Imagen de archivo de un anciano en una residencia
No es país para viejos
"Según la ONU, el 10% de las personas mayores en el mundo sufre algún tipo de abuso financiero, muchas veces por parte de empresas o familiares que se aprovechan de su desconocimiento"
No consigo quitármelo de la cabeza. No hay manera. En el momento más insospechado, en el metro de camino al trabajo o paseando por la calle, me viene a la mente la imagen de Marcos Granja, pensionista de 93 años, alicaído en la butaca de su salón, solo en la penumbra.
Todo sucedió una mañana de primavera. Marcos abandona su portal y recorre –con esfuerzo, sí, pero con la misma ilusión que sentía de niño, cuando su madre le esperaba a la salida de la escuela e iban juntos a comprar unos zapatos nuevos– las cuatro manzanas que le separan de uno de sus comercios de confianza, un establecimiento de la cadena General Óptica ubicado en la vecina Rambla del Poblenou.
Hoy es el día. Por fin, tras muchos años aguantándolas y algún que otro remiendo con cinta adhesiva en la patilla derecha, tiene el propósito de renovar sus gafas viejas.
Unos minutos después, incomprensiblemente, el anciano sale de General Óptica con unas gafas de 909 euros. Es un dinero que no tiene. Que ha dejado a deber. Sabe que algo no ha ido bien. Está triste.
“Mi abuelo fue persuadido y presionado para adquirir el modelo más caro de la tienda. La compra de las gafas incluía coberturas premium y otros extras que no eran esenciales para sus necesidades visuales y sí desproporcionados para su capacidad económica”, denuncia Marc Font, el nieto de Marcos, en un reportaje de Ana Carrasco para Consumidor Global.
Lo cierto es que en la página web de General Óptica no se ofrecen ningunas gafas a ese precio, y “mi abuelo, con la pensión que cobra, no puede pagarlas a plazos ni las habría comprado si le hubieran explicado bien lo que estaba contratando”, asegura Font, quien añade: “Se han aprovechado de su vulnerabilidad y de su confianza”.
Debido a su edad y condición, Marcos no estaba en situación de comprender los términos del contrato y nunca lo habría aceptado de haber recibido un asesoramiento adecuado. Por suerte, su nieto acudió al establecimiento para exigir la cancelación del pedido.
“La empleada no supo ni qué decirme, se quedó callada. Entonces apareció el director, cuya actitud fue altiva y prepotente desde el primer momento, y se negó a anular la compra. Ni siquiera me quiso entregar la hoja de reclamaciones. Fue un abuso tras otro”.
Finalmente, tras acudir de nuevo a la tienda, Font no tuvo otro remedio que comprar unas gafas nuevas para anular el pedido anterior. Pagó 365 euros, reducido a 265 por los 100 euros entregados previamente por su abuelo como señal. La empresa no le pidió disculpas ni reconoció que había cometido un error.
“Mi abuelo se sintió engañado, humillado. Personas como él no merecen este trato. Son los que han construido este país y, en lugar de cuidados, reciben abusos. Ojalá ningún abuelo tenga que pasar por lo que pasó el mío. Ojalá esto sirva para que los que prefieren mirar a otro lado abran los ojos”.
Según la ONU, el 10% de las personas mayores en el mundo sufre algún tipo de abuso financiero, muchas veces por parte de empresas o familiares que se aprovechan de su desconocimiento.