En el debate televisivo de los cinco líderes políticos de la última campaña electoral, Santiago Abascal centró su mensaje en criticar la organización de España en comunidades autónomas que dibujó la Constitución de 1978. Como la táctica del resto de los partidos frente a Vox es ignorarle de forma directa, aunque luego adecuen su propio discurso al de la ultraderecha, nadie le replicó, nadie puso el mínimo interés en desmentir sus afirmaciones ante los electores.

La falta de médicos en el ámbito rural, como la de colegios o de servicios asistenciales tienen una relación directa con la existencia de las autonomías porque éstas administran mal los recursos de los ciudadanos, se los gastan en sueldos de políticos, coches y demás, según el relato de Abascal. Se trata de una vinculación falsa porque esas carencias son ancestrales, han castigado ciertas zonas de España desde siempre. Al contrario, la cercanía de las nuevas administraciones y la prosperidad del país no solo han paliado el problema, sino que al estar prácticamente solucionado en los grandes núcleos de población hace más patente su escasez en otros lugares.

De la misma forma, la derecha más extrema se ha revuelto contra la reciente iniciativa del Ayuntamiento de León de solicitar a la Junta de Castilla y León y a las Cortes Generales la creación de una nueva autonomía para su provincia; otros tres municipios se han sumado después a la propuesta. Esa oposición tan dura a la iniciativa regionalista cunde sobre todo entre quienes cuestionan la propia Constitución, que permite modificar el mapa administrativo del país sin romper nada.

Además del sentimiento regionalista que existe en León, una parte de sus habitantes consideran que la provincia no ha progresado como debiera en los últimos 40 años, que la despoblación la arrasa año tras año y que su economía es incapaz de sembrar de cara al futuro otra cosa que más emigración.

Adicionalmente, los leoneses comprueban que siendo una comunidad sin capital administrativa declarada es en Valladolid donde residen las instituciones propias de la capitalidad: es lógico que se replanteen el estatus quo. Si el mapa autonómico sacó a Santander de Castilla y a Albacete de Murcia, incluso le dio un Gobierno propio a La Rioja, ¿por qué León no puede constituirse en un nuevo ente uniprovincial?

Lo que pone de relieve su caso, como el de Teruel, es que sencillamente la organización territorial de España tiene fallos que se deben subsanar.

Llevar el agua de estos problemas al molino de los indepes no tiene el mínimo sentido porque lo que ha ocurrido en Cataluña es lo que el periodista Albert Solé Bufí explica en su delicioso Nos cansamos de vivir bien: la otra cara del procés.