España es uno de los países pioneros en el desarrollo de la tecnología 5G en Europa. De los primeros territorios en acoger pilotos de la tecnología de quinta generación, el próximo gran avance que se espera que marque un antes y un después en nuestras vidas. En lo que llevamos de junio se han producido varias noticias clave en este sentido que inciden en la batalla geopolítica internacional por el control de la innovación que en nuestro país han pasado de forma casi desapercibida.

El ciclo electoral y la política de pactos, con sus denuncias de presuntas operaciones de Estado por parte de los independentistas en Barcelona o el Gobierno de cooperación que ha sido anunciado por PSOE y Podemos en Moncloa, copan todo el protagonismo. Quién llevará las riendas del Estado, las autonomías o los consistorios locales en una cuestión vital para el futuro próximo, pero nadie tiene en cuenta que el despliegue del 5G con todos los cambios adscritos será uno de los debates a los que se deba hacer frente en todos los niveles de gobernanza en los próximos cuatro años de mandato.

De entrada, el desarrollo de la industria 4.0 y su consiguiente impacto laboral no se puede entender sin el 5G. Todas las innovaciones que se plantean van unidas al nuevo sistema de comunicación que permite intercambiar a mayor velocidad más cantidad de datos en menos tiempo y sin casi interferencias (la famosa latencia). Permitirá que sean opciones reales el control remoto de grandes maquinarias dedicadas a la construcción, realizar una operación quirúrgica a distancia e incluso la conducción autónoma, entre otros planteamientos que ahora son materia de ciencia ficción.

En España (y en Barcelona) ya se han realizado test de todas ellas. Es un país donde el talento en 5G es muy importante y no sólo en la capital catalana, donde la Mobile World Capital actúa de polo de atracción de la comunidad tecnológica. Los pilotos de esta tecnología que se realizan en ciudades como Málaga, Bilbao o Valencia son muy importantes a nivel europeo.

Además, España es uno de los primeros países comunitarios en los que una operadora ha lanzado una oferta comercial de 5G. Ha sido Vodafone y con una trampulla, ya que usa un sistema de telecomunicaciones que no implica grandes cambios en infraestructuras. Tiene como punto de partida la actual red de 4G, a la que se añade el enlace de radio para dar un salto adelante. Es decir, una mejora en la comunicación que envía información desde cualquier antena a un terminal móvil que esté preparado para el 5G. Se llama sistema NSA (Non-Standalone) y el desarrollo verdadero de la tecnología es el SA (Standalone).

Es en esta parte donde la Administración de Donald Trump se ha lanzado a la batalla contra China. Se apunta que las acusaciones sobre el presunto espionaje del Gobierno comunista que han derivado en los vetos a los dispositivos de Huawei son otro movimiento proteccionista más a favor de las tecnológicas estadounidenses. Tanto de los desarrolladores de sistemas de comunicación como de los chips que usan los terminales.

Cómo se resuelva la llamada nueva guerra fría por el 5G dirá mucho del futuro de nuestros hábitos de comunicación en todo los amplio que es este concepto. Determinará quién tendrá la sartén por el mango, por simplificar, y si se mantienen los actuales gigantes de las telecomunicaciones que controlan casi todos los espacios de nuestras vidas. Desde el correo electrónico que usamos en el trabajo hasta las fotografías de nuestras últimas vacaciones.

Mientas, Huawei ha anunciado que ya ha suscrito 46 contratos comerciales de 5G con operadores de todo el planeta y ha desplegado más de 100.000 estaciones base de la tecnología. Está en más de 170 países con una presencia destacada en Europa. La Comisión se ha mantenido por ahora de perfil y España, a pesar de todo su talento en esta innovación, no ha sabido sacar rédito y marcar perfil propio en Bruselas. El gran debate actual ha quedado relegado.