A los catalanes no nacionalistas (y/o castellanohablantes) siempre nos ha ido mal con la estrategia del contentamiento que PP y PSOE han aplicado respecto a los nacionalistas.
Basta con recordar los años de oscuridad que trajo el Pacto del Majestic de 1996, aquel que permitió a Aznar llegar a la Moncloa a cambio de mirar hacia otro lado en Cataluña. No es únicamente que el Gobierno del PP hiciese oídos sordos con la inmersión, es que el presidente incluso tuvo la indecencia de presionar al Defensor del Pueblo para que no recurriese ante el TC la Ley de Política Lingüística de 1998. Antes le había entregado a Pujol la cabeza de Vidal-Quadras, el único que realmente sacaba de quicio al líder de CiU en la cámara autonómica.
Qué decir también de Zapatero. “Pasqual, apoyaré la reforma del Estatuto de Cataluña que apruebe el Parlamento de Cataluña”, prometió en una aciaga noche de noviembre de 2003. Dos décadas después, los independentistas todavía utilizan aquel bodrio inconstitucional para justificar el procés.
Por no hablar de Sánchez, que echó a Rajoy gracias a un acuerdo con los nacionalistas y sigue pagándoles el correspondiente peaje para seguir en el poder. Los indultos, la mesa de diálogo, la desactivación del Tribunal de Cuentas y de la Abogacía del Estado, nuevas transferencias de competencias... ¿Alguien en su sano juicio cree que este presidente moverá un dedo para defender a los catalanes no nacionalistas frente a los abusos de quienes garantizan su continuidad en la Moncloa?
Por si eso no fuera suficiente, el PP que se está dibujando a raíz de la crisis entre Casado y Ayuso también trae nubarrones para los catalanes no nacionalistas. Y esos nubarrones tienen un nombre propio: Alberto Núñez Feijóo.
Feijóo lleva más de una década ganando elecciones por mayoría absoluta en Galicia. Y ha consolidado al PP como único referente de la derecha en esa comunidad. La mayoría de los analistas coinciden en que en Galicia, pese a ser una comunidad con un importante arraigo identitario, no hay un partido nacionalista de derechas --al estilo de CiU y el PNV-- porque el PP ha asumido ese papel. Feijóo no es más que un nacionalista gallego. ¿Más moderado que CiU y el PNV? Sí, es posible. Pero nacionalista, al fin y al cabo.
Que un nacionalista gallego asuma el liderazgo del principal partido de la derecha a nivel nacional (y con opciones a gobernar el país a medio plazo) es una mala noticia para los no nacionalistas, en general, y para los no nacionalistas catalanes, en particular.
Y, si no, que se lo pregunten a la asociación Galicia Bilingüe (hoy integrada en Hablamos Español) y a su presidenta Gloria Lago, que lleva años peleando por los derechos de los castellanohablantes en la educación y en la administración autonómica gallega. ¿Alguien en su sano juicio cree que Feijóo (llegue o no su partido a la Moncloa) moverá un dedo para defender a los catalanes no nacionalistas frente a los abusos de la Generalitat?
La prueba del nueve que confirma estos malos presagios es constatar con qué ilusión ven los nacionalistas vascos la llegada de Feijóo. “Si viniera un Feijóo moderado que entiende el Estado de una manera más amable y más comprensiva para realidades nacionales como la vasca o la catalana, pues mucho mejor que otras expresiones del PP que son hipercentralistas y que además construyen gran parte de su proyecto político en la negación de lo que somos otros, afirmando una España que niega otras naciones como Euskadi y como Cataluña”, señaló el miércoles el presidente del PNV, Andoni Ortuzar.
Que a los que se jactaban de recoger las nueces del árbol que sacudía ETA les entusiasme el ascenso de Feijóo al liderazgo del PP debería ser motivo suficiente como para que sus dirigentes le impidan hacerse con el mando del partido. Pero, sobre todo, certifica que se trata de una muy mala noticia para los catalanes no nacionalistas.