A quienes confiaban en que ERC todavía pudiera centrarse, abrir una etapa dialogante y mutarse en la antigua CiU los acontecimientos de esta semana les han anulado el espejismo. Nadie de la Generalitat, ni su presidente en funciones, ni el consejero del ramo, decidieron acompañar a Seat y a Volkswagen en la conmemoración de su 70 aniversario donde se produjo el anuncio de la principal noticia industrial del territorio: habrá apuesta por el coche eléctrico e incluso se prepara una factoría de baterías para automoción que haga más viable esa estrategia. La razón del desplante fue que allí estaba el rey Felipe VI. Se ve que el boicot al monarca es mucho más trascendente en su estrategia que la economía catalana. Un mazazo, otro, a las expectativas.

Pere Aragonès, presidente en funciones, intentó recibir a los organizadores del “¡Ya basta!”, liderado por Fomento del Trabajo y Pimec, unas horas antes del acto público en el que pedían de manera unánime que el nuevo periodo que se abre se oriente a la recuperación económica y la estabilidad, además del más obvio violencia cero. Aunque alguno de los promotores mordió el anzuelo --incluso estaba dispuesto a rendir pleitesía cortesana al republicano--, los más expertos le recordaron amablemente a Aragonès que él era una de los destinatarios del mensaje reivindicativo del empresariado. Que esperara a escuchar lo que tenían que decirle con voz coral en el momento pautado y sin subterfugios.

Luego se pudo comprobar como algún vocero o vocera de la CUP se preguntaba que quiénes eran estos tipos del “¡Ya basta!”. En una muestra de indiscutible enajenación mental se interrogaba sobre qué hacían por la economía del territorio. En fin, el despropósito de los radicales hijos de la burguesía más conservadora no tiene límites. Empiezan a convertirse en una variedad de bufones políticos cuya mayor aportación deviene entretener a los mayores con salidas de tono entre hilarantes y preocupantes. Sí, me dirán algunos, pero les votan. Cierto, como en su día a Jesús Gil, José María Ruiz Mateos, Donald Trump o, más recientemente, Vox.

No son esperanzadores los síntomas de una comunidad capitaneada por una generación adoctrinada en la posverdad y en los rituales nacionalistas del pujolismo. Esa capa dirigente de la Cataluña del 2021 ha llegado a la conclusión de que la identidad y la nación se sitúan por encima de cualesquiera otra consideración, sea económica o social. Ya no es postura negociadora o mera impostura. De hecho, han decidido subordinarlo todo a un politiquerío independentista cuyo relato se autoestimula incluso cuando se ha hecho evidente la imposibilidad de avanzar con sus planteamientos en los términos y con la unilateralidad que desean. Son incorregibles y la secta los tiene cautivados, seducidos, atemorizados. El tema no es más o menos diálogo ante una disputa política, no. La cuestión es pura identidad localista revestida de un falso izquierdismo, una mentira harto repetida que como me decía este viernes el lúcido Javier Cercas solo queda en evidencia ante un verdadero progresismo actualizado a los tiempos.

Cómo podrá entender el comité de vigilancia de Volkswagen (formado en su mitad por representantes de los trabajadores) lo que sucede aquí. Cómo reaccionarán cuando los ejecutivos desplazados o instalados en España les cuenten que Martorell y el área de Barcelona son buenos emplazamientos para invertir centenares o miles de millones de euros. Algunos dirán que es posible logralo con la pedagogía internacional del independentismo, pero saben que esa mentira tiene las patas cortas. A lo máximo que pueden aspirar es a que se extienda por Europa un Catalonian bad news recurrente y destructor.

Esta pasada semana, un ejecutivo de una gran empresa barcelonesa me narraba como en pleno proceso negociador para la venta de un paquete significativo del capital de su empresa se le ocurrió alojar a los inversores en el antiguo Hotel Om de Barcelona. Era el 20 de septiembre de 2017. Los dirigentes de un poderoso fondo inversor internacional se habían desplazado a la Ciudad Condal para conocer de primera mano parte de los activos que iban a adquirir. Al intentar salir del establecimiento hostelero se encontraron con el asedio a la consejería de Economía y con las calles adyacentes al hotel bloqueadas y tomadas por un gentío inesperado que enarbolaba banderas. Al principio pensaron que el Barça había ganado algún título, pero cuando uno de los empleados del hotel les explicó lo que sucedía en la sede del edificio donde se sitúa el área económica del Govern de la Generalitat no salían de su asombro. La operación, al final y por fortuna para Barcelona, se cerró; la visita se produjo y los ejecutivos locales tuvieron que dar no pocas explicaciones, más de seis horas contaban, sobre una situación que puso los ojos como platos a los compradores extranjeros.

Si al final la ERC que parecía dispuesta a mutar abandera un gobierno rehén de las CUP y del fugado de Waterloo, olvidando que el partido más votado en las últimas elecciones fue el PSC de Salvador Illa, el futuro inmediato de Cataluña pinta oscuro, por no decir negro. Y, lo peor, si lo hace sin un mínimo respeto institucional, una voluntad de reencuentro y sin tener en consideración al mundo productivo y a las cuestiones verdaderamente sensibles, la economía del territorio puede entrar en barrena. Al padre Pujol, que eso lo tenía muy claro, se le debió olvidar enseñarles esa lección a sus cachorros.

Coda: Joan Laporta presidirá el Barça. Junto con el grupo La Caixa y la Generalitat son los tres verdaderos poderes de Cataluña. No siempre es fácil determinar cuál de ellos pondera más. El presidente que han escogido los culés es un independentista de los que no se esconden. Es sus manos estará que el club se mantenga independiente de la política o, por el contrario, se convierta en un instrumento más de la divulgación y la reverberación nacionalista. Si es así, si en la nueva etapa decide proseguir por la senda que le llevó antaño a ser diputado en el Parlament y concejal en el Ayuntamiento de Barcelona, la posibilidad de que el Barça mantenga su espíritu transversal, plural y poliédrico podría dinamitarse en los próximos seis años. Quienes dicen que no, que Jan ha aprendido y se ha hecho adulto, espero que resulten más certeros que aquellos que daban por hecho que ERC sería la nueva Convergència. Por el bien de todos, culés incluidos.