fomentar el crecimiento económico?
Lo que ocurre, y esa es la verdad de ese movimiento que ha sabido vehicular la ANC, es que las grandes empresas, esos grandes directivos y dueños empresariales, han estado ausentes. Han dirigido su mirada hacia Madrid, sabedores de que el poder se ha concentrado en los dos últimos decenios en la capital española. De hecho, una parte del problema político catalán se explica por esa deriva y también por la percepción, de que Cataluña ha perdido peso, ha perdido influencia en la sala de máquinas del Estado.
Lo que ha pasado es que la sociedad catalana --también la del conjunto de España-- ha sufrido una crisis económica de efectos devastadores. No la han sufrido igual los asalariados ni los cuadros medios, ni mucho menos los directivos, de las grandes empresas, que han podido capear la situación. Y amplias clases medias han visto reducir sus expectativas vitales, y muchos han encontrado un refugio de subsistencia, como autónomos, o pequeños empresarios de sí mismos. Son esos los que muestran su malestar, son esos lo que, con el ropaje del independentismo, piden batalla y un cambio en el poder económico.
Es cierto que hay independentistas convencidos, y veremos cómo evoluciona ese intento de tomar la Cámara de Comercio. Pero lo importante es ver las causas concretas de cada uno, lo que motiva a cada parte de ese movimiento independentista, que no es homogéneo. Y lo que prima es abrir los ojos y no pensar que todo desaparecerá en breve, y el mundo será como antes.
Por eso, en vísperas de una nueva reunión de las jornadas económicas del Círculo de Economía en Sitges es necesario recuperar a Vicens Vives. Su Cataluña, la nuestra, la que vivió sus mejores tiempos, fue la que tuvo empresarios responsables, una élite económica, con políticos activos e inteligentes. En definitiva, la que tuvo una minoría creativa, una burguesía, si quieren, de verdad, activa, con convicciones y dispuesta a escuchar. Y a pronunciarse y a tomar riesgos cuando convenía, fuera para alertar a Artur Mas --en público-- de que su camino podía ser un error, pero también para señalar en Madrid que los procesos de concentración del poder no tenían por qué comportar un perjuicio para el entramado económico catalán. ¿Lo harán a partir de ahora?