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Del Estatut a la independencia: historia de dos falsedades

"Hoy, ocho años después del 1-O, Junqueras y Puigdemont siguen al frente de sus formaciones, y con ganas de perpetuarse en la irrelevancia"

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Llegó el 1 de octubre. El octavo después del 1-O. El del referéndum ilegal. El que derivó en la falsa independencia de Cataluña. El que se justificó bajo el mentiroso argumento de que todo comenzó con los recortes al Estatut. Relato, no hechos.

Veamos. Ayer, 30 de septiembre, se cumplieron 20 años desde que el Parlament aprobó el tercer Estatut de Cataluña, con 120 apoyos. Solo el PP votó entonces contra. El Congreso y el Senado, tras poner algo de maquillaje al texto original, lo aprobaron en 2006.

Sin embargo, una pequeña parte del documento pasó por la tijera del Tribunal Constitucional –tras una fuerte campaña del PP–, pues algunos de los artículos rozaban la inconstitucionalidad o lo eran directamente.

Entre ellos, el reconocimiento de Cataluña como nación, la preferencia del catalán, la posibilidad de un poder judicial propio y cuestiones de financiación. Algunos más simbólicos que otros, pero dirigidos hacia un mismo objetivo.

Para ponerlo en contexto, aquel Estatut original tenía 223 artículos. El Constitucional declaró total o parcialmente inconstitucionales solo 14. Y sometió otros 27 a interpretación. Eso fue en 2010, tiempos de recortes, de ahogamiento en la Generalitat.

Lo supo aprovechar Artur Mas para desviar la atención de las tensiones de tesorería, que le llevaron a realizar operaciones como la chapucera privatización de ATLL, y dar inicio al procés tras una última súplica imposible a Mariano Rajoy en materia de financiación.

Cabe recordar que el Estatut salió adelante en 2006 solo con el apoyo del 36% del poble de Catalunya… y la participación en aquel referéndum (legal, autorizado, contemplado en la Constitución) no alcanzó siquiera el 50%.

Por lo tanto, casi se cae por su propio peso el argumento de que los recortes (2010) de un Estatut que solo apoyaba el 36% de la población (2006) supuso el estallido del procés (2012). Lo que hubo fue una campaña muy bien estudiada.

Y así, tras años de tensión en aumento –y otro referéndum de pacotilla el 9N de 2014–, llegamos al 1 de octubre. Falló todo... pero cuesta creer la sospechosa y nefasta actuación del Estado. Ni se encontraron las urnas ni se evitaron las “votaciones”.

De todos modos, para ver la rigurosidad de aquella cita –en la que se vieron imágenes de votantes que repetían–, basta con recordar que el Govern dio unos resultados que superaban el 100% de la participación. Tan falso como la independencia.

Porque Carles Puigdemont la declaró días después, pero con la boca pequeña, y se desdijo a los ocho segundos. No tuvo el valor de retirarse a tiempo y convocar elecciones, entonces presionado por Oriol Junqueras para llegar hasta el final.

Hoy ambos siguen al frente de sus formaciones, y con ganas de perpetuarse en la irrelevancia. Hay personas que no saben marcharse a tiempo. Prefieren la decadencia. Propia y compartida.