Los separatistas le han cogido el gusto a enchufar a sus secuaces en los consejos de administración de organismos y compañías públicas españolas. Hasta hace poco arremetían con fiereza contra el “Estado opresor”, al que acusaban de invadir Cataluña y otras lindezas.
Pero de un tiempo a esta parte han descubierto que en las cúpulas de esas entidades se vive como marqueses, porque no es infrecuente que se cobre mucho y se trabaje más bien poco.
Tras el fracaso del procés, los de Junts se lanzaron en tromba a colocar a sus peones. El republicano Gabriel Rufián, que ahora se da ínfulas de estadista, los puso como el perejil por su radical cambio de bando. Soltar palabras cuesta poco y ya se sabe que los políticos son expertos en decir una cosa y la contraria en un santiamén.
Así que, ni cortos ni perezosos, los de ERC han llegado a la palmaria conclusión de que la vida son cuatro días mal contados. Y practican a destajo el deporte de acomodarse en rumbosos sillones del entramado español.
El último ejemplo conocido es el de Albert Castellanos, quien ejerció de secretario del departamento de Empresa y de máximo responsable de la agencia Acció, cuando Pere Aragonès encabezaba el Govern.
Ahora ha recalado en Redeia, la matriz de Red Eléctrica, dueña de las torres de alta tensión. La junta de accionistas, celebrada esta semana de forma telemática, le dio el visto bueno como consejero supuestamente “independiente”. Esta relevante circunstancia es tan creíble como una encuesta del CIS.
La designación de Castellanos es fruto del dedazo de Oriol Junqueras, quien sigue repartiendo juego en la sombra pese a estar inhabilitado.
Por cierto, han pasado ya dos meses del gigantesco apagón que dejó a la península a oscuras. Las evidencias señalan directamente a Redeia, pero esta se hace la sueca y le carga el muerto a las eléctricas privadas.
Huelga añadir que, pese a la catástrofe nacional que significó el corte masivo del suministro, la presidenta Beatriz Corredor sigue aferrada al cargo como los moluscos a las rocas.
El Estado posee solo un 20% del capital de la corporación. Tan escaso paquete no impide al Gobierno tratarla como si fuera un cortijo particular suyo.
La misma junta que ascendió al recomendado por Junqueras, dio luz verde al aterrizaje de Arancha González Laya, exministra de Exteriores con Pedro Sánchez. Con su llegada, el autócrata de la Moncloa acrecienta todavía más el control absoluto del órgano gestor.
La asamblea de marras no fue un camino de rosas para Corredor. Varios accionistas minoritarios le propinaron duros reproches en el turno ruegos y preguntas por el histórico colapso energético. Corredor se hizo la ofendida, la cosa no fue a mayores y se aprobó la entrada de los dos flamantes consejeros.
Antes que Castellanos, otros acólitos de ERC habían saboreado las dulces mieles de los cargos oficiales en Madrid. Es el caso de Jordi Pons, ex responsable de la Sindicatura de Comptes de Catalunya. Ahora sienta sus posaderas nada menos que en el sanedrín del Banco de España. Es el mismo individuo que escribió un panfleto pagado a tanto la línea llamado L’Espoli fiscal, una asfíxia premeditada, en el que denunciaba el trato presuntamente injusto que recibe la comunidad.
Los republicanos también introdujeron por la cara a Sergi Sol en el cónclave de RTVE. Antes se había desempeñado como director de comunicaciones del partido.
En la televisión hispana convive tan campante con el periodista convergente Miquel Calçada, y con otros comisarios políticos designados por las formaciones que mangonean el mastodóntico aparato de propaganda del régimen sanchista.
Los junteros también han situado a Pere Soler, ex director de los Mossos, en la Comisión Nacional de la Competencia.
Otro personaje encumbrado es Ramon Tremosa, que ahora sestea a pierna suelta en la planta noble de Aena, propietaria de los aeropuertos. No hace mucho arremetía contra ella y la tildaba de colonialista.
Por último, cabe citar a Elena Massot, ex lideresa de la patronal independentista Femcat y pubilla de la promotora inmobiliaria Vertix, fundada por su padre Felipe Massot Felip, nacionalista de primera hora y uno de los históricos testaferros de Artur Mas.
El fugado Carles Puigdemont la catapultó a la cima del gigante Enagás, titular de los gasoductos que recorren el país. Allí se ha encontrado a una colección de dinosaurios del PSOE y del PP, como el lobista Pepiño Blanco, el expresident José Montilla, María Teresa Costa y la exministra Ana Palacio, en una suerte de arca de Noé de la eviterna casta celtibérica.
Los personajes de ERC y Junts citados en este escrito, constituyen una singular fauna autóctona, característica de los vividores que han medrado por nuestras latitudes durante las últimas décadas.
Queda claro que estos abnegados patriotas de pacotilla han arrumbado al olvido la épica, la estética y hasta la apologética. Y han arriado la estelada para entregarse sin rubor a chupar del bote del Reino de España.